9 poemas que reflexionan sobre el otoño

Catalina Arancibia Durán
Catalina Arancibia Durán
Máster en Literatura Española e Hispanoamericana
Tiempo de lectura: 15 min.

La naturaleza ha sido una de las grandes inspiraciones para la literatura de todos los tiempos. En el siguiente listado, se pueden encontrar poemas en los que se reflexiona sobre el otoño, ya sea como temporada de cambio, metáfora sobre el paso del tiempo o como la oportunidad de aprovechar la existencia.

1. Otoño - Mario Benedetti

Otoño Mario Benedetti

Aprovechemos el otoño
antes de que el invierno nos escombre
entremos a codazos en la franja del sol
y admiremos a los pájaros que emigran
ahora que calienta el corazón
aunque sea de a ratos y de a poco
pensemos y sintamos todavía
con el viejo cariño que nos queda
aprovechemos el otoño
antes de que el futuro se congele
y no haya sitio para la belleza
porque el futuro se nos vuelve escarcha.

Mario Benedetti (Uruguay, 1920 - 2009) es una de las voces más populares de la literatura latinoamericana. Aunque cultivó varios géneros, se destacó particularmente en la narrativa y en la poesía.

En estos versos aborda el paso del tiempo y la necesidad de aprovechar el presente antes de que sea demasiado tarde. Por ello, hace un llamado al lector a disfrutar de la temporada antes de que llegue el invierno, que metafóricamente representa el final de una etapa, posiblemente la vejez o la muerte.

De este modo, frases como "admiremos a los pájaros que emigran", sugieren la transitoriedad de la existencia y la inevitable partida de lo bello.

Si bien hay un tono melancólico, el poema no es completamente pesimista. Hay una invitación a vivir con intensidad, a seguir "con el viejo cariño que nos queda". Se insta a disfrutar de la belleza y los sentimientos mientras aún quedan rastros de calidez y luz.

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2. Los sonetos del otoño - May Sarton

Si puedo dejarte ir como los árboles dejan ir
Sus hojas, tan naturalmente, una por una;
Si puedo llegar a saber lo que ellos saben,
Que la caída es alivio, es consumación,

Entonces el miedo al tiempo y a la fruta incierta
No perturbaría los grandes cielos lúcidos,
Este otoño extrañísimo, dulce y severo.
Si puedo soportar lo oscuro con los ojos abiertos

Y llamarlo estacional, no áspero o extraño
(Porque también el amor necesita un tiempo de descanso),
Y como un árbol estarme quieta ante los cambios,

Perder lo que se pierda para guardar lo que se pueda,
La extraña raíz todavía viva bajo la nieve,
El amor resistirá ­si puedo dejarte ir.

May Sarton (1912 - 1995) fue una escritora belga-estadounidense, conocida por su exploración de temas como la identidad, el amor, la soledad y la naturaleza. Además, fue una voz importante en la literatura feminista y LGBTQ+, abordando con honestidad su experiencia.

Este poema explora la renuncia amorosa. A través de la imagen del otoño, la hablante reflexiona sobre la necesidad de soltar, de aceptar el paso del tiempo y las transformaciones sin miedo ni resistencia.

Por ello, los árboles funcionan como espejo del desprendimiento que necesita hacer. Representan el desapego y la sabiduría de la naturaleza: dejan ir sin aferrarse.

La voz lírica aspira a alcanzar esa misma serenidad. El otoño no es una tragedia, sino un proceso natural que trae descanso. La pérdida no resulta dolorosa, es necesaria.

Es importante destacar la frase "el amor necesita un tiempo de descanso", pues alude a lo cíclica que resulta la existencia. Al igual que los árboles en invierno, el ser humano necesita momentos de quietud e introspección para renovarse.

Entonces, existe una esperanza. El verso "La extraña raíz todavía viva bajo la nieve" plantea la idea de que si bien el amor parece desaparecer, su raíz sigue viva, esperando la primavera.

