15 poemas que capturan la esencia de la guerra


Catalina Arancibia Durán
Catalina Arancibia Durán
Máster en Literatura Española e Hispanoamericana

La guerra ha sido parte de la vida del ser humano desde el inicio de los tiempos. En la literatura clásica, como La Ilíada de Homero, se engrandecía con discursos encendidos sobre el valor y el heroísmo. Sin embargo, a partir del siglo XX, existe otra mirada en relación a conflictos que causaron millones de muertes y destruyeron parte del mundo.

A continuación, se pueden encontrar poemas que se refieren a la guerra con una mirada crítica, dolorosa y realista. En su mayoría, son textos escritos por personas que lo experimentaron directamente.

1. Dulce et decorum est - Wilfred Owen

Encorvados, como mendigos ancianos con el hato a cuestas,
Chocando las rodillas y tosiendo como viejas, maldecimos a través del lodo.
Logramos dar la espalda a los acechantes destellos enemigos
y emprendimos el penoso camino hacia nuestro retirado descanso.
Los hombres marchaban dormidos. Muchos iban descalzos,
pero avanzaban, cojeando, con los pies bañados en sangre.
Todos iban lisiados, todos cegados, ebrios de fatiga, sordos incluso
al silbido de los rezagados obuses 5.9 que detrás de ellos caían.

¡Gas, GAS! ¡Rápido muchachos! Torpemente, a tientas nos ponemos
justo a tiempo las incómodas máscaras,
pero uno de nosotros quedó gritando, indeciso
forcejeando, como atrapado en cal viva o en fuego...
Vagamente, a través de los vidrios empañados y una verde luz espesa
vi cómo se ahogaba hasta el fondo de un glauco mar.

En todos mis sueños, ante mi mirada impotente,
se desploma ante mí y es engullido por una cloaca, asfixiado, ahogándose.

Si también tú, en tus pesadillas, pudieras ir marcando el paso
detrás del carretón en el que lo arrojamos
y ver en su cara unos ojos blancos de angustia, retorciéndose,
su cara de ahorcado, como la de un demonio hastiado de su propio pecado;
si tú también, en cada tumbo, pudieras oír la sangre
saliendo a chorros de sus pulmones consumidos,
obscena como un cáncer, amarga como el pus
de llagas atroces e incurables en lenguas inocentes,
entonces, amigo mío, no contarías con tanto entusiasmo
a unos chicos que ansían una gloria desesperada
esa vieja Mentira: Dulce et decorum est
Pro patria mori.

Wilfred Owen (1893 - 1918) fue un poeta británico reclutado a los 22 años como soldado en la Primera Guerra Mundial. Después de vivir en carne propia lo terrible del conflicto, escribió versos en los que denunció lo que realmente pasaba en las trincheras y en el campo de batalla.

Así, expresó el dolor, el cansancio, el hambre y la desesperación a la que se vieron enfrentados miles de jóvenes que partieron al frente con la esperanza de convertirse en héroes. En contra del discurso patriótico que imperaba en el periodo, decidió mostrar lo cruento de una lucha que no beneficiaba a nadie.

En este poema hace referencia a la famosa frase de Horacio que dice "Dulce y honroso morir por la patria", idea que circulaba durante aquella época para animar a los jóvenes a enlistarse.

Lo más relevante en estos versos es que alude a la utilización de gas mostaza. Por primera vez en la historia de la humanidad, se utilizó como arma masiva por ambas partes. La descripción del compañero que no alcanzó a ponerse la máscara resulta estremecedora, especialmente cuando otorga detalles como: "pudieras oír la sangre/ saliendo a chorros de sus pulmones consumidos".

De este modo, describe con dureza el estado en que los dejó la contienda y alega que no hay nada de glorioso en sacrificar a la población de aquella manera. El autor tuvo que ser internado en un hospital de Edimburgo por trastorno de estrés postraumático. Luego de recuperarse, regresó a la batalla y murió en combate.

