17 hermosos poemas para dedicar a las madres (comentados)


Marián Ortiz
Marián Ortiz
Especialista en Medios Audiovisuales

El tema de la maternidad ha servido como inspiración a muchos poetas a lo largo del tiempo.

Cualquier momento es bueno para dedicar unas bellas palabras a las madres, quienes sacan lo mejor de sí mismas y nos enseñan e inspiran cada día. Por eso, aquí te dejamos una selección de 16 poemas comentados, de célebres autores, para dedicarle a tu mamá y expresarle todo el cariño del mundo.

1. Dulzura, de Gabriela Mistral

Es difícil expresar el amor hacia una madre con palabras. En este hermoso poema de la poeta chilena Gabriela Mistral, contenido en su libro Ternura (1924), el hablante lírico expresa todo el amor que siente hacia su madre. Refleja esa unión maternofilial que viene, incluso, desde el propio vientre de la madre.

Madrecita mía,
madrecita tierna,
déjame decirte
dulzuras extremas.

Es tuyo mi cuerpo
que juntaste en ramo,
deja revolverlo
sobre tu regazo.

Juega tú a ser hoja
y yo a ser rocío,
y en tus brazos locos
tenme suspendido.

Madrecita mía,
todito mi mundo,
déjame decirte
los cariños sumos.

2. Cuando sea grande, de Álvaro Yunque

Entre las composiciones poéticas del escritor argentino Álvaro Yunque, se encuentran algunos poemas infantiles como este. En él, no solo se expresa la fraternidad a través de la imaginación del niño, sino también el amor filial hacia una madre, por la cual el hijo es capaz de hacer hasta lo imposible: bajar la luna del cielo.

Mamá: cuando sea grande
voy a hacer una escalera
tan alta que llegue al cielo
para ir a coger estrellas.

Me llenaré los bolsillos
de estrellas y de cometas,
y bajaré a repartirlos
a los chicos de la escuela.

Para ti voy a traerte,
mamita, la luna llena,
para que alumbre la casa
sin gastar en luz eléctrica.

3. A mi madre, de Edgar Allan Poe

El autor estadounidense, Edgar Allan Poe, también dedicó un poema a su madre adoptiva. La prematura muerte de su mamá biológica, influyó significativamente en su obra. En esta composición menciona a ambas, pero en ella destaca el amor que ha profesado hacia Francis Allan, por ser mucho más que su madre.

Porque creo que en los cielos, arriba,
los ángeles que uno a otro se susurran
no hallan entre sus palabras de amor
ninguna tan devota como “Madre”,

desde siempre te he dado yo ese nombre,
tú que eres más que madre para mí
y llenas mi corazón, donde la muerte
te puso, libre el alma de Virginia.

Mi propia madre, que murió muy pronto
no era más que mi madre, pero tú
eres la madre de a quien yo quería,

y así eres más querida tú que aquella,
igual que, infinitamente, a mi esposa
amaba más mi alma que a sí misma.

4. Amor, de Pablo Neruda

Este poema de Neruda, de temática amorosa, forma parte del su etapa inicial en la poesía. En esta composición, contenida en el poemario Crepusculario (1923), el hablante lírico expresa el amor que siente hacia su amada. La adoración que siente hacia ella es tal, que desearía haber sido su propio hijo.

Mujer, yo hubiera sido tu hijo, por beberte
la leche de los senos como de un manantial,
por mirarte y sentirte a mi lado y tenerte
en la risa de oro y la voz de cristal.

Por sentirte en mis venas como Dios en los ríos
y adorarte en los tristes huesos de polvo y cal,
porque tu ser pasará sin pena al lado mío
y ¿saliera en la estrofa? Limpio de todo mal.

Cómo sabría amarte, mujer, cómo sabría
amarte, ¡amarte como nadie supo jamás!
Morir y todavía amarte más.
Y todavía amarte más y más.

5. Consejo maternal, de Olegario Víctor Andrade

A menudo, las mamás son quienes más conocen a sus hijos. Esa complicidad maternofilial puede ser difícil de expresar con palabras. El autor de origen brasileño, Olegario Víctor Andrade, escribió un poema sobre esta conexión inexplicable de las madres con el alma de sus hijos. Un poema que nos recuerda que las madres siempre están ahí, en los buenos y en los malos momentos.

