9 poemas de Amado Nervo que deberías conocer


Catalina Arancibia Durán
Catalina Arancibia Durán
Máster en Literatura Española e Hispanoamericana

Amado Nervo (1870 - 1919) fue uno de los grandes representantes de la literatura modernista latinoamericana. A diferencia de sus contemporáneos, que cultivaron una obra en la que destacaban el dolor y la melancolía, optó por privilegiar una mirada positiva hacia la vida.

El poeta mexicano destacó con una producción en la que predominan la búsqueda de la espiritualidad, la reflexión sobre la existencia, la naturaleza y el amor.

Madrigal

Por tus ojos verdes yo me perdería,
sirena de aquellas que Ulises, sagaz,
amaba y temía.
Por tus ojos verdes yo me perdería.

Por tus ojos verdes en lo que, fugaz,
brillar suele, a veces, la melancolía;
por tus ojos verdes tan llenos de paz,
misteriosos como la esperanza mía;
por tus ojos verdes, conjuro eficaz,
yo me salvaría.

El amor fue uno de los grandes temas de la poesía modernista, en donde la amada se sitúa como una figura casi irreal. Dentro de las principales características del movimiento se encuentran las continuas alusiones a la mitología. Aquí, se compara a la mujer deseada con una de las sirenas que hechizó a Ulises y le llevó a perder su determinación de regresar a Ítaca en La Odisea.

Los ojos, espejos del alma, funcionan como un arma que seduce al poeta y le permite la salvación. Además, en estos versos se puede observar cómo predomina la musicalidad, ya que para los modernistas el ritmo y la sonoridad son elementos clave en cualquier composición.

En Paz

Muy cerca de mi ocaso, yo te bendigo, Vida,
porque nunca me diste ni esperanza fallida,
ni trabajos injustos, ni pena inmerecida;

porque veo al final de mi rudo camino
que yo fui el arquitecto de mi propio destino;

que si extraje las mieles o la hiel de las cosas,
fue porque en ellas puse hiel o mieles sabrosas:
cuando planté rosales, coseché siempre rosas.

Cierto, a mis lozanías va a seguir el invierno:
¡mas tú no me dijiste que mayo fuese eterno!

Hallé sin duda largas las noches de mis penas;
mas no me prometiste tan sólo noches buenas;
y en cambio tuve algunas santamente serenas...

Amé, fui amado, el sol acarició mi faz.
¡Vida, nada me debes! ¡Vida, estamos en paz!

Este es uno de los poemas más famosos de Nervo. Corresponde a su producción madura y funciona como una suerte de epitafio, ya que lo escribió algunos años antes de morir.

Aquí reflexiona sobre su existencia y agradece a la vida por todo lo experimentado, ya fuese bueno o malo. Hay una actitud bastante positiva hacia la idea de enfrentarse a la muerte, pues ya vivió todo lo que necesitaba para sentirse pleno.

El día que me quieras

El día que me quieras tendrá más luz que junio;
la noche que me quieras será de plenilunio,
con notas de Beethoven vibrando en cada rayo
sus inefables cosas,
y habrá juntas más rosas
que en todo el mes de mayo.

Las fuentes cristalinas
irán por las laderas
saltando cristalinas
el día que me quieras.

El día que me quieras, los sotos escondidos
resonarán arpegios nunca jamás oídos.
Éxtasis de tus ojos, todas las primaveras
que hubo y habrá en el mundo serán cuando me quieras.

Cogidas de la mano cual rubias hermanitas,
luciendo golas cándidas, irán las margaritas
por montes y praderas,
delante de tus pasos, el día que me quieras...
Y si deshojas una, te dirá su inocente
postrer pétalo blanco: ¡Apasionadamente!

Al reventar el alba del día que me quieras,
tendrán todos los tréboles cuatro hojas agoreras,
y en el estanque, nido de gérmenes ignotos,
florecerán las místicas corolas de los lotos.

El día que me quieras será cada celaje
ala maravillosa; cada arrebol, miraje
de "Las Mil y una Noches"; cada brisa un cantar,
cada árbol una lira, cada monte un altar.

El día que me quieras, para nosotros dos
cabrá en un solo beso la beatitud de Dios.

En "El día en que me quieras" se encuentra presente el influjo romántico donde predomina la expresión de emociones. Existe una idealización del encuentro amoroso, pues el día en que la mujer al fin corresponda sus sentimientos, el mundo cobrará sentido.