2. Explico algunas cosas - Pablo Neruda

Preguntaréis

Y dónde están las lilas?
Y la metafísica cubierta de amapolas?
Y la lluvia que a menudo golpeaba
sus palabras llenándolas
de agujeros y pájaros?

Os voy a contar todo lo que me pasa.

Yo vivía en un barrio
de Madrid, con campanas,
con relojes, con árboles.

Desde allí se veía
el rostro seco de Castilla
como un océano de cuero.
Mi casa era llamada
la casa de las flores, porque por todas partes
estallaban geranios: era
una bella casa
con perros y chiquillos.
Raúl, te acuerdas?
Te acuerdas, Rafael?
Federico, te acuerdas
debajo de la tierra,
te acuerdas de mi casa con balcones en donde
la luz de junio ahogaba flores en tu boca?
Hermano, hermano!
Todo
eran grandes voces, sal de mercaderías,
aglomeraciones de pan palpitante,
mercados de mi barrio de Argüelles con su estatua
como un tintero pálido entre las merluzas:
el aceite llegaba a las cucharas,
un profundo latido
de pies y manos llenaba las calles,
metros, litros, esencia
aguda de la vida,
pescados hacinados,
contextura de techos con sol frío en el cual
la flecha se fatiga,
delirante marfil fino de las patatas,
tomates repetidos hasta el mar.

Y una mañana todo estaba ardiendo
y una mañana las hogueras
salían de la tierra
devorando seres,
y desde entonces fuego,
pólvora desde entonces,
y desde entonces sangre.
Bandidos con aviones y con moros,
bandidos con sortijas y duquesas,
bandidos con frailes negros bendiciendo
venían por el cielo a matar niños,
y por las calles la sangre de los niños
corría simplemente, como sangre de niños.

Chacales que el chacal rechazaría,
piedras que el cardo seco mordería escupiendo,
víboras que las víboras odiaran!

Frente a vosotros he visto la sangre
de España levantarse
para ahogaros en una sola ola
de orgullo y de cuchillos!

Generales
traidores:
mirad mi casa muerta,
mirad España rota:
pero de cada casa muerta sale metal ardiendo
en vez de flores,
pero de cada hueco de España
sale España,
pero de cada niño muerto sale un fusil con ojos,
pero de cada crimen nacen balas
que os hallarán un día el sitio
del corazón.

Preguntaréis por qué su poesía
no nos habla del sueño, de las hojas,
de los grandes volcanes de su país natal?

Venid a ver la sangre por las calles,
venid a ver
la sangre por las calles,
venid a ver la sangre
por las calles!

Pablo Neruda (1904 - 1973) fue uno de los poetas más importantes en lengua española del siglo XX. Durante la Guerra Civil Española se encontraba en Madrid debido a su cargo de cónsul. Así fue como surgió el libro España en el corazón (1937), donde buscaba generar consciencia sobre la situación.

El poema comienza con forma de pregunta, es como si el poeta interpelara al lector y le dijera ¿qué pasó? ¿cuál es el afán del ser humano por acabar con la alegría y la belleza de la vida?

Recorre la ciudad que perdió su encanto, denunciando la destrucción y muerte que observa por doquier. De este modo, se instala a sí mismo como vocero del desastre, ya que la poesía debe convertirse en arma de lucha para así defender a esta "España rota".

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3. Julio de 1914 - Anna Ajmátova

Huele a quemado. Durante cuatro semanas ya
Ha estado ardiendo el pozo seco de la huerta.
Los pájaros ni siquiera han cantado hoy
Y el álamo ha dejado de crujir y silbar.

El sol se ha tornado malestar divino.
La lluvia no ha rociado los campos desde Semana Santa.
Un forastero con una sola pierna arribó
y solo en el patio declamó:

“Tiempos de terror se acercan. Pronto
Frescas tumbas abundarán en todo lado.
Habrá hambre, terremotos, muerte por doquier,
Y un eclipse de sol y de luna.