Ven para acá, me dijo dulcemente
mi madre cierto día,
(aún me parece que escucho en el ambiente
de su voz la celeste melodía).

Ven y dime qué causas tan extrañas
te arrancan esa lágrima, hijo mío,
que cuelga de tus trémulas pestañas
como gota cuajada de rocío.

Tú tienes una pena y me la ocultas:
¿no sabes que la madre más sencilla
sabe leer en el alma de sus hijos
como tú en la cartilla?

¿Quieres que te adivine lo que sientes?
Ven para acá, pilluelo,
que con un par de besos en la frente
disiparé las nubes de tu cielo.

Yo prorrumpí a llorar. Nada, le dije,
las causa de mis lágrimas ignoro;
pero de vez en cuando se me oprime
el corazón, y ¡lloro!...

Ella inclinó la frente pensativa,
se turbó su pupila,
y enjugando sus ojos y los míos,
me dijo más tranquila:

Llama siempre a tu madre cuando sufras
que vendrá muerta o viva:
si está en el mundo a compartir tus penas,
y si no, a consolarte desde arriba.

Y lo hago así cuando la suerte ruda
como hoy perturba de mi hogar la calma,
invoco el nombre de mi madre amada,
¡y entonces siento que se ensancha mi alma!

6. Caricia, de Gabriela Mistral

No hay mayor refugio que los brazos de una mamá. Gabriela Mistral escribió poemas como este, donde plasma la imagen de una madre que besa, cuida y protege a su hijo entre sus brazos. Uno de los más tiernos y nobles gestos de amor que puede haber en el mundo.

Madre, madre, tú me besas,
pero yo te beso más,
y el enjambre de mis besos
no te deja ni mirar...

Si la abeja se entra al lirio,
no se siente su aletear.
Cuando escondes a tu hijito
ni se le oye respirar...

Yo te miro, yo te miro
sin cansarme de mirar,
y qué lindo niño veo
a tus ojos asomar...

El estanque copia todo
lo que tú mirando estás;
pero tú en las niñas tienes
a tu hijo y nada más.

Los ojitos que me diste
me los tengo de gastar
en seguirte por los valles,
por el cielo y por el mar...

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7. Amor filial, Amado Nervo

Este poema de Amado Nervo, uno de los mayores representantes del modernismo hispanoamericano, está dedicado a sus progenitores. El hablante lírico expresa su adoración a su madre y a su padre. Ellos son quienes lo acompañan siempre en sus buenos y malos momentos, y también quienes lo han enseñado a ser bondadoso y dichoso.

Yo adoro a mi madre querida,
yo adoro a mi padre también;
ninguno me quiere en la vida
como ellos me saben querer.

Si duermo, ellos velan mi sueño;
si lloro, están tristes los dos;
si río, su rostro es risueño;
mi risa es para ellos el sol.

Me enseñan los dos con inmensa
ternura a ser bueno y feliz.
Mi padre por mi lucha y piensa,
mi madre ora siempre por mí.

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8. ¡Ay!, cuando los hijos mueren, de Rosalía de Castro

Esta composición elegíaca forma parte de una de las primeras obras de la autora gallega Rosalía de Castro, la cual lleva por título A mi madre (1863).

En este poema, trata el tema de la muerte, y la angustia que causa para una madre la muerte de un hijo. El hablante lírico, también explora su propio dolor aludiendo al momento del deceso de su propia madre.

I

¡Ay!, cuando los hijos mueren,
rosas tempranas de abril,
de la madre el tierno llanto
vela su eterno dormir.
Ni van solos a la tumba,
¡ay!, que el eterno sufrir
de la madre, sigue al hijo
a las regiones sin fin.

Mas cuando muere una madre,
único amor que hay aquí;
¡ay!, cuando una madre muere,
debiera un hijo morir.

II

Yo tuve una dulce madre,
concediéramela el cielo,
más tierna que la ternura,
más ángel que mi ángel bueno.

