8 poemas geniales de César Vallejo


Claudia Gómez Molina
Claudia Gómez Molina
Graduada en Literatura y Humanidades y traductora

César Vallejo (1892-1938) es uno de los mayores exponentes de la poesía vanguardista latinoamericana del siglo XX. Sus aportes literarios revolucionaron la manera de escribir y su influencia ha repercutido por todo el mundo. Es además uno de los poetas peruanos más importantes, si no el más importante.

En palabras de Américo Ferrari, como exponente de la vanguardia:

(...) es quizá Vallejo quien encarna de la manera más cabal la libertad del lenguaje poético: sin recetas, sin ideas preconcebidas sobre lo que debe ser la poesía, bucea entre la angustia y la esperanza (...), y el fruto de esa búsqueda es un lenguaje nuevo, un acento inaudito.

Esta selección de poemas, que vamos a analizar e interpretar, ejemplifica la originalidad y diversidad en el rango de tonos que caracterizan al poeta. Algunos mezclan el drama con el humor. Todos apuntan a los temas y obsesiones de su poética: la muerte, la temporalidad, la trascendencia, la cotidianidad, la hermandad, la solidaridad, la compasión, los opuestos, el destino, el dolor, la enfermedad, etc.

César Vallejo

Fotografía de César Vallejo en Niza, 1929.

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1. Considerando en frío, imparcialmente...

Considerando en frío, imparcialmente,
que el hombre es triste, tose y, sin embargo,
se complace en su pecho colorado;
que lo único que hace es componerse
de días;
que es lóbrego mamífero y se peina…

Considerando
que el hombre procede suavemente del trabajo
y repercute jefe, suena subordinado;
que el diagrama del tiempo
es constante diorama en sus medallas
y, a medio abrir, sus ojos estudiaron,
desde lejanos tiempos,
su fórmula famélica de masa…

Comprendiendo sin esfuerzo
que el hombre se queda, a veces, pensando,
como queriendo llorar,
y, sujeto a tenderse como objeto,
se hace buen carpintero, suda, mata
y luego canta, almuerza, se abotona…

Considerando también
que el hombre es en verdad un animal
y, no obstante, al voltear, me da con su tristeza en la cabeza…

Examinando, en fin,
sus encontradas piezas, su retrete,
su desesperación, al terminar su día atroz, borrándolo…

Comprendiendo
que él sabe que le quiero,
que le odio con afecto y me es, en suma, indiferente…

Considerando sus documentos generales
y mirando con lentes aquel certificado
que prueba que nació muy pequeñito…

le hago una seña,
viene,
y le doy un abrazo, emocionado.
¡Qué mas da! Emocionado… Emocionado…

El poema construye la imagen del ser humano en todos sus aspectos mediante la enumeración de características presentadas con un tono objetivo, científico y distante.

Enfatiza su ser perecedero y limitado, aniquilado por la rutina y los órdenes jerárquicos, perdido en las masas. Pero también su capacidad de profundidad e introspección: su vacío y tristeza, el hambre de conocimiento.

Contrapone los aspectos más bajos, como sus características animales y “su retrete”, aspectos asociados a la vergüenza que quisiéramos esconder y negar, con los éxitos y logros de la historia: las medallas, los avances científicos.

Se hace así un homenaje al ser humano, celebra su capacidad de resiliencia y sugiere la reconciliación y aceptación con sus carencias y faltas. Acoge al ser humano tal y como es, con una emotividad que contrasta y termina ganando la victoria sobre el tono racional y científico del poema.

Sugiere que los sentimientos de hermandad y compasión tienen la última palabra y finalmente prevalecen por sobre todo lo demás.