3. El otoño se acerca - Ángel González

Otoño Ángel González

El otoño se acerca con muy poco ruido:
apagadas cigarras, unos grillos apenas,
defienden el reducto
de un verano obstinado en perpetuarse,
cuya suntuosa cola aún brilla hacia el oeste.
Se diría que aquí no pasa nada,
pero un silencio súbito ilumina el prodigio:
ha pasado
un ángel
que se llamaba luz, o fuego, o vida.
Y lo perdimos para siempre.

Ángel González (1925 - 2008) es un destacado poeta español. Su creación se caracteriza por el estilo narrativo y la exploración sobre la realidad.

Aquí presenta una visión melancólica sobre el cambio de estación, pues implica inevitablemente una pérdida y alude a la transitoriedad.

De esta manera, el otoño simboliza el declive de algo que fue luminoso y lleno de vida, metáfora de la juventud, la felicidad o, incluso, la existencia misma.

Aunque el verano se resiste, su lucha es en vano. La imagen del atardecer refuerza la idea de algo que se apaga con belleza, pero sin retorno.

El hablante culmina con un tono de resignación. No se trata sólo del fin de un periodo, sino de algo más profundo: la conciencia de que ciertos momentos, una vez que pasan, no regresan.

4. Versos otoñales - Alfonsina Storni

Al mirar mis mejillas, que ayer estaban rojas,
he sentido el otoño; sus achaques de viejo
me han llenado de miedo; me ha contado el espejo
que nieva en mis cabellos mientras caen las hojas…

¡Qué curioso destino! Me ha golpeado a las puertas
en plena primavera para brindarme nieve
y mis manos se hielan bajo la presión leve
de cien rosas azules sobre sus dedos muertas

Ya me siento invadida totalmente de hielo;
castañean mis dientes mientras el sol, afuera,
pone manchas de oro, tal como en primavera,
y ríe en la ensondada profundidad del cielo.

Y lloro lentamente, con un dolor maldito…
con un dolor que pesa sobre mis fibras todas,
¡Oh, la pálida muerte que me ofrece sus bodas
y el borroso misterio cargado de infinito!

¡Pero yo me rebelo!… ¿Cómo esta forma humana
que costó a la materia tantas transformaciones
me mata, pecho adentro, todas las ilusiones
y me brinda la noche casi en plena mañana?

Alfonsina Storni (1892 - 1938) fue una destacada poeta argentina que sobresalió con una obra en la que indagó en el imaginario femenino.

En este poema medita sobre la pérdida de la juventud y la lucha contra la muerte. A través de una voz melancólica y desesperada, la hablante expresa su angustia ante el paso del tiempo y su resistencia a aceptar la decadencia del cuerpo.

El otoño funciona como símbolo de este cambio, pero lo experimenta de manera abrupta, como si la vejez la sorprendiera antes de tiempo, en plena primavera de la vida.

Dentro de ella todo todo está frío, mientras que afuera la naturaleza sigue radiante, indiferente a su sufrimiento. Este contraste refuerza la sensación de aislamiento y desesperación.

Sin embargo, hacia el final, surge la resistencia. No acepta pasivamente la llegada de la muerte y siente indignación ante el destino que le arrebata sus ilusiones. Así, aunque el otoño funciona como una metáfora del declive, también se convierte en un motivo de resistencia.

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5. Otoño - Juan Ramón Jiménez

Otoño Juan Ramón Jiménez

Esparce octubre, al blando movimiento
del sur, las hojas áureas y las rojas,
y, en la caída clara de sus hojas,
se lleva al infinito el pensamiento.

Qué noble paz en este alejamiento
de todo; oh prado bello que deshojas
tus flores; oh agua fría ya, que mojas
con tu cristal estremecido el viento!

¡Encantamiento de oro! Cárcel pura,
en que el cuerpo, hecho alma, se enternece,
echado en el verdor de una colina!

En una decadencia de hermosura,
la vida se desnuda, y resplandece
la excelsitud de su verdad divina.

Juan Ramón Jiménez (1881-1958) fue una de las figuras más influyentes de la poesía moderna. Su obra lírica es de carácter introspectivo y simbólico. Evolucionó desde el modernismo hacia la búsqueda de la trascendencia.