Pero el enemigo no dividirá
Nuestra tierra a voluntad, sólo para él:
La Madre de Dios desplegará su blanco manto
Sobre toda esta enorme congoja.

Anna Ajmátova (1889 - 1966) fue una destacada poeta rusa. Sus primeros escritos se centraban en temáticas como el amor, la cultura tradicional y la devoción a la Iglesia Ortodoxa. En el comienzo de la Primera Guerra Mundial escribió estos versos en los que se refirió a la devastación de la tierra debido al conflicto.

Planteó que la naturaleza sucumbió junto al ser humano. Así, escaseaba la lluvia, los pájaros dejaron de cantar y todo se tornó oscuro. Sin embargo, existía un atisbo de salvación gracias a la Virgen que con su pureza ("manto blanco) lograría redimir al hombre.

Luego de la Revolución de 1917, su obra fue censurada y la mayoría de sus amigos se exiliaron o fueron perseguidos por el régimen. En sus últimos años de vida pudo volver a publicar y su obra fue reconocida tanto dentro de su país como en el extranjero.

4. Tumbas. El Alamein - John Pudney

Vivir y dejar vivir
No importa como todo termine
Estos perdidos bajo el cielo,
yacen como amigos.

Perdonan los odios
No importa cuánto odiaran;
Por la vida separados
Y por la muerte unidos.

El escritor británico John Pudney (1909 - 1977) se destacó por los poemas que produjo durante la Segunda Guerra Mundial. En 1940 ingresó en la Real Fuerza Aérea y publicó varias obras en las que analizaba los efectos nocivos del enfrentamiento, promoviendo un mensaje de paz.

Luego de la batalla de El Alamein, escribió este poema en el que se refiere a la muerte. Así, toma la idea tradicional de que gracias a ella todos los hombres se igualan. No importa de qué nacionalidad eran o a qué bando pertenecían, una vez que perecen, ya no hay nada que los separe.

5. En la tumba del soldado desconocido - Oscar Hahn

Con qué alegría marchan los hombres a la guerra
Con qué entusiasmo limpian y cargan sus fusiles
Con qué fervor cantan sus himnos de combate
Con qué ansiedad toman su puesto en la trinchera
Con qué inquietud oyen el ruido de las bombas
Con qué insistencia silban las balas en el aire
Con qué lentitud corre la sangre por su frente
Con qué estupor miran sus ojos el vacío
Con qué rigidez yacen sus cuerpos en el barro
Con qué premura son arrojados en la fosa
Con qué rapidez son olvidados para siempre

En este poema, Oscar Hahn (Chile, 1938) reflexiona sobre la muerte anónima de los soldados que van a la guerra. Así, muestra cómo los hombres se enfrentan con ánimo y valentía a una contienda que sólo les traerá dolor y un fin casi seguro.

También realiza estos versos como homenaje al soldado desconocido, cuerpo que fue encontrado en Tacna en 1900, en el lugar donde se había producido una batalla decisiva para el triunfo de Chile en la Guerra del Pacífico. Debido a la salinidad del suelo desértico, el cadáver se encontraba momificado y en muy buenas condiciones. Por ello, se erigió un monumento en su honor y a los más de 500.000 fallecidos en la batalla de Tacna.

6. Vigilia - Giuseppe Ungaretti

Una noche entera
acostado al lado
de un compañero
masacrado
con su boca
desdentada
vuelta al plenilunio
con la congestión
de sus manos
penetrando
en mi silencio
escribí
cartas llenas de amor

Jamás me he sentido
tan
aferrado a la vida

Giuseppe Ungaretti (1888 - 1970) fue un escritor y académico italiano. Pasó sus primeros años en Egipto por el trabajo de su padre, luego estudió Filosofía y Literatura en la Sorbonne (Francia). Cuando Italia se incorporó a la Primera Guerra Mundial, decidió ofrecerse como voluntario.

