41 poemas importantes del Romanticismo (explicados)


Andrea Imaginario
Andrea Imaginario
Especialista en artes, literatura e historia cultural

Presentamos una selección de poemas cortos del romanticismo que ejemplifican la estética, los valores y los temas de este movimiento, tales como la subjetividad, la libertad, las pasiones, el nacionalismo, la revolución, la espiritualidad, la búsqueda de lo sublime y la trascendencia.

El romanticismo fue un movimiento literario y artístico surgido en la transición hacia el siglo XIX. Aunque como movimiento se desarrolló hasta 1830 aproximadamente, se mantuvo vigente en importantes escritores de la segunda mitad del siglo.

1. ¿Por qué estás silenciosa?

Autor: William Wordsworth

¿Por qué estás silenciosa? ¿Es una planta
tu amor, tan deleznable y pequeñita,
que el aire de la ausencia lo marchita?
Oye gemir la voz en mi garganta:

Yo te he servido como a regia Infanta.
Mendigo soy que amores solicita…
¡Oh limosna de amor! Piensa y medita
que sin tu amor mi vida se quebranta.

¡Háblame! no hay tormento cual la duda:
Si mi amoroso pecho te ha perdido
¿su desolada imagen no te mueve?

¡No permanezcas a mis ruegos muda!
que estoy más desolado que, en su nido,
el ave a la que cubre blanca nieve.

El amante suplica, desesperado, una respuesta de la amada. Su silencio se le hace angustia y noche, mientras su amor le hace esclavo de sus deseos. El amante mendiga, se desquicia, se enajena mientras espera.

2. Cuando nosotros nos separamos

Autor: Lord Byron

Cuando nosotros nos separamos
con silencio y lágrimas,
con el corazón medio roto
para desunirnos por años,
pálidas se volvieron tus mejillas y frías,
y aún más frío tu beso;
en verdad esa hora predijo
aflicción a ésta.
El rocío de la mañana
se hundió frío en mi frente:
lo sentía como el aviso
de lo que ahora siento.

Todas las promesas están rotas
e inconstante es tu reputación:
oigo pronunciar tu nombre
y comparto su vergüenza.
Ante mí te nombran,
tañido de muerte que escucho;
un temblor me recorre:
¿por qué te quise tanto?
No saben que te conocía,
que te conocía muy bien:
mucho, mucho tiempo te lamentaré,
muy hondamente para expresarlo.

En secreto nos encontramos.
En silencio me duelo,
que tu corazón pueda olvidar,
y engañar tu espíritu.
Si te volviese a encontrar,
después de muchos años,
¿cómo debería acogerte?
Con silencio y lágrimas.

Al amante no solo le duele la separación, sino el eco terrible de la reputación de la amada, que llega a sus oídos por voces amigas que ignoran la historia de la pareja. Dolor y vergüenza siente el amante. ¿Qué hacer ante un posible reencuentro?

3. Rimas, XI

Autor: Gustavo Adolfo Bécquer

—Yo soy ardiente, yo soy morena,
yo soy el símbolo de la pasión;
de ansia de goces mi alma está llena.
¿A mí me buscas?
—No es a ti, no.

—Mi frente es pálida, mis trenzas de oro,
puedo brindarte dichas sin fin.
Yo de ternura guardo un tesoro.
¿A mí me llamas?
—No, no es a ti.

—Yo soy un sueño, un imposible,
vano fantasma de niebla y luz;
soy incorpórea, soy intangible;
no puedo amarte.
—¡Oh ven; ven tú!

En este poema, Gustavo Adolfo Bécquer representa la ironía del alma humana, que no se contenta con aquello que el mundo le ofrece, sino que se empeña en desear el sueño imposible. Allí nace su tragedia.

4. Caed, hojas, caed

Autora: Emily Brontë

Caed, hojas, caed; morid, flores, marchaos;
que se alargue la noche y se acorte el día;
cada hoja es felicidad para mí
mientras se agita en su árbol otoñal.

Sonreiré cuando estemos rodeados de nieve;
floreceré donde las rosas deberían crecer;
cantará cuando la putrefacción de la noche
se acomode en un día sombrío.

Emily Brontë, conocida por su novela Cumbres Borrascosas, conmueve con este poema donde el alma apasionada se aferra a la vida aun cuando las flores marchiten, las heladas amenacen y la noche se ciña sobre ella.

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5. Elegías, nº 8

Autor: Johann Wolfgang von Goethe

Cuando dícesme, amada, que nunca te miraron
con grado los hombres, ni hizo caso la madre
de ti, hasta que en silencio una mujer te hiciste,
lo dudo y me complace imaginarte rara,
que asimismo a la vid faltan color y forma,
cuando ya la frambuesa a dioses y hombres seduce.

El amante compara a su amada con la vid que solo al madurar brinda sus mejores dones para complacer a los hombres y a los dioses. Como es propio del romanticismo, la naturaleza se vuelve metáfora del ser.

6. Eternidad

Autor: William Blake

Quien a sí encadenare una alegría
malogrará la vida alada.
Pero quien la alegría besare en su aleteo
vive en el alba de la eternidad.