En su regazo amoroso,
sonaba… ¡sueño quimérico!
dejar esta ingrata vida
al blando son de sus rezos.

Mas la dulce madre mía,
sintió el corazón enfermo,
ternura y dolores,
¡ay!, derritióse en su pecho.

Pronto las tristes campanas
dieron al viento sus ecos;
murióse la madre mía;
sentí rasgarse mi seno.

La virgen de las Mercedes,
estaba junto a mi lecho…
Tengo otra madre en lo alto…
¡por eso yo no me he muerto!

9. La madre ahora, de Mario Benedetti

Esta composición del poeta uruguayo Mario Benedetti está contenido en el poemario El amor, las mujeres y la vida (1995), una compilación de poemas de amor.

Este poema personal del autor evoca el recuerdo de su madre, testigo de acontecimientos difíciles a nivel social y político en su país. Alude a un periodo de 12 años, en los que el autor se pasó en el exilio. En estos versos, los ojos de su madre, quien permaneció indemne en aquel lugar en apuros, son como los suyos propios.

Doce años atrás
cuando tuve que irme
dejé a mi madre junto a su ventana
mirando la avenida

ahora la recobro
solo con un bastón de diferencia

en doce años transcurrieron
ante su ventanal algunas cosas
desfiles y redadas
fugas estudiantiles
muchedumbres
puños rabiosos
y gases de lágrimas
provocaciones
tiros lejos
festejos oficiales
banderas clandestinas
vivas recuperados

después de doce años
mi madre sigue en su ventana
mirando la avenida

o acaso no la mira
solo repasa sus adentros
no sé si de reojo o de hito en hito
sin pestañear siquiera

páginas sepias de obsesiones
con un padrastro que le hacía
enderezar clavos y clavos
o con mi abuela la francesa
que destilaba sortilegios
o con su hermano insociable
que nunca quiso trabajar

tantos rodeos me imagino
cuando fue jefa en una tienda
cuando hizo ropa para niños
y unos conejos de colores
que todo el mundo le elogiaba

mi hermano enfermo o yo con tifus
mi padre bueno y derrotado
por tres o cuatro embustes
pero sonriente y luminoso
cuando la fuente era de ñoquis

ella repasa sus adentros
ochenta y siete años de grises
sigue pensando distraída
y algún acento de ternura
se le ha escapado como un hilo
que no se encuentra con su aguja

como si quisiera comprenderla
cuando la veo igual que antes
desperdiciando la avenida
pero a esta altura qué otra cosa
puedo hacer yo que divertirla
con cuentos ciertos o inventados
comprarle una tele nueva
o alcanzarle su bastón.

10. Cuando duerme una madre junto al niño, de Miguel de Unamuno

Este fragmento del poema Rimas, de Unamuno, evoca el estrecho vínculo que se produce entre madres e hijos. En él, el hablante lírico expresa sus sentimientos hacia su madre, cuyo recuerdo es eterno.

(...)

2

Cuando duerme una madre junto al niño
duerme el niño dos veces;
cuando duermo soñando en tu cariño
mi eterno ensueño meces.

Tu eterna imagen llevo de conducho
para el viaje postrero;
desde que en ti nací, una voz escucho
que afirma lo que espero.

Quien así quiso y así fue querido
nació para la vida;
solo pierde la vida su sentido
cuando el amor se olvida.

Yo sé que me recuerdas en la tierra
pues que yo te recuerdo,
y cuando vuelva a la que tu alma encierra
si te pierdo, me pierdo.

Hasta que me venciste, mi batalla
fue buscar la verdad;
tú eres la única prueba que no falla
de mi inmortalidad.


11. Hay un lugar en el mundo, de Alda Merini

Los brazos de una mamá deberían ser eternos, para volver a ser niños. Esta bella composición, atribuida a la escritora y poeta italiana Alda Merini, evoca ese lugar donde siempre queremos volver.

Imagen del poema Hay un lugar en el mundo

Hay un lugar en el mundo donde el corazón late rápido,
donde te quedas sin aliento por la emoción que sientes,
donde el tiempo se detiene y ya no tienes edad.