Aquí realiza una meditación sobre el paso del tiempo. El hablante captura la belleza melancólica del otoño y lo eleva a una dimensión espiritual. De este modo, la estación no se presenta sólo como un tiempo de pérdida, sino como un estado de pureza y revelación.

La caída de las hojas genera un estado contemplativo, una expansión del pensamiento hacia lo eterno que inspira paz interior. Al igual que los árboles, el ser humano se despoja de lo superficial y muestra su verdadera esencia.

Con ello, el otoño funciona como una metáfora de la iluminación: al desvanecerse lo material, lo divino se vuelve más visible. La estación se convierte en un espejo del alma que, al desprenderse de lo terrenal, encuentra su verdad más elevada.

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6. Otoño - Ida Vitale

Otoño, perro
de cariñosa pata impertinente,
mueve las hojas de los libros.
Reclama que se atienda
las fascinantes suyas,
que en vano pasan del verde
al oro al rojo al púrpura.

Como en la distracción,
la palabra precisa
que pierdes para siempre.

Ida Vitale (1923) es una de las voces más importantes de la literatura uruguaya. Aunque también ha escrito prosa, lo que más destaca es su labor poética, como una de las máximas representantes del esencialismo.

A través de la figura de un "perro cariñoso pero impertinente", la hablante plantea el otoño como una presencia que interrumpe y recuerda lo fugaz de las experiencias.

La imagen de las hojas no sólo hace referencia a los árboles, sino también a los libros, simbolizando el paso del tiempo y las historias no leídas o las que ya no pueden ser detenidas.

Esta pérdida refleja la imposibilidad de detener el ritmo natural de la existencia. Similar a cómo las hojas de otoño caen sin poder ser recobradas, la vida se desvanece mientras el ser humano se distrae.

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7. Caed hojas, caed - Emily Brontë

Caed hojas Emily Bronte

Caed, hojas, caed; morid, flores, marchaos;
que se alargue la noche y se acorte el día;
cada hoja es felicidad para mí
mientras se agita en su árbol otoñal.

Sonreiré cuando estemos rodeados de nieve;
floreceré donde las rosas deberían crecer;
cantará cuando la putrefacción de la noche
se acomode en un día sombrío.

Emily Brontë (1818 - 1848) fue una escritora británica, conocida principalmente por su única novela, Cumbres Borrascosas (1847), una de las obras más importantes de la literatura inglesa. Su poesía, menos reconocida en aquella época, es celebrada hoy por su carácter introspectivo y filosófico.

Este poema rompe con la tradicional visión melancólica del otoño y el invierno, presentándolos como estaciones de plenitud y disfrute personal.

En lugar de lamentar la caída de las hojas o la llegada del frío, la hablante abraza la decadencia de la naturaleza con entusiasmo, sugiriendo una afinidad con lo oscuro y sombrío.

Así, en vez de aferrarse a la belleza primaveral, encuentra alegría en la transformación del mundo que la rodea, incluso en su descomposición.

Se trata de encontrar alegría en el proceso mismo del cambio. Es un acto de desafío: encontrar vida y fortaleza en la estación donde otros ven desolación.

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8. Otoño - Gabriela Mistral

A esta alameda muriente
he traído mi cansancio,
y estoy ya no sé qué tiempo
tendida bajo los álamos,
que van cubriendo mi pecho
de su oro divino y tardo.

Sin un ímpetu la tarde
se apagó tras de los álamos.
Por mi corazón mendigo
ella no se ha ensangrentado.
Y el amor al que tendí,
para salvarme, los brazos,
se está muriendo en mi alma
como arrebol desflocado.

Y no llevaba más que este
manojito atribulado
de ternura, entre mis carnes
como un infante, temblando,

¡Ahora se me va perdiendo
como un agua entre los álamos;
pero es otoño, y no agito,
para salvarlo, mis brazos!

En mis sienes la hojarasca
exhala un perfume manso.
Tal vez morir sólo sea
ir con asombro marchando
entre un rumor de hojas secas
y por un parque extasiado.

Aunque va a llegar la noche,
y estoy sola, y ha blanqueado
el suelo un azahar de escarcha,
para regresar no me alzo,
ni hago lecho, entre las hojas,
ni acierto a dar, sollozando,
un inmenso Padre Nuestro
por mi inmenso desamparo.