Para el poeta, la alegría no puede ser poseída sino experimentada en libertad, respetando su ir y venir como parte de su propia naturaleza.

7. La mariposa

Autor: Alphonse de Lamartine

Nacer en primavera
Y efímera morir como la rosa;
Cual céfiro ligera
Empaparse en esencia deliciosa
Y en el diáfano azul que la embriaga
Nadar tímida y vaga;
Mecerse en una flor abierta apenas,
Del ala sacudir el oro fino,
Y luego alzando el vuelo
Perderse en las serenas
Regiones de la luz; tal tu destino,
¡Oh alada mariposa!
Tal de los hombres el inquieto anhelo;
Volando acá y allá, nunca reposa,
Y remóntase al cielo.

El francés Alphonse de Lamartine se fija en la mariposa, en su aleteo salteador y su fugacidad, solo para luego compararla con el ser humano, expuesto a la misma suerte.

8. Necedad de la guerra

Autor: Víctor Hugo

Estúpida Penélope, de sangre bebedora,
que arrastras á los hombres con rabia embriagadora
a la matanza loca, terrífica, fatal,
¿de qué sirves? ¡oh guerra! si tras desdicha tanta
destruyes un tirano y un nuevo se levanta,
y a lo bestial, por siempre, reemplaza lo bestial?

Traducción: Ricardo Palma

Para el romántico francés, Víctor Hugo, la guerra es una experiencia inútil, pues todo tirano acaba sustituido por otro. Es la ironía romántica. Habla el desengaño frente al poder.

9. Oda a la alegría

Autor: Friedrich Schiller

¡Alegría, hermoso destello de los dioses,
hija del Elíseo!
Ebrios de entusiasmo entramos,
diosa celestial, en tu santuario.
Tu hechizo une de nuevo
lo que la acerba costumbre había separado;
todos los hombres vuelven a ser hermanos
allí donde tu suave ala se posa.

Aquel a que la suerte ha concedido
una amistad verdadera,
quien haya conquistado a una hermosa mujer,
¡una su júbilo al nuestro!
Aun aquel que pueda llamar suya
siquiera a un alma sobre la tierra.
Mas quien ni siquiera esto haya logrado,
¡que se aleje llorando de esta hermandad!

Todos beben de alegría
en el seno de la Naturaleza.
Los buenos, los malos,
siguen su camino de rosas.
Nos dio besos y vino,
y un amigo fiel hasta la muerte;
lujuria por la vida le fue concedida al gusano
y al querubín la contemplación de Dios.
¡Ante Dios!

Gozosos como vuelan sus soles
a través del formidable espacio celeste,
corred así, hermanos, por vuestro camino alegres
como el héroe hacia la victoria.

¡Abrazaos millones de criaturas!
¡Que un beso una al mundo entero!
Hermanos, sobre la bóveda estrellada
debe habitar un Padre amoroso.
¿Os postráis, millones de criaturas?
¿No presientes, oh mundo, a tu Creador?
Búscalo más arriba de la bóveda celeste
¡Sobre las estrellas ha de habitar!

La oda a la alegría es uno de los poemas más célebres de Schiller, gracias también a que fue musicalizado en el cuarto movimiento de la Novena Sinfonía de Beethoven, popularmente conocido como «Himno a la alegría». Schiller canta a la alegría que brota de la creación divina y de la convicción de la hermandad de todos los seres humanos.

Puedes profundizar en: Himno a la alegría de Ludwig van Beethoven

10. Desesperación

Autor: Samuel Taylor Coleridge

He experimentado lo peor,
Lo peor que el mundo puede forjar,
Aquello que urde la vida indiferente,
Perturbando en un susurro
La oración de los moribundos.
He contemplado la totalidad, desgarrando
En mi corazón el interés por la vida,
Para ser disuelto y alejado de mis esperanzas,
Nada resta ahora. ¿Por qué vivir entonces?
Aquel rehén, que el mundo mantiene cautivo
Otorgando la promesa de que aún vivo,
Aquella esperanza de mujer, la pura fe
En su amor inmóvil, que celebró en mi su tregua
Con la tiranía del amor, se han ido.
¿Hacia dónde?
¿Qué puedo responder?
¡Se han ido! ¡Debería romper el infame pacto,
Este vínculo de sangre que me ata a mí mismo!
En silencio lo he de hacer.

Coleridge se aboca a uno de los sentimientos más explorados del romanticismo: la desesperación. En este poema, si bien la desesperación nace de una desilusión amorosa, tiene su raíz profunda en los demonios interiores del poeta que, extenuado, experimenta la sensación del sinsentido.

11. ¡Ten compasión, piedad, amor! ¡Amor, piedad!