Ese lugar está en tus brazos donde tu corazón no envejece,
mientras que tu mente nunca deja de soñar.

12. A mi madre, de Manuel Gutiérrez Nájera

Este poema del escritor mexicano Gutiérrez Nájera, uno de los precursores del Modernismo literario, expone los lamentos de un hijo que, en un momento de mucho dolor, implora el amor a su madre, quien significa todo para él. El autor dedicó este poema a su progenitora en el año 1878.


¡Madre, madre, si supieras
cuántas sombras de tristeza
Tengo aquí!
Si me oyeras, y si vieras
Esta lucha que ya empieza
Para mí

Tú me has dicho que al que llora
Dios más ama; que es sublime
Consolar:
Ven entonces, madre y ora;
Si la fe siempre redime,
Ven a orar

De tus hijos el que menos
Tu cariño merecía
Soy quizás;
Pero al ver cual sufro y peno
Has de amarme, madre mía
Mucho más.

¡Te amo tanto! Con tus manos
Quiero a veces estas sienes
Apretar

Ya no quiero sueños vanos:
Ven ¡oh, madre! que si vienes
Vuelvo a amar

Solo, madre, tu cariño,
Nunca, nunca, se ha apagado
para mí.

Yo te amaba desde niño;
Hoy… la vida he conservado
para ti.

Muchas veces, cuando alguna
pena oculta devora
sin piedad,
Yo me acuerdo de la cuna
Que meciste en la aurora
de mi edad.

Cuando vuelvo silencioso
Inclinado bajo el peso
De mi cruz,
Tú me ves, me das un beso
Y en ni pecho tenebroso
Brota luz

Ya no quiero los honores;
Quiero solo estar en calma
Donde estás;

Solo busco tus amores;
Quiero darte toda mi alma…
Mucho más.

Todo, todo, me ha dejado;
En mi pecho la amargura
Descansó;

Mis ensueños me han burlado,
Tu amor solo, por ventura
Nunca huyó.

Tal vez, madre, delirante,
sin saber ni lo que hacía
Te ofendí.

¿Por qué, madre, en ese instante?
¿Por qué entonces, vida mía,
no morí?

Muchas penas te he causado,
Madre sana, con mi loca
Juventud:
De rodillas a tu lado
Hoy mi labio solo invoca
La virtud.

Yo he de ser el que sostenga
Cariñoso tu cansada
Ancianidad;

Yo he de ser quien siempre venga
A beber en tu mirada
Claridad.

Si me muero —ya presiento
que este mundo no muy tarde
Dejaré, —
En la lucha dame aliento,
Y a mi espíritu cobarde
Dale fe.

Nada tengo yo que darte;
Hasta el pecho me salta
De pasión:

Solo, madre, para amarte
Ya me falta, ya me falta Corazón.

13. Apegado a mí, de Gabriela Mistral

Entre los poemas de Gabriela Mistral, se encuentra este sobre la maternidad. Esta composición evoca la imagen de una madre que abraza en su seno a su recién nacido, a quien pide que no se separe de ella.

Velloncito de mi carne
que en mi entraña yo tejí,
velloncito friolento,
¡duérmete apegado a mí!

La perdiz duerme en el trébol
escuchándote latir:
no te turben mis alientos,
¡duérmete apegado a mí!

Hierbecita temblorosa
asombrada de vivir
no te sueltes de mi pecho
¡duérmete apegado a mí!

Yo que todo lo he perdido
ahora tiemblo hasta al dormir.
No resbales de mi brazo:
¡duérmete apegado a mí!

14. Doña Luz XVII, de Jaime Sabines

Superar la muerte de una mamá puede ser un proceso muy difícil. El poeta mexicano, Jaime Sabines, dedicó esta composición a su madre, quien fue una gran influencia para él en su poesía. En estos versos, se adivina el proceso de duelo del hablante lírico, ante la ausencia de su progenitora.

Lloverás en el tiempo de lluvia,
harás calor en el verano,
harás frío en el atardecer.
Volverás a morir otras mil veces.