Su obra se destaca por referirse a lo cotidiano. Aquí, reflexiona sobre lo efímero de la existencia. La visión de la muerte que acecha a su compañero hace que valore con muchísima más intensidad la vida y que sienta deseos de sobrevivir a la catástrofe.

7. Todos los ejércitos son Iguales - Ernest Hemingway

Todos los ejércitos son iguales
la publicidad es fama
la artillería hace el mismo viejo ruido
el valor es atributo de los muchachos
los viejos soldados tienen los ojos cansados
todos los soldados escuchan las mismas viejas mentiras
los cadáveres siempre han atraído a las moscas.

Ernest Hemingway (1899 - 1961) es uno de los autores más importantes del siglo XX. Fue reconocido por su labor periodística, sus novelas y sus cuentos que resultaron cruciales para la conformación de la literatura moderna.

Durante la Primera Guerra Mundial fue voluntario para la Cruz Roja, donde manejó una ambulancia. En 1918 fue herido severamente en las piernas y tuvo que pasar algunos meses en un hospital de Milán.

Esta experiencia le condujo a la escritura y escribió algunos poemas en los que se refería de manera mordaz a la guerra. En "Todos los ejércitos son iguales" afirma que todos los conflictos se parecen. De manera irónica, señala el sinsentido de una destrucción masiva basada en retóricas de falsa gloria. Al final, los soldados sólo conseguirán la muerte y no hay nada de honor en el hecho de convertirse en un cadáver.

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8. Seis de agosto - Sankichi Tōge

¿Podemos olvidar ese destello?
súbitamente 30,000 desaparecieron en las calles
en las profundidades despedazadas de la oscuridad
los alaridos de 50,000 se desvanecieron

Cuando los remolinos de humo amarillo se dispersaron
edificios se quebraron, puentes colapsaron
trenes repletos se detuvieron calcinados
y una interminable acumulación de escombros y brasas – Hiroshima
poco después, una línea de cuerpos desnudos caminando en grupos, llorando
con la piel colgando como harapos
manos en pechos
pisando materia cerebral desmoronada
ropa quemada cubriendo caderas

cuerpos yacen en el suelo de la procesión como estatuas de piedra de Jizō, dispersos por doquier
en las orillas del rio, tirados uno encima de otro, un grupo que se había arrastrado hacia una balsa atada
que también poco a poco se transformaron en cadáveres bajo los abrasadores rayos del sol
y bajo la luz de las llamas que atravesaron el cielo del atardecer
el lugar donde madre y hermano menor fueron prensados vivos
también fue envuelto en llamas
y cuando el sol matutino brilló sobre un grupo de colegialas
que habían huido y estaban tiradas
en el piso de la armería, sobre excrementos
sus vientres hinchados, un ojo aplastado, la mitad de sus cuerpos en
carne viva con la piel desollada, sin pelo, sin poder decir quién era quién
todo había dejado de moverse
en un estancado, ofensivo olor
el único sonido las alas de las moscas zumbando alrededor de las
bacinicas metálicas

ciudad de 300,000
¿podemos olvidar ese silencio?
en esa quietud
la poderosa atracción
de las cuencas vacías de las esposas y niños que no regresaron a casa
que nos desgarró el corazón
¿¡puede ser olvidado!?

A partir de las tragedias de Hiroshima y Nagasaki, surgió en Japón un nuevo género denominado Genbaku bungaku, que se traduce como Literatura de la Bomba Atómica. Fue escrita por los hibakusha, término que quiere decir "persona bombardeada" y alude a los sobrevivientes del desastre.

Se trata de testimonios directos en los que se narra el horror que experimentaron miles de personas, detallando el dolor provocado con armas de destrucción creadas por el ser humano.

Sankichi Tōge (1917 - 1953) es uno de los poetas más destacados en esta corriente. En 1951 publicó Poemas sobre la bomba atómica con los que ganó fama internacional debido a la crudeza con la que decidió expresarlo.