Autor: John Keats

¡Ten compasión, piedad, amor! ¡Amor, piedad!
Piadoso amor que no nos hace sufrir sin fin,
amor de un solo pensamiento, que no divagas,
que eres puro, sin máscaras, sin una mancha.
Permíteme tenerte entero… ¡Sé todo, todo mío!
Esa forma, esa gracia, ese pequeño placer
del amor que es tu beso… esas manos, esos ojos divinos
ese tibio pecho, blanco, luciente, placentero,
incluso tú misma, tu alma por piedad dámelo todo,
no retengas un átomo de un átomo o me muero,
o si sigo viviendo, sólo tu esclavo despreciable,
¡olvida, en la niebla de la aflicción inútil,
los propósitos de la vida, el gusto de mi mente
perdiéndose en la insensibilidad, y mi ambición ciega!

El alma enamorada desea la posesión del amor, la retribución de la esperanza, la entrega absoluta. Sin la plenitud del amor consumado, el sentido de la vida se disuelve.

12. A ***, dedicándoles estas poesías

Autor: José de Espronceda

Marchitas ya las juveniles flores,
nublado el sol de la esperanza mía,
hora tras hora cuento, y mi agonía
crecen y mi ansiedad y mis dolores.

Sobre terso cristal ricos colores
pinta alegre tal vez mi fantasía,
cuando la triste realidad sombría
mancha el cristal y empaña sus fulgores.

Los ojos vuelvo en incesante anhelo,
y gira en torno indiferente el mundo,
y en torno gira indiferente el cielo.

A ti las quejas de mi mal profundo,
hermosa sin ventura, yo te envío:
mis versos son tu corazón y el mío.

En este soneto, el amante contempla su suerte agónica ante la espera del amor. Aun sumido en la tristeza, no puede más que dedicar sus versos y alma a su amada, cuyo nombre permanece incógnito.

13. Ozymandias

Autor: Percy Bysshe Shelley

A un viajero vi, de tierras remotas.
Me dijo: hay dos piernas en el desierto,
De piedra y sin tronco. A su lado cierto
Rostro en la arena yace: la faz rota,

Sus labios, su frío gesto tirano,
Nos dicen que el escultor ha podido
Salvar la pasión, que ha sobrevivido
Al que pudo tallarlo con su mano.

Algo ha sido escrito en el pedestal:
«Soy Ozymandias, el gran rey. ¡Mirad
Mi obra, poderosos! ¡Desesperad!:

La ruina es de un naufragio colosal.
A su lado, infinita y legendaria
Sólo queda la arena solitaria».

En este poema, Percy Bysshe Shelley narra el encuentro entre un poeta y un viajero. Dándole voz a este, le permite describir las ruinas de una antigua escultura, cuya descripción nos recuerda al faraón egipcio. El propósito de Shelley es uno: el poderoso muere y con él, su poder desaparece. El arte y el artista, en cambio, trascienden en el tiempo.

14. Amar en soledad y misterio

Autora: Mary Wollstonecraft Shelley

Amar en Soledad y Misterio;
Idolatrar a quien nunca querrá mi amor;
Entre mí misma y mi elegido santuario
Un oscuro abismo bosteza con temor,
Y pródigo para uno, yo misma una esclava,
¿Qué cosecharé de la semilla que cultivaba?

El amor responde con una preciada y sutil mentira;
Porque él encarna tan dulce aspecto,
Que, usando solo el arma de su sonrisa,
Y contemplándome con ojos que encienden afecto,
Ya no puedo resistir más el intenso poder,
De venerarlo con todo mi ser.

Para la mujer enamorada, el amor se torna misterio inconfesado, y no puede más que acrecentarse ante la imagen sonriente del amado, aunque todo sea ilusión.

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15. Canto del reír

Autor: William Blake

Cuando los verdes bosques ríen con la voz del júbilo,
y el arroyo encrespado se desplaza riendo;
cuando ríe el aire con nuestras divertidas ocurrencias,
y la verde colina ríe del estrépito que hacemos;
cuando los prados ríen con vívidos verdes,
y ríe la langosta ante la escena gozosa;
cuando Mary y Susan y Emily
cantan «¡ja, ja, ji!» con sus dulces bocas redondas.
Cuando los pájaros pintados ríen en la sombra
donde nuestra mesa desborda de cerezas y nueces,
acercaos y alegraos, y uníos a mí,
para cantar en dulce coro el «¡ja, ja, ji!»

Traducción: Antonio Restrepo

El romanticismo no solo canta al amor y la nostalgia. También lo hace al goce y la alegría, aún la más pasajera. Celebra la vida emocionada, intensa y compartida.

16. Impromptu. En respuesta a la pregunta: ¿Qué es la poesía?

Autor: Alfred de Musset

Ahuyentar los recuerdos, fijar el pensamiento,
sobre un bello eje de oro mantenerlo oscilante,
inquieto e inseguro, mas sin embargo quedo,
acaso eternizar el sueño de un instante.
Amar lo puro y lo bello y buscar su armonía;
escuchar en el alma el eco del talento;
cantar, reír, llorar, solo, al azar, sin guía;
de un suspiro o una sonrisa, de una voz o mirada,
hacer obra exquisita, pletórica de gracia,
de una lágrima perla: esa es la pasión
del poeta en la tierra, su vida y su ambición.

La reflexión poética es parte de las inquietudes del romanticismo. En este poema, Musset describe lo que es la poesía para él: buscar la trascendencia en la aparente futilidad de la vida.

