10 poemas de amor a distancia para dedicar


Marián Ortiz
Marián Ortiz
Especialista en Medios Audiovisuales

No hay distancia física que impida dedicarle unas hermosas palabras a la persona que más queremos.

A continuación, te proponemos una lista de 10 poemas de amor que son ideales para relaciones a distancia. En esta selección, encontrarás poemas de autores conocidos, y una breve explicación de cada uno de ellos, para compartir con la persona que amas.

1. Mis ojos, sin tus ojos, no son ojos, de Miguel Hernández

Mis ojos, sin tus ojos, no son ojos,
que son dos hormigueros solitarios,
y son mis manos sin las tuyas varios
intratables espinos a manojos.

No me encuentro los labios sin tus rojos,
que me llenan de dulces campanarios,
sin ti mis pensamientos son calvarios
criando nardos y agostando hinojos.

No sé qué es de mi oreja sin tu acento,
ni hacia qué polo yerro sin tu estrella,
y mi voz sin tu trato se afemina.

Los olores persigo de tu viento
y la olvidada imagen de tu huella,
que en ti principia, amor, y en mí termina.

Miguel Hernández escribió el poemario El rayo que no cesa (1936), de temática amorosa. En este soneto, el hablante lírico expresa sus sentimientos a la persona que ama, un amor nostálgico y lejano. Todo su ser solo tiene sentido si está presente la persona amada.

2. Te quiero, de Luis Cernuda

Te quiero.

Te lo he dicho con el viento,
jugueteando como animalillo en la arena
o iracundo como órgano impetuoso;

Te lo he dicho con el sol,
que dora desnudos cuerpos juveniles
y sonríe en todas las cosas inocentes;

Te lo he dicho con las nubes,
frentes melancólicas que sostienen el cielo,
tristezas fugitivas;

Te lo he dicho con las plantas,
leves criaturas transparentes
que se cubren de rubor repentino;

Te lo he dicho con el agua,
vida luminosa que vela un fondo de sombra;
te lo he dicho con el miedo,
te lo he dicho con la alegría,
con el hastío, con las terribles palabras.

Pero así no me basta:
más allá de la vida,
quiero decírtelo con la muerte;
más allá del amor,
quiero decírtelo con el olvido.

No importa el lugar ni la distancia, siempre es buen momento para declarar amor eterno a la persona amada. En estos versos de Cernuda, contenidos en el poemario Los placeres prohibidos (1931), el hablante lírico expresa sus sentimientos a través de los elementos de la naturaleza.

3. Gacela del recuerdo de amor, de Federico García Lorca

No te lleves tu recuerdo.
Déjalo solo en mi pecho.

Temblor de blanco cerezo
en el martirio de Enero.

Me separa de los muertos
un muro de malos sueños.

Doy pena de lirio fresco
para un corazón de yeso.

Toda la noche en el huerto
mis ojos como dos perros.

Toda la noche comiendo
los membrillos de veneno.

Algunas veces el viento
es un tulipán de miedo.

Es un tulipán enfermo
la madrugada de invierno.

Un muro de malos sueños
me separa de los muertos.

La hierba cubre en silencio
el valle gris de tu cuerpo.

Por el arco del encuentro
la cicuta está creciendo.

Pero deja tu recuerdo.
¡Déjalo solo en mi pecho!

El recuerdo de los momentos vividos con el ser amado siempre está presente en las personas que tienen relaciones a distancia.

En la obra póstuma Diván del Tamarit (1940), de García Lorca, encontramos estos versos donde el hablante lírico canta al amor imposible. En este caso, el ser amado se encuentra solo en su recuerdo y, el hablante lírico le pide que no se lo arrebate.

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4. Yo pienso en ti, de José Batres Montúfar

Yo pienso en ti, tú vives en mi mente
sola, fija, sin tregua, a toda hora,
aunque tal vez el rostro indiferente
no deje reflejar sobre mi frente
la llama que en silencio me devora.

En mi lóbrega y yerta fantasía
brilla tu imagen apacible y pura,
como el rayo de luz que el sol envía
a través de una bóveda sombría
al roto mármol de una sepultura.