Florecerás cuando todo florezca.
No eres nada, nadie, madre.

De nosotros quedará la misma huella,
la semilla del viento en el agua,
el esqueleto de las hojas en la tierra.
Sobre las rocas, el tatuaje de las sombras,
en el corazón de los árboles la palabra amor.

No somos nada, nadie, madre.
Es inútil vivir
pero es más inútil morir.

15. Madre, llévame a la cama, de Miguel de Unamuno

El escritor español Miguel de Unamuno dedicó parte de su obra a la poesía. En esta composición, el hablante lírico le pide a su madre que lo acompañe antes de ir a dormir. En él se percibe el cuidado que las mamás proporcionan a sus hijos y la calma que, solo ellas, transmiten para conciliar el sueño.

Madre, llévame a la cama.
Madre, llévame a la cama,
que no me tengo en pie.
Ven, hijo, Dios te bendiga
y no te dejes caer.

No te vayas de mi lado,
cántame el cantar aquel.
Me lo cantaba mi madre;
de mocita lo olvidé,
cuando te apreté a mis pechos
contigo lo recordé.

¿Qué dice el cantar, mi madre,
qué dice el cantar aquel?
No dice, hijo mío, reza,
reza palabras de miel;
reza palabras de ensueño
que nada dicen sin él.

¿Estás aquí, madre mía?
Porque no te logro ver…
Estoy aquí, con tu sueño;
duerme, hijo mío, con fe.

16. Dones, de Luis Gonzaga Urbina

Este poema del autor mexicano Luis Gonzaga Urbina está dedicado a sus progenitores. En él, el hablante lírico destaca las habilidades heredadas de cada uno de ellos, especialmente de su madre, quien lo llenó de ternura, amor, dulzura y vitalidad. Lo enseñó a apreciar los detalles más hermosos de la vida.

Mi padre fue muy bueno: me donó su alegría
ingenua; su ironía
amable: su risueño y apacible candor.
¡Gran ofrenda la suya! Pero tú, madre mía,
tú me hiciste el regalo de tu suave dolor.

Tú pusiste en mi alma la enfermiza ternura,
el anhelo nervioso e incansable de amar;
las recónditas ansias de creer; la dulzura
de sentir la belleza de la vida, y soñar.

Del ósculo fecundo que se dieron dos seres
el gozoso y el triste- en una hora de amor,
nació mi alma inarmónica; pero tú, madre, eres
quien me ha dado el secreto de la paz interior.

A merced de los vientos, como una barca rota
va, doliente, el espíritu; desesperado, no.
La placidez alegre poco a poco se agota;
mas sobre la sonrisa que me dio el padre, brota
de mis ojos la lágrima que la madre me dio.

17. Amor eterno, de Gustavo Adolfo Bécquer

El poeta más representativo del Romanticismo español escribió hermosos poemas de amor. Si bien, en esta rima, el hablante lírico expresa sentimientos eternos hacia su amada, sus versos también describen a la perfección el amor filial.

El amor hacia una mamá es, tal y como dice este poema, imposible de apagar.

Imagen del poema Amor Eterno

Podrá nublarse el sol eternamente;
podrá secarse en un instante el mar;
podrá romperse el eje de la tierra
como un débil cristal.

¡Todo sucederá! Podrá la muerte
cubrirme con su fúnebre crespón;
pero jamás en mí podrá apagarse
la llama de tu amor.

Referencias bibliográficas:

  • de Castro, R. (2021). A mi madre. Saga.
  • de Unamuno, M. (2021). Miguel de Unamuno: Obras completas. Wisehouse.
  • Neruda, P. (2010). Crepusculario. Losada.
  • Poe, E. A. (2019). El silencio y otros poemas (A. Rivero, Trad.). Nórdica Libros.
  • Sabines, J. (2012). Antología poética. Fondo de Cultura Económica.

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Marián Ortiz
Marián Ortiz
Graduada en Comunicación Audiovisual (2016) por la Universidad de Granada, con máster en Guion, Narrativa y Creatividad Audiovisual (2017) de la Universidad de Sevilla.