17. A la ciencia

Autor: Edgar Allan Poe

¡Ciencia! ¡verdadera hija del tiempo tú eres!
que alteras todas las cosas con tus escrutadores ojos.
¿Por qué devoras así el corazón del poeta,
buitre, cuyas alas son obtusas realidades?

¿Cómo debería él amarte? o ¿cómo puede juzgarte sabia
aquel a quien no dejas en su vagar
buscar un tesoro en los enjoyados cielos,
aunque se elevara con intrépida ala?

¿No has arrebatado a Diana de su carro?
¿Ni expulsado a las Hamadríades del bosque
para buscar abrigo en alguna feliz estrella?

¿No has arrancado a las Náyades de la inundación,
al Elfo de la verde hierba, y a mí
del sueño de verano bajo el tamarindo?

El romanticismo se enfrenta al paso del mundo tradicional al moderno, donde el conocimiento y la ciencia se hacen promesa de salvación humana. El poeta refleja la paradoja: si bien la ciencia se abre triunfante, amenaza de muerte la imaginación poética.

18. Sintiéndose acabar con el estío

Autor: Rosalía de Castro

Sintiéndose acabar con el estío
la desahuciada enferma,
«¡Moriré en el otoño!
—pensó entre melancólica y contenta—,
y sentiré rodar sobre mi tumba
las hojas también muertas».
Mas... ni aun la muerte complacerla quiso,
cruel también con ella;
perdonóle la vida en el invierno
y, cuando todo renacía en la tierra,
la mató lentamente, entre los himnos
alegres de la hermosa primavera.

Este poema está signado por la ironía romántica. La muerte no acecha a la enferma en las temporadas frías, sino que le roba el aliento cuando la primavera florece.

19. Nada resta de ti

Autora: Carolina Coronado

Nada resta de ti... Te hundió el abismo...
Te tragaron los monstruos de los mares.
No quedan en los fúnebres lugares
ni los huesos siquiera de ti mismo.

Fácil de comprender, amante Alberto,
es que perdieras en el mar la vida;
mas no comprende el alma dolorida
cómo yo vivo cuando tú ya has muerto.

Darnos la vida a mí y a ti la muerte,
darnos a ti la paz y a mí la guerra,
dejarte a ti en el mar y a mí en la tierra...
¡es la maldad más grande de la suerte!

En este poema escrito en 1848, Carolina Coronado representa el dolor ante la muerte de su amado en mar abierto. La amante apasionada no puede comprender que siga viva para sufrir el tormento de la ausencia.

20. El consenso público

Autor: Friedrich Hölderlin

¿No es más bella la vida de mi corazón
desde que amo? ¿Por qué me distinguíais más
cuando yo era más arrogante y arisco,
más locuaz y más vacío?

¡Ah! La muchedumbre prefiere lo que se cotiza,
las almas serviles sólo respetan lo violento.
Únicamente creen en lo divino
aquellos que también lo son.

Traducción: Federico Gorbea

El amor va contracorriente: mientras la sociedad añora los bienes materiales y cultiva la soberbia, el amor solo puede ser valorado por los hijos del Eterno.

21. Cuando cifras y figuras

Autor: Novalis (Georg Philipp Friedrich von Hardenberg)

Cuando cifras y figuras dejen de ser
las claves de toda criatura,
cuando aquellos que al cantar o besarse
sepan más que los sabios más profundos,
cuando vuelva al mundo la libertad de nuevo,
vuelva el mundo a ser mundo otra vez,
cuando al fin las luces y las sombras se fundan
y juntas se conviertan en claridad perfecta,
cuando en versos y en cuentos
estén los verdaderos relatos del mundo,
entonces una sola palabra secreta
desterrará las discordancias de la tierra entera.

Novalis comprende que la libertad, el amor y la belleza deben volver a reinar sobre la Tierra para que haya paz y hermandad. Se trata de la característica idealización del pasado en el romanticismo, que se expresa como anhelo por recuperar la unidad perdida del hombre con la naturaleza.

22. Tres palabras de fortaleza

Autor: Friedrich Schiller

Hay tres lecciones que yo trazara
con pluma ardiente que hondo quemara,
dejando un rastro de luz bendita
doquiera un pecho mortal palpita.

Ten Esperanza. Si hay nubarrones,
si hay desengaños y no ilusiones,
descoge el ceño, su sombra es vana,
que a toda noche sigue un mañana.

Ten Fe. Doquiera tu barca empujen
brisas que braman u ondas que rugen,
Dios (no lo olvides) gobierna el cielo,
y tierra, y brisas, y barquichuelo.

Ten Amor, y ama no a un ser tan sólo,
que hermanos somos de polo a polo,
y en bien de todos tu amor prodiga,
como el sol vierte su lumbre amiga.

¡Crece, ama, espera! Graba en tu seno
las tres, y aguarda firme y sereno
fuerzas, donde otros tal vez naufraguen,
luz, cuando muchos a oscuras vaguen.