Gabriela Mistral (1889 - 1957) fue una destacada escritora chilena y la primera mujer latinoamericana en recibir el Premio Nobel de Literatura (1945).

Su poesía se caracteriza por una espiritualidad que oscila entre lo religioso y lo existencial. Entre sus temas recurrentes se encuentran la maternidad, el amor, la naturaleza, el dolor y la muerte.

Este poema expresa una profunda sensación de cansancio, resignación y melancolía, en donde la naturaleza actúa como reflejo del estado anímico de la hablante lírica. Así, las imágenes del otoño simbolizan la soledad, la pérdida y la inminencia de la muerte.

La voz busca el refugio bajo los álamos, árboles que también están perdiendo su follaje, aludiendo a su propia sensación de desgaste. De este modo, las hojas doradas cayendo sobre su pecho sugieren una especie de rito de despedida.

No hay dramatismo, sino una serena aceptación del fin del amor. Por ello, la muerte no es presentada con angustia, sino con un tono contemplativo. Se trata de un tránsito hacia otra dimensión. No es el fin, sino una transformación.

9. Oda al otoño - John Keats

Otoño Keats

Estación de las nieblas y fecundas sazones,
colaboradora íntima de un sol que ya madura,
conspirando con él cómo llenar de fruto
y bendecir las viñas que corren por las bardas,
encorvar con manzanas los árboles del huerto
y colmar todo fruto de madurez profunda;
la calabaza hinchas y engordas avellanas
con un dulce interior; haces brotar tardías
y numerosas flores hasta que las abejas
los días calurosos creen interminables
pues rebosa el estío de sus celdas viscosas.

¿Quién no te ha visto en medio de tus bienes?
Quienquiera que te busque ha de encontrarte
sentada con descuido en un granero
aventado el cabello dulcemente,
o en surco no segado sumida en hondo sueño
aspirando amapolas, mientras tu hoz respeta
la próxima gavilla de entrelazadas flores;
o te mantienes firme como una espigadora
cargada la cabeza al cruzar un arroyo,
o al lado de un lagar con paciente mirada
ves rezumar la última sidra hora tras hora.

¿En dónde con sus cantos está la primavera?
No pienses más en ellos sino en tu propia música.
Cuando el día entre nubes desmaya floreciendo
y tiñe los rastrojos de un matiz rosado,
cual lastimero coro los mosquitos se quejan
en los sauces del río, alzados, descendiendo
conforme el leve viento se reaviva o muere;
y los corderos balan allá por las colinas,
los grillos en el seto cantan, y el petirrojo
con dulce voz de tiple silba en alguna huerta
y trinan por los cielos bandos de golondrinas.

John Keats (1795 - 1821) fue uno de los principales poetas del Romanticismo inglés. Su obra se caracteriza por el uso de un lenguaje sensorial y la exploración de temas como el tiempo, la belleza y la transitoriedad de la vida.

En esta oda, el poeta captura la esencia del otoño de manera dual. Por un lado, es una estación de madurez y abundancia y, por otro, una representación del ciclo de la vida y la fugacidad del tiempo.

Desde el inicio, el hablante retrata la temporada como un momento de plenitud, trabajando en armonía con el sol para traer madurez y cosecha.

Así, utiliza imágenes para describir la abundancia: viñedos cargados, manzanas maduras, calabazas hinchadas y avellanas llenas. No hay tristeza en su llegada. Al contrario, es un momento de culminación y plenitud.

Keats humaniza el otoño, representándolo como una figura femenina serena y contemplativa. Esta visión personificada refuerza la idea de que no es sólo un fenómeno natural, sino una presencia viva y activa en la transformación del mundo.

A diferencia de otros poemas otoñales que enfatizan la melancolía, el autor la muestra como una época vibrante y fecunda, pero también con una dulce aceptación de la transitoriedad.

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Catalina Arancibia Durán
Catalina Arancibia Durán
Máster en Literatura Española e Hispanoamericana. Diplomada en Teoría y Crítica de Cine. Profesora de talleres literarios y correctora de estilo.