A través de las palabras, el poeta busca hacernos sentir lo que significa estar enamorado, mostrándolo desde sus ojos. Por ello, compara el amor como el inusual encuentro de un trébol de cuatro hojas y el descubrimiento de Dios.

A una francesa

El mal, que en sus recursos es proficuo,
jamás en vil parodia tuvo empachos:
Mefistófeles es un cristo oblicuo
que lleva retorcidos los mostachos.

Y tú, que eres unciosa como un ruego
y sin mácula y simple como un nardo,
tienes trágica crin dorada a fuego
y amarillas pupilas de leopardo.

La femme fatal fue otro de los personajes que predominan en el imaginario modernista. En este periodo, la mujer se vislumbraba de manera bastante binaria, pues correspondía al ideal o era una vampiresa que le robaba la vitalidad al enamorado.

En este poema puede apreciarse otra de las particularidades del movimiento: el preciosismo. Es un estilo que se caracteriza por el refinamiento en las palabras y el uso de referencias cultas. De este modo, es una literatura que no resulta de fácil acceso y que exige un lector que sea capaz de desentrañar cada una de las menciones.

Aquí se puede ver en el uso de palabras poco frecuentes en el habla coloquial como proficuo (ventajoso) y mácula (mancha). Hay referencias a flores como el nardo que destacan por su blancura y belleza. También se menciona a Mefistófeles, el demonio de la obra Fausto de Goethe.

Entonces, la mujer se convierte en una mezcla de ángel y demonio, comparada con un leopardo, un animal atrayente, pero increíblemente peligroso y feroz.

Identidad

El que sabe que es uno con Dios, logra el Nirvana:
un Nirvana en que toda tiniebla se ilumina;
vertiginoso ensanche de la conciencia humana,
que es sólo proyección de la Idea Divina
en el Tiempo...

El fenómeno, lo exterior, vano fruto
de la ilusión, se extingue: ya no hay pluralidad,
y el yo, extasiado, abísmase por fin en lo absoluto,
¡y tiene como herencia toda la eternidad!

La búsqueda espiritual fue una de las grandes inquietudes de Amado Nervo. De hecho, en su juventud realizó estudios eclesiásticos que no llegó a finalizar.

Así, la divinidad es parte importante en su obra, como en este poema en que se mezcla la figura del Dios cristiano con la idea del nirvana budista.

En "Identidad" se habla del momento en que se descubre a Dios como la presencia que habita dentro del ser humano. Por tanto, este encuentro permite llegar a un estado en el que el individuo se libera de toda atadura terrenal y asciende hacia la paz eterna.

La puerta

Por esa puerta huyó, diciendo: «¡Nunca!»
Por esa puerta ha de volver un día...
Al cerrar esa puerta, dejó trunca
la hebra de oro de la esperanza mía.
Por esa puerta ha de volver un día.

Cada vez que el impulso de la brisa,
como una mano débil, indecisa,
levemente sacude la vidriera
palpita más aprisa, más aprisa
mi corazón cobarde que la espera.

Desde mi mesa de trabajo veo
la puerta con que sueñan mis antojos,
y acecha agazapado mi deseo
en el trémulo fondo de sus ojos.

¿Por cuánto tiempo, solitario, esquivo
he de aguardar con la mirada incierta
a que Dios me devuelva compasivo
a la mujer que huyó por esa puerta?

¿Cuándo habrán de temblar esos cristales
empujados por sus manos ducales
y, con su beso ha de llegarme ella,
cual me llega en las noches invernales
el ósculo piadoso de una estrella?

¡Oh, Señor!, ya la pálida está alerta:
¡oh, Señor, cae la tarde ya en mi vía
y se congela mi esperanza yerta!

¡Oh, Señor, haz que se abra al fin la puerta
y entre por ella la adorada mía!

...¡Por esa puerta ha de volver un día!

La búsqueda de perfección formal fue otro de los rasgos que cultivaron los modernistas. Se trataba de que el poema fuera perfecto en cuanto estructura, lenguaje y sonido.

Así, la puerta funciona como un motivo central que se repite constantemente para hacer alusión a la posibilidad de recuperar a la amada.

La mujer perdida aparece como un espejismo que acosa al hablante en sus actividades cotidianas y consigue que jamás pierda la esperanza de que regrese algún día.