Callado, inerte, en estupor profundo,
mi corazón se embarga y se enajena,
y allá en su centro vibra moribundo
cuando entre el vano estrépito del mundo
la melodía de tu nombre suena.

Sin lucha, sin afán y sin lamento,
sin agitarme en ciego frenesí,
sin proferir un solo, un leve acento,
las largas horas de la noche cuento
y pienso en ti.

Hay amores que son difíciles de olvidar, pues nos acompañan allá dónde vamos. En la obra lírica del guatemalteco José Batres Montúfar, encontramos este poema romántico, una de sus composiciones más conocidas. En ella, el hablante lírico se dirige a su amante, a quién no puede olvidar y que está presente a cada instante, casi es parte de su ser.

5. Canto que amabas, de Gabriela Mistral

Yo canto lo que tú amabas, vida mía,
por si te acercas y escuchas, vida mía,
por si te acuerdas del mundo que viviste,
al atardecer yo canto, sombra mía.

Yo no quiero enmudecer, vida mía.
¿Cómo sin mi grito fiel me hallarías?
¿Cuál señal, cuál me declara, vida mía?

Soy la misma que fue tuya, vida mía.
Ni lenta ni trascordada ni perdida.
Acude al anochecer, vida mía;
ven recordando un canto, vida mía,
si la canción reconoces de aprendida
y si mi nombre recuerdas todavía.

Te espero sin plazo ni tiempo.
No temas noche, neblina ni aguacero.
Acude con sendero o sin sendero.
Llámame a donde tú eres, alma mía,
y marcha recto hacia mí, compañero.

Los sonetos de la Muerte (1914) dieron a conocer a Gabriela Mistral. Esta composición forma parte de una serie de poemas que le permitieron ganar el concurso de literatura de Juegos Florales de Santiago.

El hablante lírico canta a la persona que ama, la cual no está físicamente presente. El motivo de su canto no es otro que el de hacer que su amante vuelva hacia ella al reconocer su melodía, la cual funciona como una especie de ruta que lleva al reencuentro.

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6. Me besaba mucho, de Amado Nervo

Me besaba mucho, como si temiera
irse muy temprano... Su cariño era
inquieto, nervioso.

Yo no comprendía
tan febril premura. Mi intención grosera
nunca vio muy lejos...

¡Ella presentía!

Ella presentía que era corto el plazo,
que la vela herida por el latigazo
del viento, aguardaba ya..., y en su ansiedad
quería dejarme su alma en cada abrazo,
poner en sus besos una eternidad.

Aunque la persona que más queremos ya no esté con nosotros, no hay distancia que pueda apagar nuestro amor hacia ella. Siempre está en nuestro recuerdo.

Este poema está contenido en el poemario La amada inmóvil (1920), publicado póstumamente. Una obra que centra su temática en torno a la muerte. En esta composición, el hablante lírico recuerda a su amada, quien parecía estar despidiéndose de él ante un final inminente.

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7. El poeta pide a su amor que le escriba, de Lorca

Amor de mis entrañas, viva muerte,
en vano espero tu palabra escrita
y pienso, con la flor que se marchita,
que si vivo sin mí quiero perderte.

El aire es inmortal. La piedra inerte
ni conoce la sombra ni la evita.
Corazón interior no necesita
la miel helada que la luna vierte.

Pero yo te sufrí. Rasgué mis venas,
tigre y paloma, sobre tu cintura
en duelo de mordiscos y azucenas.

Llena pues de palabras mi locura
o déjame vivir en mi serena
noche del alma para siempre oscura.

En las relaciones a distancia es común esperar ansioso la respuesta del otro a través de algún canal de comunicación, ya que no está presente físicamente en el mismo lugar.

Este poema de Lorca, integrado en el poemario Sonetos del amor oscuro, escrito en sus últimos años, el hablante lírico manifiesta su sufrimiento esperando una respuesta de la persona que ama.

8. Soñé que tú me llevabas, de Antonio Machado

Soñé que tú me llevabas
por una blanca vereda,
en medio del campo verde,
hacia el azul de las sierras,
hacia los montes azules,
una mañana serena.

Sentí tu mano en la mía,
tu mano de compañera,
tu voz de niña en mi oído
como una campana nueva,
como una campana virgen
de un alba de primavera.