2. Me viene, hay días, una gana ubérrima, política...

Me viene, hay días, una gana ubérrima, política,
de querer, de besar al cariño en sus dos rostros,
y me viene de lejos un querer
demostrativo, otro querer amar, de grado o fuerza,
al que me odia, al que rasga su papel, al muchachito,
a la que llora por el que lloraba,
al rey del vino, al esclavo del agua,
al que ocultóse en su ira,
al que suda, al que pasa, al que sacude su persona en mi alma.
Y quiero, por lo tanto, acomodarle
al que me habla, su trenza; sus cabellos, al soldado;
su luz, al grande; su grandeza, al chico.
Quiero planchar directamente
un pañuelo al que no puede llorar
y, cuando estoy triste o me duele la dicha,
remendar a los niños y a los genios.

Quiero ayudar al bueno a ser su poquillo de malo
y me urge estar sentado
a la diestra del zurdo, y responder al mudo,
tratando de serle útil en
lo que puedo, y también quiero muchísimo
lavarle al cojo el pie,
y ayudarle a dormir al tuerto próximo.

¡Ah querer, éste, el mío, éste, el mundial,
interhumano y parroquial, provecto!
Me viene a pelo,
desde el cimiento, desde la ingle pública,
y, viniendo de lejos, da ganas de besarle
la bufanda al cantor,
y al que sufre, besarle en su sartén,
al sordo, en su rumor craneano, impávido;
al que me da lo que olvidé en mi seno,
en su Dante, en su Chaplin, en sus hombros.

Quiero, para terminar,
cuando estoy al borde célebre de la violencia
o lleno de pecho el corazón, querría
ayudar a reír al que sonríe,
ponerle un pajarillo al malvado en plena nuca,
cuidar a los enfermos enfadándolos,
comprarle al vendedor,
ayudarle a matar al matador —cosa terrible—
y quisiera yo ser bueno conmigo
en todo.

El poema le da un giro humorístico a uno de los grandes temas de la poética de Vallejo: la hermandad, el compañerismo y la compasión. Por medio del recurso de la caricatura y con un tono pícaro, se responde a una necesidad, vocación o llamado de expresar la emoción y el cariño.

Encontramos la enumeración dictada por la libre asociación y el recurso del oxímoron. El juego de juntar elementos opuestos da la sensación de complemento fallido: “un pañuelo al que no puede llorar”.

También podemos ver la influencia del cubismo que desarrolla la visión del hombre fragmentado y compuesto de sus partes.

Parte de la riqueza del poema está dada por la convergencia de objetos disímiles que tiene la capacidad de evocar múltiples sensaciones, emociones, recuerdos y asociaciones en el lector.

3. Piensan los viejos asnos

Ahora vestiríame
de músico por verle,
chocaría con su alma, sobándole el destino con mi mano,
le dejaría tranquilo, ya que es un alma a pausas,
en fin, le dejaría
posiblemente muerto sobre su cuerpo muerto.

Podría hoy dilatarse en este frío,
podría toser; le vi bostezar, duplicándose en mi oído
su aciago movimiento muscular.
Tal me refiero a un hombre, a su placa positiva
y, ¿por qué no? a su boldo ejecutante,
aquel horrible filamento lujoso;
a su bastón con puño de plata con perrito,
y a los niños
que él dijo eran sus fúnebres cuñados.

Por eso vestiríame hoy de músico,
chocaría con su alma que quedóse mirando a mi materia...

¡Mas ya nunca veréle afeitándose al pie de su mañana;
ya nunca, ya jamás, ya para qué!

¡Hay que ver! ¡qué cosa cosa!
¡qué jamás de jamases su jamás!

Se refiere al recuerdo cariñoso de “un hombre” que ha muerto. El hombre puede ser cualquiera y remite a un hombre genérico.

Encontramos la añoranza que toma la forma de los gestos afectuosos y regalos que quisiera darle, o en imaginar lo qué haría este hombre si estuviera presente ahora.

En este caso, “vestiríame de músico” es una forma completamente original de hacer referencia, quizás, a una serenata, una canción predilecta y con un toque de humor, podemos asociarlo con quienes aparecen disfrazados en las fiestas de cumpleaños de los niños: de payaso, mago, el hombre araña, la princesa Elsa o “de músico”.