6 de agosto es el poema más famoso de su producción, donde relata lo vivido el día en que fue lanzada la primera bomba. Se refiere de forma descarnada a los gritos, a los cuerpos destrozados y a la desesperación. De este modo, le otorga una mirada más real y cercana a lo sucedido. Asimismo, alude a la necesidad de memoria y finaliza con la pregunta "¿Puede ser olvidado?".

Estos versos fueron grabados en un monumento del Parque Conmemorativo de Hiroshima. Tōge murió a los los 36 años debido a las consecuencias de la radiación.

9. ¿Importa? - Siegfried Sassoon

¿Importa? ¿Perder las piernas?
Porque la gente siempre será amable,
y no es necesario que demuestres que te importa
cuando los demás vienen después de la caza
para engullir sus magdalenas y huevos.
¿Importa? ¿Perder la vista?
Hay un trabajo espléndido para los ciegos;
Y la gente siempre será amable,
mientras te sientas en la terraza recordando
y volteando tu rostro hacia la luz.
¿Importan, esos sueños en el hoyo?
Puedes beber, olvidar y alegrarte,
y la gente no dirá que estás loco;
Porque saben que has luchado por tu país,
y nadie se preocupará un poco.

Siegfried Sassoon (1886 - 1967) fue un destacado escritor británico que se hizo reconocido por sus poemas antibelicistas, escritos luego de participar en la Primera Guerra Mundial. De hecho, en aquella época hizo amistad con Wilfred Owen, a quien influenció en su escritura.

En ¿Importa? reflexiona sobre las consecuencias que tuvieron que experimentar muchos soldados después de la guerra. Varios perdieron las piernas, la vista y las esperanzas que tenían depositadas en el futuro. Así, fueron condenados a vivir una existencia en la que fueron sombras de lo que podrían haber llegado a ser, si no hubiese sido por el deber patriótico que tuvieron que asumir.

10. Masa - César Vallejo

Al fin de la batalla,
y muerto el combatiente, vino hacia él un hombre
y le dijo: «¡No mueras, te amo tanto!»
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.

Se le acercaron dos y repitiéronle:
«¡No nos dejes! ¡Valor! ¡Vuelve a la vida!»
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.

Acudieron a él veinte, cien, mil, quinientos mil,
clamando «¡Tanto amor y no poder nada contra la muerte!»
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.

Le rodearon millones de individuos,
con un ruego común: «¡Quédate hermano!»
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.

Entonces todos los hombres de la tierra
le rodearon; les vio el cadáver triste, emocionado;
incorporóse lentamente,
abrazó al primer hombre; echóse a andar...

César Vallejo (Perú, 1892 - 1938) es uno de los poetas latinoamericanos más destacados, debido a su innovación estilística. En 1939 se publicó España, aparta de mi este cáliz. Este libro lo escribió en 1937 durante la Guerra Civil Española, en la que participó activamente, colaborando con los republicanos. Así, en 15 poemas muestra la resistencia y sacrificio humano que subyace al conflicto.

En Masa se refiere a la muerte de un soldado e imagina cómo sería el mundo si todos los seres humanos se unieran en armonía. De esta manera, entrega un mensaje de paz para el futuro.

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11. La batalla - Louis Simpson

Casco y rifle, mochila y capote
Marchando por el bosque. En algún lugar adelante
Los cañones retumban. Como el círculo de una garganta
La noche a cada costado se hace roja.

Se detienen y cavan. Se hunden como topos
En la viscosa tierra entre los árboles
Y pronto los centinelas alertas en sus huecos
Sienten la primera nieve. Sus pies se comienzan a helar.

Al amanecer la primera granada cae con un estallido,
Luego granadas y balas cruzan las heladas maderas.
Esto duró muchos días, la nieve estaba negra,
Los cadáveres hedían en sus huecos escarlata.