¡Eran tu voz y tu mano,
en sueños, tan verdaderas!…

Vive, esperanza, ¡quién sabe
lo que se traga la tierra!

Cuando hay una relación a distancia, los amantes desean reencontrarse. Entretanto, recordar los buenos momentos con la persona amada es lo único que hay.

En Campos de Castilla (1912), encontramos este poema de temática amorosa inspirado en Leonor, esposa fallecida de Antonio Machado. En él, el hablante lírico recrea un sueño, en el que su amada lo acompaña.

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9. Si tú me olvidas, de Pablo Neruda

Quiero que sepas
una cosa.

Tú sabes cómo es esto:
si miro
la luna de cristal, la rama roja
del lento otoño en mi ventana,
si toco
junto al fuego
la impalpable ceniza
o el arrugado cuerpo de la leña,
todo me lleva a ti,
como si todo lo que existe,
aromas, luz, metales,
fueran pequeños barcos que navegan
hacia las islas tuyas que me aguardan.

Ahora bien,
si poco a poco dejas de quererme
dejaré de quererte poco a poco.

Si de pronto
me olvidas
no me busques,
que ya te habré olvidado.

Si consideras largo y loco
el viento de banderas
que pasa por mi vida
y te decides
a dejarme a la orilla
del corazón en que tengo raíces,
piensa
que en ese día,
a esa hora
levantaré los brazos
y saldrán mis raíces
a buscar otra tierra.

Pero
si cada día,
cada hora
sientes que a mí estás destinada
con dulzura implacable.

Si cada día sube
una flor a tus labios a buscarme,
ay amor mío, ay mía,
en mí todo ese fuego se repite,
en mí nada se apaga ni se olvida,
mi amor se nutre de tu amor, amada,
y mientras vivas estará en tus brazos
sin salir de los míos.

Dice una popular frase que “la distancia es el olvido”. En su poemario Los versos del capitán (1952), el poeta chileno explora el tema del amor clandestino. En esta composición, el amor vive gracias al recuerdo y a la memoria. Si el sentimiento es correspondido por la amada, la llama del amor seguirá encendida.

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10. Espero, de Mario Benedetti

Te espero cuando la noche se haga día,
suspiros de esperanzas ya perdidas.
No creo que vengas, lo sé,
sé que no vendrás.

Sé que la distancia te hiere,
sé que las noches son más frías,
Sé que ya no estás.

Creo saber todo de ti.
Sé que el día de pronto se te hace noche:
sé que sueñas con mi amor, pero no lo dices,
sé que soy un idiota al esperarte,
pues sé que no vendrás.

Te espero cuando miremos al cielo de noche:
tu allá,
yo aquí,
añorando aquellos días
en los que un beso marcó la despedida,
quizás por el resto de nuestras vidas.

Es triste hablar así.
Cuando el día se me hace de noche,
y la Luna oculta ese sol tan radiante,
me siento sólo, lo sé;
nunca supe de nada tanto en mi vida,
solo sé que me encuentro muy sólo,
y que no estoy allí.

Mis disculpas por sentir así,
nunca mi intención ha sido ofenderte.
Nunca soñé con quererte,
ni con sentirme así.

Mi aire se acaba como agua en el desierto.
Mi vida se acorta pues no te llevo dentro.
Mi esperanza de vivir eres tu,
y no estoy allí.
¿Por qué no estoy allí?, te preguntarás,
¿Por qué no he tomado ese bus que me llevaría a ti?
Porque el mundo que llevo aquí no me permite estar allí.
Porque todas las noches me torturo pensando en ti.
¿Por qué no solo me olvido de ti?
¿Por qué no vivo solo así?
¿Por qué no solo...?

La marcha del ser amado puede despertar la esperanza de su regreso. En este poema del escritor uruguayo Benedetti, el hablante lírico espera triste la vuelta de su amada. Desde un tono pesimista, está seguro que esta persona no volverá, pero aún piensa en la posibilidad del reencuentro.

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Marián Ortiz
Marián Ortiz
Graduada en Comunicación Audiovisual (2016) por la Universidad de Granada, con máster en Guion, Narrativa y Creatividad Audiovisual (2017) de la Universidad de Sevilla.