El peso de la presencia del hombre del poema aparece encarnada en sus prendas y en los actos más rutinarios y cotidianos: “su bastón con puño de plata con perrito” y en el “verlo afeitándose al pie de la mañana”.

De manera implícita hay una pregunta por la existencia y la trascendencia del hombre, dado que su tiempo es efímero y este hombre que es cualquiera y a la vez es único en su individualidad, desaparecerá: “¡qué jamás de jamases su jamás!”.

4. Hoy me gusta la vida mucho menos...

Hoy me gusta la vida mucho menos,
pero siempre me gusta vivir: ya lo decía.
Casi toqué la parte de mi todo y me contuve
con un tiro en la lengua detrás de mi palabra.

Hoy me palpo el mentón en retirada
y en estos momentáneos pantalones yo me digo:
¡Tanta vida y jamás!
¡Tantos años y siempre mis semanas!...
Mis padres enterrados con su piedra
y su triste estirón que no ha acabado;
de cuerpo entero hermanos, mis hermanos,
y, en fin, mi ser parado y en chaleco.

Me gusta la vida enormemente
pero, desde luego,
con mi muerte querida y mi café
y viendo los castaños frondosos de París
y diciendo:
Es un ojo éste; una frente ésta, aquélla... Y repitiendo:
¡Tanta vida y jamás me falla la tonada!
¡Tantos años y siempre, siempre, siempre!

Dije chaleco, dije
todo, parte, ansia, dice casi, por no llorar.
Que es verdad que sufrí en aquel hospital que queda al lado
y que está bien y está mal haber mirado
de abajo para arriba mi organismo.

Me gustará vivir siempre, así fuese de barriga,
porque, como iba diciendo y lo repito,
¡tanta vida y jamás y jamás! ¡Y tantos años,
y siempre, mucho siempre, siempre siempre!

Con una visión optimista, el poema muestra el aprecio y el gusto por la vida, incluso desde la perspectiva de la enfermedad y la muerte. Aparece así la estadía en el hospital, y el sentimiento del duelo por la muerte de sus seres queridos aparece como constante compañero de la vida misma.

La reflexión sobre el tiempo, la interpelación al lector como a un hermano y la visión del hombre fragmentado, también pueden apreciarse en el poema.

5. Ello es el lugar donde me pongo...

Ello es que el lugar donde me pongo
el pantalón, es una casa donde
me quito la camisa en alta voz
y donde tengo un suelo, un alma, un mapa de mi España.
Ahora mismo hablaba
de mí conmigo, y ponía
sobre un pequeño libro un pan tremendo
y he, luego, hecho el traslado, he trasladado,
queriendo canturrear un poco, el lado
derecho de la vida al lado izquierdo;
más tarde, me he lavado todo, el vientre,
briosa, dignamente;
he dado vuelta a ver lo que se ensucia,
he raspado lo que me lleva tan cerca
y he ordenado bien el mapa que
cabeceaba o lloraba, no lo sé.

Mi casa, por desgracia, es una casa,
un suelo por ventura, donde vive
con su inscripción mi cucharita amada,
mi querido esqueleto ya sin letras,
la navaja, un cigarro permanente.
De veras, cuando pienso
en lo que es la vida,
no puedo evitar de decírselo a Georgette,
a fin de comer algo agradable y salir,
por la tarde, comprar un buen periódico,
guardar un día para cuando no haya,
una noche también, para cuando haya
(así se dice en el Perú —me excuso);
del mismo modo, sufro con gran cuidado,
a fin de no gritar o de llorar, ya que los ojos
poseen, independientemente de uno, sus pobrezas,
quiero decir, su oficio, algo
que resbala del alma y cae al alma.

Habiendo atravesado
quince años; después, quince, y, antes, quince,
uno se siente, en realidad, tontillo,
es natural, por lo demás ¡qué hacer!
¿Y qué dejar de hacer, que es lo peor?
Sino vivir, sino llegar
a ser lo que es uno entre millones
de panes, entre miles de vinos, entre cientos de bocas,
entre el sol y su rayo que es de luna
y entre la misa, el pan, el vino y mi alma.