Lo que más claramente recuerdo de esta batalla:
El cansancio de los ojos, como las manos parecían delgadas
En torno a un cigarrillo y la brillante ascua
Vacilaría con toda la vida que en ella hay.

Entre 1943 y 1945, el escritor norteamericano Louis Simpson (1923 - 2012), participó como soldado en la Segunda Guerra Mundial. Dentro de su obra, destaca el poema La batalla, en el que describe minuciosamente cada aspecto de un enfrentamiento con el ejército enemigo.

Decidió abandonar el discurso patriótico que circulaba en Estados Unidos y destacó la lucha como una situación incómoda, desesperante y, en especial, agotadora. Lejos de la retórica de heroísmo que estaba tan de moda en aquellos años, optó por entregar una versión real.

12. Hospital militar - Wilhelm Klemm

Briznas de paja crujiendo por doquier.
Los pedazos de vela se erigen solemnes y nos observan.
A través de la bóveda nocturna de la iglesia
Flotan gemidos, palabras ahogadas a medias.

Hay un hedor a sangre, pus, mierda y sudor.
Los vendajes supuran bajo uniformes raídos.
Manos trémulas tiemblan y los rostros se contraen.
Los cuerpos se mantienen erectos mientras las cabezas agonizan de lado hacia abajo.

A lo lejos la batalla truena siniestra
Día y noche, gruñendo y rugiendo sin cesar,
Y para quienes mueren aguardando pacientemente a que caven sus tumbas
Suena en sus oídos como si retumbara por todo el mundo, la palabra divina.

Wilhelm Klemm (Alemania, 1881 - 1968) fue un médico que durante la Primera Guerra Mundial se dedicó a atender heridos en un campamento militar en Bélgica. Decidió escribir sobre su experiencia y relatar de manera directa toda la crudeza experimentada por los heridos.

Así, detalla las condiciones precarias en las que se encontraban. Se improvisó un hospital en una Iglesia cubierta de paja donde tenía que trabajar a la luz de velas. Allí, había miles de heridos que sufrían y agonizaban. Afuera la batalla continuaba y seguiría dejando un saldo de nuevos heridos.

En este contexto, la muerte se vislumbra como el único alivio posible, ya que al estar cerca de ella, los soldados oían "la palabra divina" que les llevaría al descanso eterno.

13. Vendrán lluvias suaves - Sara Teasdale

Vendrán lluvias suaves y olor a tierra mojada,
Y golondrinas rolando con su chispeante sonido;

Y ranas en los estanques cantando en la noche,
Y ciruelos silvestres de trémula blancura.

Los petirrojos vestirán su plumoso fuego
Silbando sus caprichos sobre el cercado;

Y nadie sabrá de la guerra, a nadie
Preocupará cuando al fin haya acabado.

A nadie le importaría, ni al pájaro ni al árbol,
Si toda la humanidad pereciera;

Y la propia Primavera, cuando despertara al alba,
Apenas se daría cuenta de nuestra partida.

Aunque Sara Teasdale (1884 - 1933) no forma parte del canon de la literatura norteamericana, su figura ha resurgido con los años, debido a su fuerza expresiva y a la consciencia social que demostró.

Este poema fue escrito luego de la Primera Guerra Mundial, un conflicto que cambió radicalmente la fe en el progreso que existía hasta ese momento. A partir de este evento, se vio con claridad el poder de la ciencia y la tecnología para la destrucción.

La autora plantea un mundo futuro en el que el ser humano logró extinguirse, y lo único que sobrevivió fue la naturaleza en todo su esplendor. De esta manera, escribe este poema como una advertencia sobre los peligros de algunos avances y también como una reflexión sobre nuestra insignificancia como especie frente a la inmensidad de lo natural.

14. Guerra - Miguel Hernández

Todas las madres del mundo,
ocultan el vientre, tiemblan,
y quisieran retirarse,
a virginidades ciegas,
el origen solitario
y el pasado sin herencia.
Pálida, sobrecogida
la fecundidad se queda.
El mar tiene sed y tiene
sed de ser agua la tierra.