Traducción: Rafael Pombo

Friedrich Schiller comparte en este poemas las claves para ganar fortaleza: la esperanza, la fe y el amor. De este modo, señala las búsquedas del romanticismo en una de sus vertientes, tocada por el misticismo.

23. El viejo estoico

Autora: Emily Brontë

Las riquezas tengo en poca estima;
y del amor me río con desprecio;
y el deseo de la fama no fue más que un sueño
que desapareció con la mañana.

Y si rezo, la única oración
que mueve mis labios es:
“¡Deja que se vaya el corazón que ahora soporto
y dame libertad!”.

Sí, cuando mis días veloces se acercan a su meta,
eso es todo lo que imploro:
en la vida y en la muerte¡, un alma sin cadenas,
con valor para resistir.

La escritora representa el alma de un viejo estoico, férreo, que por encima de las riquezas o, incluso, de los sentimientos, añora apasionadamente la libertad del alma.

24. El cantor

Autor: Aleksandr Pushkin

¿Echasteis la voz nocturna junto al soto
del cantor del amor, del cantor de su pena?
En la hora matutina, cuando callan los campos
y el son triste y sencillo de la zampoña suena,
¿no la habéis escuchado?

¿Hallasteis en la yerma oscuridad boscosa
al cantor del amor, al cantor de su pena?
¿Notasteis su sonrisa, la huella de su llanto,
su apacible mirada, de melancolía llena?
¿No lo habéis encontrado?

¿Suspirasteis atentos a la voz apacible
del cantor del amor, del cantor de su pena?
Cuando visteis al joven en medio de los bosques,
al cruzar su mirada sin brillo con la vuestra,
¿no habéis suspirado?

Traducción: Eduardo Alonso Duengo

En este poema del escritor ruso Aleksandr Pushkin, la ironía romántica hace su presencia. Para el poeta, el cantor del amor es el que se reconoce en la melancolía.

25. Tristeza

Autor: Alfred de Musset

He perdido mi fuerza y mi vida,
Y mis amigos y mi alegría;
He perdido hasta el orgullo
Que hacía creer en mi genio.
Cuando conocí la Verdad,
Creí que era una amiga;
Cuando la he comprendido y sentido,
Ya estaba asqueado de ella.
Y sin embargo ella es eterna,
Y aquellos que se han despreocupado de ella
En este bajo mundo lo han ignorado todo.
Dios habla, es necesario que se le responda.
El único bien que me queda en el mundo
Es haber llorado algunas veces.

En el poema Tristeza, Alfred Musset evoca la caída del alma que, enfrentada a la Verdad, ha descubierto vano su orgullo. Todo de lo que se vanagloria el ser humano es fugaz. Solo es dueño de sus propias lágrimas.

26. El recuerdo inoportuno

Autora: Gertrudis Gómez de Avellaneda

¿Serás del alma eterna compañera,
tenaz memoria de veloz ventura?...
¿Por qué el recuerdo interminable dura,
si el bien pasó cual ráfaga ligera?

¡Tú, negro olvido, que con hambre fiera
abres, ay, sin cesar tu boca oscura,
de glorias mil inmensa sepultura
y del dolor consolación postrera!

Si a tu vasto poder ninguno asombra,
y al orbe riges con tu cetro frío,
¡ven!, que su dios mi corazón te nombra.

¡Ven y devora este fantasma impío,
de pasado placer pálida sombra,
de placer por venir nublo sombrío!

Gertrudis Gómez de Avellaneda señala la ironía del recuerdo imborrable e inoportuno que la asalta, frente a la brevedad del bien que lo produjo. Por eso, clama porque el olvido borre todo a su paso.

27. Mi mal

Autora: Gertrudis Gómez de Avellaneda

En vano ansiosa tu amistad procura
adivinar el mal que me atormenta;
en vano, amigo, conmovida intenta
revelarlo mi voz a tu ternura.

Puede explicarse el ansia, la locura
con que el amor sus fuegos alimenta...
Puede el dolor, la saña más violenta,
exhalar por el labio su amargura...

Mas de decir mi malestar profundo
no halla mi voz, mi pensamiento medio,
y al indagar su origen me confundo:

pero es un mal terrible, sin remedio,
que hace odiosa la vida, odioso el mundo,
que seca el corazón... ¡En fin, es tedio!

En el romanticismo, los sentimientos y sus extremos son celebrados y cantados, aún en el sufrimiento. Solo una cosa se ve como un mal verdadero y terrible, porque hace fastidiosa la vida: el tedio.

28. Sueño

Autor: Antonio Ros de Olano

EL POETA

No vuelvas a la líquida morada,
virgen del lago que a los aires subes...
Sigue sobre la niebla reclinada;
nunca te arropen las flotantes nubes...

LA VISIÓN

Mi viaje es a la nada.

EL POETA

Como el halcón tras de la garza huida,
por los espacios seguiré tu vuelo;
alas de amor impulsan mi subida;
si al cielo vas, te prenderé en el cielo...

LA VISIÓN

Es la mayor caída.

EL POETA

Sepa quién eres, virgen de halagüeños
ojos, que antes me veló el rocío;
leve cendal revela tus pequeños
redondos pechos, al intento mío...