Hoy es domingo y, por eso,
me viene a la cabeza la idea, al pecho el llanto
y a la garganta, así como un gran bulto.
Hoy es domingo, y esto
tiene muchos siglos; de otra manera,
sería, quizá, lunes, y vendríame al corazón la idea,
al seso, el llanto
y a la garganta, una gana espantosa de ahogar
lo que ahora siento,
como un hombre que soy y que he sufrido.

El poema tiene un tono de introspección y reflexiona sobre estar en el presente y el lugar que habita, tanto físicamente como con su pensamiento: “una casa” y “un mapa de mi España”.

Se muestra la existencia humana en los actos y los objetos más cotidianos y rutinarios. Actos como lavar lo que se ensucia o “salir a comer algo”. Los objetos son generalmente pequeños y, sin embargo, llenos de familiaridad con toques personales y distintivos: “un pequeño libro”, “un pan tremendo”, “con su inscripción mi cucharita amada”.

El presente con su cotidianidad es puesto en perspectiva a la luz de lo que significa cargar con la historia y los recuerdos; se menciona el transcurso de 15 años que pueden referirse a la vida del individuo, pero además se evoca algo que “lleva ya muchos siglos”, aludiendo a la historia de la humanidad.

A lo largo del poema aparece implícita la reflexión sobre la expresión y el qué hacer poético: en la “alta voz”, en el “canturrear” y “en el cuidado al no gritar o llorar”. En este caso, lo que se quiere expresar es algo atorado y acumulado que está vinculado a la reflexión sobre la trascendencia del individuo.

6. Esto...

Esto
sucedió entre dos párpados; temblé
en mi vaina, colérico, alcalino,
parado junto al lúbrico equinoccio,
al pie del frío incendio en que me acabo.

Resbalón alcalino, voy diciendo,
más acá de los ajos, sobre el sentido almíbar,
más adentro, muy más, de las herrumbres,
al ir el agua y al volver la ola.
Resbalón alcalino
también y grandemente, en el montaje colosal del cielo.

¡Qué venablos y harpones lanzaré, si muero
en mi vaina; daré en hojas de plátano sagrado
mis cinco huesecillos subalternos,
y en la mirada, la mirada misma!
(Dicen que en los suspiros se edifican
entonces acordeones óseos, táctiles;
dicen que cuando mueren así los que se acaban,
¡ay! mueren fuera del reloj, la mano
agarrada a un zapato solitario)

Comprendiéndolo y todo, coronel
y todo, en el sentido llorante de esta voz,
me hago doler yo mismo, extraigo tristemente,
por la noche, mis uñas;
luego no tengo nada y hablo solo,
reviso mis semestres
y para henchir mi vértebra, me toco.

El poema mira hacía lo más profundo del ser humano, su interioridad y el universo emotivo. Las imágenes formadas de elementos opuestos parecen ser las únicas aptas para describir algunas emociones humanas.

Se reflexiona sobre la trascendencia del hombre, una de las preocupaciones de la poética del autor, por medio del lenguaje surrealista: "daré en hojas de plátano sagrado/ mis cinco huesecillos subalternos". Encontramos imágenes que remiten a los sueños, cargadas de libres asociaciones inconscientes que no pretenden ser racionalizadas, pero generan todo tipo de sensaciones en el lector.

En este poema, las menciones a la corporeidad crean la sensación de pobreza, soledad y desolación de la condición humana: el cuerpo, las uñas, los huesos y vertebras son, en últimas, los únicos compañeros y testigos de la existencia.

7. Sombrero, abrigo, guantes

Enfrente a la Comedia Francesa, está el Café
de la Regencia; en él hay una pieza
recóndita, con una butaca y una mesa.
Cuando entro, el polvo inmóvil se ha puesto ya de pie.
Entre mis labios hechos de jebe, la pavesa
de un cigarrillo humea, y en el humo se ve
dos humos intensivos, el tórax del Café,
y en el tórax, un óxido profundo de tristeza.