Alarga la llama el odio
y el amor cierra las puertas.
Voces como lanzas vibran,
voces como bayonetas.
Bocas como puños vienen,
puños como cascos llegan.
Pechos como muros roncos,
piernas como patas recias.
El corazón se revuelve,
se atorbellina, revienta.
Arroja contra los ojos
súbitas espumas negras.

La sangre enarbola el cuerpo,
precipita la cabeza
y busca un hueco, una herida
por donde lanzarse afuera.

La sangre recorre el mundo
enjaulada, insatisfecha.
Las flores se desvanecen
devoradas por la hierba.
Ansias de matar invaden
el fondo de la azucena.
Acoplarse con metales
todos los cuerpos anhelan:
desposarse, poseerse
de una terrible manera.

Desaparecer: el ansia
general, creciente, reina.
Un fantasma de estandartes,
una bandera quimérica,
un mito de patrias: una
grave ficción de fronteras.

Músicas exasperadas,
duras como botas, huellan
la faz de las esperanzas
y de las entrañas tiernas.
Crepita el alma, la ira.
El llanto relampaguea.
¿Para qué quiero la luz
si tropiezo con tinieblas?

Pasiones como clarines,
coplas, trompas que aconsejan
devorarse ser a ser,
destruirse, piedra a piedra.
Relinchos. Retumbos. Truenos.
Salivazos. Besos. Ruedas.
Espuelas. Espadas locas
abren una herida inmensa.

Después, el silencio, mudo
de algodón, blanco de vendas,
cárdeno de cirugía,
mutilado de tristeza.
El silencio. Y el laurel
en un rincón de osamentas.
Y un tambor enamorado,
como un vientre tenso, suena
detrás del innumerable
muerto que jamás se aleja.

Miguel Hernández (1910 - 1942) fue un poeta español que se destacó por su compromiso político. Durante la Guerra Civil, escribió varios versos que se refieren a la situación que se experimentaba en aquella época. Dentro de su producción, se destaca Guerra, por ser un texto muy bello a pesar de referirse a un tema tan duro. Utiliza metáforas y comparaciones, generando un ritmo que señala cómo el odio, la muerte y las ansias de poder invaden la realidad y destruyen la belleza de la vida.

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15. Muertos de guerra - Gavin Ewart

Con un brazo gris doblado sobre un rostro verde
El polvo de los carros que pasan lo cubren,
Yaciendo a la vera del camino en el lugar apropiado.
Porque ha cruzado la última visión lejana
Que nos oculta el valle de los muertos.
Yace como equipo usado, dejado de lado,
Del cual nuestro rápido avance no puede sacar ventaja:
Rosas, carros triunfales, pero éste murió.

Otrora monumentos guerreros, lamentable intento
En cierta forma vaga, una lamentable excusa
Para esos perdidos futuros que los muertos soñaron.
Cubierta la tierra con su lamentable piedra.
pero en nuestros corazones llevamos una carga más pesada:
Los cuerpos de los muertos que yacen a la vera del camino.

Gavin Ewart (1916 - 1995) fue un poeta británico reclutado durante la Segunda Guerra Mundial con apenas 23 años. Combatió en África e Italia y luego de observar la muerte y la destrucción, escribió varios textos en los que se refiere al sacrificio inútil de miles de jóvenes que depositaron su vida en la falsa idea del heroísmo.

En Muertos de guerra menciona los cuerpos que van quedando en el camino y que se amontonan como vestigios de una batalla que no tiene sentido. Estos cadáveres resultan el mejor ejemplo de la futilidad de las acciones humanas que condujeron a aquella situación.

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Catalina Arancibia Durán
Catalina Arancibia Durán
Máster en Literatura Española e Hispanoamericana. Diplomada en Teoría y Crítica de Cine. Profesora de talleres literarios y correctora de estilo.