Los 4 poemas más emblemáticos de Manuel Acuña que debes conocer

Catalina Arancibia Durán
Catalina Arancibia Durán
Máster en Literatura Española e Hispanoamericana
Tiempo de lectura: 7 min.

Manuel Acuña (1849 - 1873) perteneció al movimiento romántico y es recordado como una de las voces más destacadas de la literatura mexicana del siglo XIX.

A pesar de su corta vida, su obra dejó una profunda huella en la literatura desu país, marcando un antes y un después en la poesía romántica.

Su temprana muerte lo convirtió en una figura trágica, cuya poesía sigue conmoviendo por la intensidad de sus emociones y la universalidad de sus temas.

1. A una flor

Cuando tu broche apenas se entreabría
para aspirar la dicha y el contento
¿te doblas ya y cansada y sin aliento,
te entregas al dolor y a la agonía?

¿No ves, acaso, que esa sombra impía
que ennegrece el azul del firmamento
nube es tan sólo que al soplar el viento,
te dejará de nuevo ver el día?…

¡Resucita y levántate!… Aún no llega
la hora de que en el fondo de tu broche
des cabida al pesar que te doblega.

Injusto para el sol es tu reproche,
que esa sombra que pasa y que te ciega,
es una sombra, pero aún no es la noche.

Aquí se plantea una reflexión sobre la capacidad de sobreponerse al dolor y seguir adelante. El poema aborda la lucha contra la desesperanza y el sufrimiento, representados por la flor que está "cansada y sin aliento".

A través de la metáfora del "día" y la "noche", el hablante lírico transmite un mensaje de esperanza. Los momentos de dolor son pasajeros, como una nube que eventualmente se disipa.

Aunque se utiliza el símbolo de una flor para expresar fragilidad y abatimiento, el tono general del texto es optimista. Así, el autor insta a resistir los momentos de oscuridad, subrayando que no son definitivos.

2. La felicidad

Un cielo azul de estrellas
brillando en la inmensidad;
un pájaro enamorado
cantando en el florestal;
por ambiente los aromas
del jardín y el azahar;
junto a nosotros el agua
brotando del manantial
nuestros corazones cerca,
nuestros labios mucho más,
tú levantándote al cielo
y yo siguiéndote allá,
ese es el amor mi vida,
¡Esa es la felicidad!…

Cruza con las mismas alas
los mundos de lo ideal;
apurar todos los goces,
y todo el bien apurar;
de lo sueños y la dicha
volver a la realidad,
despertando entre las flores
de un césped primaveral;
los dos mirándonos mucho,
los dos besándonos más,
ese es el amor, mi vida,
¡Esa es la felicidad…!

Los versos muestran la felicidad como una experiencia íntimamente ligada al amor. Así, no se trata sólo de un sentimiento, sino que de un estado de comunión espiritual con otra persona, enmarcado por la belleza de la naturaleza.

De este modo, se describe un momento perfecto donde los elementos naturales y las emociones convergen en armonía.

El poema está lleno de descripciones que apelan a los sentidos: "un cielo azul de estrellas", "los aromas del jardín y el azahar", "brotando del manantial". Estas imágenes pintan un paisaje idílico, además de evocar tranquilidad y placer.

Manuel Acuña fue un destacado representante del Romanticismo mexicano. Por ello, aquí refleja los valores y estéticas del movimiento. Se encuentra presente la idealización del amor como una fuerza trascendental, la comunión con la naturaleza y el énfasis en las emociones intensas y sublimes.

3. La ausencia y el olvido

Iba llorando la Ausencia
con el semblante abatido
cuando se encontró en presencia
del Olvido,
que al ver su faz marchitada,
le dijo con voz turbada:
sin colores,
-“Ya no llores niña bella,
ya no llores.”