LA VISIÓN

El hada de los sueños.

EL POETA

¡Ah! Yo te miro en la extensión lejana,
muy más hermosa cuanto más desnuda...
¿Huyendo vas la sensación humana?
¿Teme tal vez tu corazón la duda?...

LA VISIÓN

El tedio de mañana.
Yo soy la garza que el halcón sujeta,
viendo los horizontes más lejanos;
cuando me alcance tu ambición inquieta,
¡acuérdate!, se quebrará en tus manos
la lira del poeta.

Antonio Ros de Olano expresa en forma de diálogo poético la difícil relación entre el poeta y la visión creadora. Mientras el poeta la añora y ña busca, a esta solo le amenaza una cosa: el tedio.

29. Santa Naturaleza

Autor: Antonio Ros de Olano

¡Santa Naturaleza!... yo que un día,
prefiriendo mi daño a mi ventura,
dejé estos campos de feraz verdura
por la ciudad donde el placer hastía.

Vuelvo a ti arrepentido, amada mía,
como quien de los brazos de la impura
vil publicana se desprende y jura
seguir el bien por la desierta vía.

¿Qué vale cuanto adorna y finge el arte,
si árboles, flores, pájaros y fuentes
en ti la eterna juventud reparte,

Y son tus pechos los alzados montes,
tu perfumado aliento los ambientes,
y tus ojos los anchos horizontes?

En este soneto, Ros de Olano aborda un valor propio del romanticismo: el deseo de retornar a la naturaleza. Al romántico los placeres de la ciudad se le antojan cascarón vacío. La naturaleza, pos su parte, es renovación constante y fuente de vida. Este poema es el primero del ciclo de cinco sonetos titulados De la soledad.

30. Dios

Autor: Gabriel García Tassara

Mírale, Albano, y niégale. Es Dios, el Dios del mundo.
Es Dios, el Dios del hombre. Del cielo hasta el profundo
por medio de los cielos deslízase veloz.

Mírale en ese carro de arrebatadas nubes;
mírale entre esos grupos de espléndidos querubes;
oye en el son del trueno su omnipotente voz.

¿Adónde va? ¿Qué dice? Como le ves ahora,
de la creación atónita en la suprema hora
precipitando mundos bajo sus pies vendrá.

Al aquilón postrero que aguarda en el abismo
tal vez le está diciendo en este instante mismo:
«Levántate», y mañana la tierra no será.

¡Ah, miserable el hombre que dice que no existe!
¡Desventurada el alma que a esta visión resiste
y no levanta al cielo los ojos y la voz!

¡Señor, Señor!, te escucho. ¡Señor, Señor!, te veo.
¡Oh tú, Dios del creyente! ¡Oh tú, Dios del ateo!
Aquí tienes mi alma... ¡Tómala!... Tú eres Dios.

El poema Dios forma parte del romanticismo de inspiración mística, que halla en la fe el motivo de sus cánticos. Además de alabar a Dios, el poema expresa el lamento por las voces ateas que ya se escuchan en el siglo XIX.

31. Cólmame, Juana, el cincelado vaso

Autor: José Zorrilla

Cólmame, Juana, el cincelado vaso
Hasta que por los bordes se derrame,
Y un vaso inmenso y corpulento dame
Que el supremo licor no encierre escaso.

Deja que afuera, por siniestro caso,
En son medroso la tormenta brame,
el peregrino a nuestra puerta llame,
Treguas cediendo al fatigado paso.

Deja que espere, o desespere, o pase;
Deja que el recio vendaval, sin tino,
Con rauda inundación tale o arrase;

Que si viaja con agua el peregrino,
A mí, con tu perdón, cambiando frase,
No me acomoda caminar sin vino.

En este poema, José Zorrilla nos deleita con un canto a la bebida espirituosa de los dioses. Con un tono humorístico, celebra el néctar de la uva por encima del agua. Canta, así, a los placeres del gusto.

32. A España artística

Autor: José Zorrilla

¡Torpe, mezquina y miserable España,
cuyo suelo, alfombrado de memorias,
se va sorbiendo de sus propias glorias
lo poco que ha de cada ilustre hazaña:

Traidor y amigo sin pudor te engaña,
se compran tus tesoros con escorias,
Tts monumentos ¡ay! y tus historias,
vendidos llevan a la tierra extraña.

¡Maldita seas, patria de valientes,
que por premio te das a quien más pueda
por no mover los brazos indolentes!

¡Sí, venid ¡voto a Dios! por lo que queda,
extranjeros rapaces, que insolentes
habéis hecho de España una almoneda!

A España artística es un soneto de tono dramático, en el que Zorrilla denuncia el expolio del patrimonio artístico nacional en el contexto de las guerras carlistas, y su venta a manos extranjeras. De este modo, el poema es también un lamento nacionalista.