Éxtasis

Cada rosa gentil ayer nacida,
cada aurora que apunta entre sonrojos,
dejan mi alma en el éxtasis sumida...
¡Nunca se cansan de mirar mis ojos
el perpetuo milagro de la vida!

Años ha que contemplo las estrellas
en las diáfanas noches españolas
y las encuentro cada vez mas bellas.
Años ha que en el mar, conmigo a solas,
de las olas escucho las querellas,
y aun me pasma el prodigio de las olas!

Cada vez hallo la Naturaleza
más sobrenatural, más pura y santa,
Para mí, en rededor, todo es belleza;
y con la misma plenitud me encanta
la boca de la madre cuando reza
que la boca del niño cuando canta.

Quiero ser inmortal, con sed intensa,
porque es maravilloso el panorama
con que nos brinda la creación inmensa;
porque cada lucero me reclama,
diciéndome, al brillar: «Aquí se piensa,
también aquí se lucha, aquí se ama».

En este poema se encuentra presente la naturaleza como un espacio privilegiado en el que el hombre puede contemplar la grandeza de la existencia.

A diferencia de otros poetas del periodo, que exploraban la melancolía y angustia de la vida, Amado Nervo eligió destacar la belleza de las cosas simples y ayudar al lector a apreciar lo maravilloso del mundo. De esta manera, alaba las flores, las estrellas que brillan en las noches o el encanto de una madre con su hijo.

Renunciación

¡Oh, Siddharta Gautama!, tú tenías razón:
las angustias nos vienen del deseo; el edén
consiste en no anhelar, en la renunciación
completa, irrevocable, de toda posesión;
quien no desea nada, dondequiera está bien.

El deseo es un vaso de infinita amargura,
un pulpo de tentáculos insaciables, que al par
que se cortan, renacen para nuestra tortura.
El deseo es el padre del esplín, de la hartura,
¡y hay en él más perfidias que en las olas del mar!

Quien bebe como el Cínico el agua con la mano,
quien de volver la espalda al dinero es capaz,
quien ama sobre todas las cosas al Arcano,
¡ése es el victorioso, el fuerte, el soberano...
y no hay paz comparable con su perenne paz!

Estos versos hacen referencia a la constante búsqueda espiritual de Amado Nervo. Menciona la filosofía de Buda (Siddharta Gautama) para quien la renunciación es el camino para la libertad del alma.

Por ello, el deseo se instala como aquella fuerza negativa que condena al ser humano a una continua insatisfacción, pues jamás serán colmados por completo. Un nuevo deseo siempre va a sustituir al anterior.

Via, Veritas et Vita

Ver en todas las cosas
de un espíritu incógnito las huellas;
contemplar
sin cesar
en las diáfanas noche misteriosas,
la santa desnudez de las estrellas...
¡Esperar!
¡Esperar!
¿Qué? ¡Quién sabe! Tal vez una futura
y no soñada paz... Sereno y fuerte,
correr esa aventura
sublime y portentosa de la muerte.

Mientras, amarlo todo, y no amar nada,
sonreír cuando hay sol y cuando hay brumas;
cuidar de que en el áspera jornada
no se atrofien las alas, ni oleada
de cieno vil ensucie nuestras plumas.

Alma: tal es la orientación mejor,
tal es el instintivo derrotero
que nos muestra un lucero
interior.

Aunque nada sepamos del destino,
la noche a no temerlo nos convida.
Su alfabeto de luz, claro y divino,
nos dice: «Ven a mí: soy el Camino,
la Verdad y la Vida».

Via, Veritas et Vita significa "el Camino, la Verdad y la Vida". Esta frase se encuentra en el Nuevo Testamento y son las palabras que Jesús pronunció durante la Última Cena.

La religión fue parte importante en la vida del poeta y atravesó una búsqueda en la que indagó en varias creencias. Sin embargo, hacia el final de su vida volvió a acercarse al cristianismo.

En este poema, el hablante decide mantener firme su fe en Dios, tratar de ser una buena persona y esperar hasta la muerte para encontrarse con su salvador.

Ver también

Catalina Arancibia Durán
Catalina Arancibia Durán
Máster en Literatura Española e Hispanoamericana. Diplomada en Teoría y Crítica de Cine. Profesora de talleres literarios y correctora de estilo.