Importa que el otoño se injerte en los otoños,
importa que el otoño se integre de retoños,
la nube, de semestres; de pómulos, la arruga.

Importa oler a loco, postulando
¡qué cálida es la nieve, qué fugaz la tortuga,
el cómo qué sencillo, qué fulminante el cuándo!

Inicia con un tono narrativo. Protagonizando el poema están los objetos, que dan cuenta de la voz y el lugar narrado. Empezando por el título del poema: “Sombrero, abrigo, guantes” que podría estar refiriéndose al poeta, así como el cigarrillo.

En el Café hay un aire lúgubre de soledad y abandono. El paso del tiempo, la decadencia, lo que envejece o entra en proceso de muerte, habitan el lugar. Esto lo sugiere, entre otros, la acumulación de polvo, óxido y el otoño como estación en que los árboles pierden el follaje y la naturaleza se prepara para el invierno.

Para estudiar el ambiente del lugar se sugiere la imagen de una radiografía; el medio que la permite pareciera ser el humo del cigarrillo, y el objeto a analizar, el Café de la Regencia: “y en el humo se ve/ (...) el tórax del Café,/ y en el tórax (...)”.

8. Los heraldos negros

Hay golpes en la vida, tan fuertes… ¡Yo no sé!
Golpes como del odio de Dios; como si ante ellos,
la resaca de todo lo sufrido
se empozara en el alma… ¡Yo no sé!

Son pocos; pero son… Abren zanjas oscuras
en el rostro más fiero y en el lomo más fuerte.
Serán tal vez los potros de bárbaros Atilas;
o los heraldos negros que nos manda la Muerte.

Son las caídas hondas de los Cristos del alma
de alguna fe adorable que el Destino blasfema.
Esos golpes sangrientos son las crepitaciones
de algún pan que en la puerta del horno se nos quema.

Y el hombre… Pobre… ¡pobre! Vuelve los ojos, como
cuando por sobre el hombro nos llama una palmada;
vuelve los ojos locos, y todo lo vivido
se empoza, como charco de culpa, en la mirada.

Hay golpes en la vida, tan fuertes… ¡Yo no sé!

Es un poema lírico en el que predominan el verso alejandrino y la rima. El poema trata sobre el dolor humano y evidencia la imposibilidad de expresarlo, aprehenderlo o comprenderlo. Las palabras y el lenguaje resultan insuficientes y es necesario recurrir a nuevas maneras de expresar, en este caso mediante el símil.

Lee más sobre Poema Los heraldos negros de César Vallejo.

César Vallejo y la vanguardia

Para la vanguardia, el lenguaje poético había perdido su capacidad expresiva; se había abusado de las formas clásicas y románticas, y en el clima había una sensación de hostigamiento y desgaste.

En esta búsqueda, la música tiene un rol protagónico, y la poesía de César Vallejo sobresale precisamente por esto. Se deja de lado la rima y priman el verso libre y la prosa. La música sigue la sonoridad intrínseca del lenguaje y se abre la puerta a un ritmo heterogéneo, con acentos diversos.

Su lenguaje se guía también por la intuición y la libre asociación. Se acoge la influencia del surrealismo y expresionismo. La repetición, las trasgresiones gramaticales y sintácticas, y el lenguaje onírico crean imágenes y sentidos que escapan a la razón, pero que comunican con gran eficiencia profundas emociones y sensaciones.

Se da la bienvenida a temas, lugares y palabras que antes fueron excluidos del arte y la poesía. Por ejemplo, se refiere al lado animal del ser humano con sus funciones biológicas. Acoge términos que pertenecen a la jerga científica y al ingenio del lenguaje hablado. Encontramos palabras sin ningún prestigio poético, como charcos, retrete, ingle, muscular, etc.

La cotidianidad, la rutina y los objetos comunes son los protagonistas en su poética. El pan, el periódico, los pantalones y otras prendas son frecuentes, y entre sus muchos méritos se suma el haber logrado hacer poesía de los objetos más mundanos y ordinarios.