33. Dicen que no hablan las plantas...

Autor: Rosalía de Castro

Dicen que no hablan las plantas, ni las fuentes, ni los pájaros,
ni el onda con sus rumores, ni con su brillo los astros;
lo dicen, pero no es cierto, pues siempre, cuando yo paso,
de mí murmuran y exclaman: «Ahí va la loca, soñando

con la eterna primavera de la vida y de los campos,
y ya bien pronto, bien pronto, tendrá los cabellos canos,
y ve temblando, aterida, que cubre la escarcha el prado».
Hay canas en mi cabeza, hay en los prados escarcha;

mas yo prosigo soñando, pobre, incurable sonámbula,
con la eterna primavera de la vida que se apaga
y la perenne frescura de los campos y las almas,

aunque los unos se agostan y aunque las otras se abrasan.
Astros y fuentes y flores, no murmuréis de mis sueños;
sin ellos, ¿cómo admiraros, ni cómo vivir sin ellos?

Rosalía de Castro entrega este sublime poema en el que se retrata como una soñadora, principio fundamental del romanticismo. Como el amor, los soñadores van contracorriente, y a la lógica del mundo material parecen dementes.

33. A mi patria

Autor: Jorge Isaacs

Dos leones del desierto en las arenas,
de poderosos celos impelidos,
luchan lanzando de dolor bramidos
y roja espuma de sus fauces llenas.

Rizan, al estrecharse, las melenas
y tras nube de polvo confundidos,
vellones dejan, al rodar, caídos,
tintos en sangre de sus rotas venas.

La noche allí los cubrirá lidiando...
Rugen aún... Cadáveres la aurora
sólo hallará sobre la pampa fría.

Delirante, sin fruto batallando,
el pueblo dividido se devora;
¡Y son leones tus bandos, patria mía!

En este soneto, Jorge Isaacs personifica los bandos que dividen su país en la imagen de dos leones batallando, leones que no son otra cosa que fieras salvajes. Denuncia, así, el combate fratricida que hiere la patria.

34. La tumba del soldado

Autor: Jorge Isaacs

El vencedor ejército la cumbre
salvó de la montaña,
y en el ya solitario campamento
que de lívida luz la tarde baña,
del negro terranova,
compañero jovial del regimiento,
resuenan los aullidos
por los ecos del valle repetidos.
Llora sobre la tumba del soldado,
y bajo aquella cruz de tosco leño
lame el césped aún ensangrentado
y aguarda el fin de tan profundo sueño.
Meses después, los buitres de la sierra
rondaban todavía
el valle, campo de batalla un día;
las cruces de las tumbas ya por tierra...
Ni un recuerdo, ni un nombre...
¡Oh!, no: sobre la tumba del soldado,
del negro terranova
cesaron los aullidos,
mas del noble animal allí han quedado
los huesos sobre el césped esparcidos.

Jorge Isaacs se remonta a los campos donde yacen los soldados. Allí, el perro del regimiento, de raza terranova hasta la muerte.

35. A un tirano

Autor: Juan Antonio Pérez Bonalde

Tienen razón! Se equivocó mi mano
cuando guiada por noble patriotismo,
tu infamia tituló de despotismo,
verdugo del honor venezolano!

Tienen razón! Tú no eres Diocleciano,
ni Sila, ni Nerón, ni Rosas mismo!
Tú llevas la vileza al fanatismo…
Tú eres muy bajo para ser tirano!

“Oprimir a mi patria”: esa es tu gloria,
“Egoísmo y codicia”: ese es tu lema
“Vergüenza y deshonor”: esa es tu historia;

Por eso, aún en su infortunio recio,
ya el pueblo no te lanza su anatema…
Él te escupe a la cara su desprecio!

En este poema, el escritor venezolano Pérez Bonalde acentúa la ironía romántica en el medio de una difícil tensión política. Es "verdad" que se ha equivocado al llamar tirano al opresor de su pueblo. Este opresor es todavía mucho más bajo y miserable que un tirano.

36. La democracia

Autor: Ricardo Palma

EL JOVEN

¡Padre! Me espera el combate
mi potro la sangre husmea
y volará a la pelea
sin sentir el acicate.
Mas dudo de la victoria
que es muy fuerte el enemigo

EL ANCIANO

Mi bendición va contigo.
y vivirás en la historia.

EL JOVEN

¡Padre! Al bote de mi lanza
muchos el polvo mordieron
y al cabo todos huyeron...
¡Terrible fue la matanza!
Hemos vuelto a la ciudad
y estamos de heridas llenos.

EL ANCIANO

Con la sangre de los buenos
se riega la libertad.

EL JOVEN

¡Padre! Me siento morir.
¡Destino ingrato y cruel!
¡que a la sombra del laurel
mi fosa se haya de abrir!
¡Señor! Que tu eternidad
venturosa a mi alma sea.

EL ANCIANO

¡Mártires hace la idea
que salva a la Humanidad!

El romanticismo destacó también por su nacionalismo y espíritu revolucionario, que enaltece el valor del sacrificio por las grandes causas. Esto es lo que representa Ricardo Palma en el poema dialogado La democracia.

37. La ausencia

Autor: Esteban Echevarría

Fuese el hechizo
del alma mía,
y mi alegría
se fue también:
en un instante
todo he perdido,
¿dónde te has ido
mi amado bien?