Que si tu contraria estrella
te oprime incansable y ruda
yo te prometo mi ayuda
contra tu mal y contra ella”.
oyó la Ausencia llorando
la propuesta cariñosa,
y los ojos enjugando
ruborosa,
-“Admito desde el momento
buen anciano”.
Le dijo con dulce acento.
“Admito lo que me ofreces
y que en vano
he buscado tantas veces,
yo que triste y sin ventura,
la copa de la amargura
he apurado hasta las heces”
Desde entonces, Lola bella,
cariñosa y anhelante
vive el Olvido con ella,
siempre amante;
y la Ausencia ya no gime,
ni doliente
recuerda el mal que la oprime;
que un amor ha concebido
tan ardiente
por el anciano querido,
que si sus penas resiste,
suspira y llora muy triste
cuando la deja el Olvido.

Aquí se realiza una alegoría poética para personificar dos emociones con las que cualquier lector puede identificarse. De esta manera, la Ausencia es presentada como una figura femenina joven, abatida y llorosa, que simboliza el dolor que surge de la separación o la pérdida de alguien amado.

En contraste, el Olvido aparece como un anciano bondadoso que ofrece consuelo y alivio. Aunque se muestra como un protector, su edad también sugiere lentitud y un carácter pasajero, aludiendo a la idea de que no es inmediato ni permanente.

Con ello, se plantea cómo tras la ausencia, el ser humano busca consuelo en el olvido y la relación ambigua que se genera entre estos dos conceptos. Aunque el olvido es presentado como una solución, no es definitivo ni absoluto, ya que la ausencia sigue dejando huellas en el alma.

Se trata de una reflexión sobre el duelo y la manera en que las personas enfrentan el dolor, aludiendo a la complejidad de las emociones humanas y la imposibilidad de borrar completamente el pasado.

4. Un sueño

A Ch....

¿Quieres oír un sueño?...
Pues anoche
vi la brisa fugaz de la espesura
que al rozar con el broche
de un lirio que se alzaba en la pradera
grabó sobre él un «beso»,
perdiéndose después rauda y ligera
de la enramada entre el follaje espeso.
Este es mi sueño todo,
y si entenderlo quieres, niña bella,
une tus labios en los labios míos,
y sabrás quién es «él», y quién es «ella».

Este poema explora el deseo, el amor y la conexión entre dos almas. Así, el sueño representa un espacio donde las emociones y los sentimientos fluyen libres, alejados de las restricciones sociales y del mundo físico. Se trata de un juego entre lo onírico y lo real.

De este modo, se describe un sueño en el que una brisa roza un lirio, dejando en él un beso antes de desaparecer entre el follaje. Esta escena representa el encuentro fugaz entre dos seres que se buscan y se unen a través de un acto de ternura.

La brisa fugaz puede interpretarse como el amante (activo, libre y efímero), mientras que el lirio simboliza la delicadeza, la pureza y la receptividad, representando a la amada

Al invitar a la amada a reproducir la escena del sueño en la realidad, el hablante sugiere que los sentimientos más profundos pueden trascender el ámbito onírico y materializarse en el mundo físico.

Sobre Manuel Acuña

Manuel Acuña

Manuel Acuña Narro nació el 27 de agosto de 1849 en Saltillo, Coahuila, y falleció trágicamente el 6 de diciembre de 1873 en la Ciudad de México.

Estudió medicina, pero desde joven mostró una gran inclinación hacia la literatura. Durante esa época, formó parte de círculos intelectuales y artísticos, donde conoció a otros escritores notables de su tiempo, como Ignacio Manuel Altamirano.

La vida de Acuña estuvo marcada por su carácter melancólico. Su trágico suicidio, a la edad de 24 años, es atribuido a desilusiones amorosas y conflictos emocionales, lo que lo convirtió en un símbolo del romanticismo exacerbado.

Estilo literario

Es un representante emblemático del Romanticismo mexicano, un movimiento que valoraba la exaltación de los sentimientos, el amor idealizado, la naturaleza como refugio espiritual y el culto a la melancolía.

Sus poemas son ricos en imágenes sensoriales y metáforas, aunque prevalece el lenguaje directo y coloquial. En su obra, predominan temas como el amor, la muerte, la patria y la espiritualidad.

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Catalina Arancibia Durán
Catalina Arancibia Durán
Máster en Literatura Española e Hispanoamericana. Diplomada en Teoría y Crítica de Cine. Profesora de talleres literarios y correctora de estilo.