El resultado es una poesía que no pretende ser entendida de manera cabal o racional, pero que se comunica con el lector mediante sensaciones y emociones conscientes e inconscientes que logran ser trasmitidas mediante la música y la intuición.

Biografía de César Vallejo

Vallejo vida
Fotografías de César Vallejo. Centro: César y Georgette Vallejo en París.

Nace en Santiago de Chuco, Perú,1892. Ingresó a al Facultad de Letras de la Universidad de Trujillo, pero tuvo que dejar su carrera por causas económicas. Años después retoma sus estudios costeándolos como profesor. Fue maestro del reconocido novelista Ciro Alegría. Se graduó con su tesis El romanticismo en la poesía castellana.

Luego de haber publicado algunos de sus poemas en periódicos y revistas, en 1918 publica Los heraldos negros. En este mismo año muere su madre y regresa a Trujillo. En 1920 es acusado de iniciar un incendio y es encarcelado injustamente por casi cuatro meses. Su encarcelamiento pudo estar relacionado con los artículos socialistas que publicaba denunciando algunas injusticias. Estando en la cárcel escribe Trilce y lo publica en 1922.

Viaja a Europa en 1923, y allí trabaja como periodista y traductor. Frecuenta a los escritores Pablo Neruda, Vicente Huidobro, Juan Larrea y Tristan Tzara. En 1924, muere su padre, y el poeta es hospitalizado por una hemorragia intestinal de la cual se recupera con éxito.

En 1927 conoce a Georgette Vallejo, cuando ella tenía 18 años, y se casan en 1934. En 1928, funda en París el Partido Socialista. En 1930 publica Trilce en Madrid, y frecuenta a Federico García Lorca, Rafael Alberti, Gerardo Diego y Miguel de Unamuno. Al estallar la guerra civil española, en 1936, junto con Pablo Neruda fundó el Comité Iberoamericano para la Defensa de la República Española.

En los años que van de 1931 a 1937, escribe varias obras dramáticas y cuentos, así como los poemas que luego fueron recopilados y publicados póstumamente como Poemas humanos.

Cae enfermo el 24 de marzo y muere el 15 de abril, un Viernes Santo en París y con "aguacero", como dice en su poema "Piedra negra sobre piedra blanca":

Me moriré en París con aguacero,
un día del cual tengo ya el recuerdo.
Me moriré en París –y no me corro–
tal vez un jueves, como es hoy de otoño.
(...)

Años después se supo que murió porque se reactivó el paludismo que sufrió cuando era niño. Sus restos se encuentran en el cementerio de Montparnasse en París.

Obras de César Vallejo

Estas son algunas de las obras más destacadas César Vallejo.

Poesía

  • Los heraldos negros (1919)
  • Trilce (1922)
  • Nómina de huesos (1936)
  • España, aparta de mí esta cáliz (1937)
  • Sermón de la barbarie (1937)
  • Poemas humanos (1939)

Narrativa

  • Escalad melografiadas (cuentos, 1923)
  • Fabla salvaje (novela, 1923)
  • Hacia el reino de los Sciris (nouvelle, 1928)
  • Tungsteno (novela, 1931)
  • Hora del hombre (novela, 1931)

Drama

  • Lock-out (1930)
  • Entre las dos orillas corre el río (1930)
  • Colacho Hermanos o presidentes de América (1934)
  • La piedra cansada (1937)

Artículos y ensayos

  • Rusia en 1931: Reflexiones al pie de Kremlin (1932)
  • Rusia antes del segundo quinquenal (1932)

Ver también

Poemas más bonitos de la lengua española

Claudia Gómez Molina
Claudia Gómez Molina
Graduada en Literatura y Humanidades de la Universidad de los Andes (2009), realizó cursos de traducción literaria con las asociaciones de traductores colombiana y mexicana, ACTTI y AMMETLI, y de traducción oficial en la Universidad Javeriana (2017).