Cubrióse todo
de oscuro velo,
el bello cielo,
que me alumbró;
y el astro hermoso
de mi destino,
en su camino
se oscureció.

Perdió su hechizo
la melodía,
que apetecía
mi corazón.
Fúnebre canto
sólo serena
la esquiva pena
de mi pasión.

Do quiera llevo
mis tristes ojos,
hallo despojos
del dulce amor;
do quier vestigios
de fugaz gloria,
cuya memoria
me da dolor.

Vuelve a mis brazos
querido dueño,
sol halagüeño
me alumbrará;
vuelve; tu vista,
que todo alegra,
mi noche negra
disipará.

El poeta se lamenta tras la pérdida del bien, ausente de su vida. La pesadumbre y los sufrimientos se ciñen sobre él, hasta preguntarse a dónde ha marchado el bien de su vida.

38. La juventud

Autor: José Mármol

No miráis,? no miráis? se semeja
A la faja de chispas luciente
Que en la linfa de un rio refleja
Cuando asoma la luna en oriente.

Y que a par de la luna en la Esfera
Todas van tremulantes y bellas
Sin temor ni recuerdo siquiera
De la sombra que viene tras ellas.

No miráis? Es el hombre que tiene
En el pecho la vida encerrada,
Y la tierra sagaz lo entretiene
Con su bella corteza dorada.

Ah, sí, sí, juventud, que cautiven
Vuestro pecho los goces del mundo:
Vuestros labios a tragos que liben
Dela vida el deleite fecundo.

Y que riendo, y cantando, y bebiendo,
Y de lujo y placeres hastiada:
Con deleites soñando y viviendo
Os paséis á otra edad embriagada.

Mas las rápidas alas que agitas
No suspendas, por Dios, un instante
Empujad cuanto esté por delante
Dela senda de flores que habitas.

Carcajadas, y burlas resuenen
Si un mendigo su pan os pidiere:
Carcajadas y burlas retruenen
Por la estancia del hombre que muere.

No por Dios meditéis un momento
Si la tierra, la vida y lo ideal
No queréis que se os cambie violento
En sarcasmo irrisorio del mal.

Como es propio del romanticismo, José Mármol enaltece la juventud y su espíritu pasional. Efímera como es, la juventud merece ser vivida intensamente, dice el poeta, y retrasar cuanto se pueda el sarcasmo que trae la madurez.

40. Pobre flor

Autor: Manuel Acuña

—«¿Por qué te miro así tan abatida,
pobre flor?
¿En dónde están las galas de tu vida
y el color?

»Dime, ¿por qué tan triste te consumes,
dulce bien?»
—«¿Quién?, ¡el delirio devorante y loco
de un amor,
que me fue consumiendo poco a poco
de dolor!
Porque amando con toda la ternura
de la fe,
a mí no quiso amarme la criatura
que yo amé.

»Y por eso sin galas me marchito
triste aquí,
siempre llorando en mi dolor maldito,
¡Siempre así!»—
¡Habló la flor!...
Yo gemí... era igual a la memoria
de mi amor.

En Pobre flor, el mexicano Manuel Acuña hace una personificación de un alma enamorada que no ha sido correspondida por su ser amado.

41. A sí mismo

Autor: Giacomo Leopardi

Reposarás por siempre,
cansado corazón! Murió el engaño
que eterno imaginé. Murió. Y advierto
que en mí, de lisonjeras ilusiones
con la esperanza, aun el anhelo ha muerto.
Para siempre reposa;
basta de palpitar. No existe cosa
digna de tus latidos; ni la tierra
un suspiro merece: afán y tedio
es la vida, no más, y fango el mundo.
Cálmate, y desespera
la última vez: a nuestra raza el Hado
sólo otorgó el morir. Por tanto, altivo,
desdeña tu existencia y la Natura
y la potencia dura
que con oculto modo
sobre la ruina universal impera,
y la infinita vanidad del todo.

Traducción: Antonio Gómez Restrepo

En este poema, el italiano Giacomo Leopardi levanta su voz al infortunio de sí mismo, de su vida y sus pasiones. El hastío se clava en el sujeto, y todo lo que le rodea no le parece más que vanidad.

Referencias

  • Byron, George Gordon: Poemas escogidos. Traducción de José María Martín Triana. El Salvador: Visor.
  • Mármol, José: Obras poéticas y dramáticas. París / México: Librería de la Vda de Ch. Bouret. 1905.
  • Onell H., Roberto y Pablo Saavedra: Perdámonos. Antología poética bilingüe con comentario crítico. Ediciones Altazor. 2020.
  • Palma, Ricardo: Poesías completas, Barcelona, 1911.
  • Prieto de Paula, Ángel L. (edit.): Poesía del Romanticismo. Antología. Cátedra. 2016.
  • Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes.

Ver también:

Andrea Imaginario
Andrea Imaginario
Profesora universitaria, cantante, licenciada en Artes (mención Promoción Cultural), con maestría en Literatura Comparada por la Universidad Central de Venezuela, y doctoranda en Historia en la Universidad Autónoma de Lisboa.