Arte bizantino


Andrea Imaginario
Andrea Imaginario
Especialista en artes, literatura e historia cultural

Por arte bizantino se conoce el conjunto de manifestaciones artísticas desarrolladas en el Imperio romano de Oriente, llamado Imperio bizantino, desde el siglo IV hasta el siglo XV. Sin embargo, este estilo se mantiene vivo actualmente como vehículo de expresión de la Iglesia ortodoxa.

arte bizantino
Pantocrátor, del mosaico de la Déesis. Iglesia de Santa Sofía, Estambul, c. 1280.

El arte bizantino nació con el ascenso del cristianismo a la corte imperial. A comienzos del siglo IV Majencio y Constantino se disputaban el título de augusto en el Imperio romano, dividido entonces en dos administraciones: el Imperio romano de Oriente y el de Occidente. Inspirado por un sueño que auguraba su triunfo bajo el signo de la cruz, Constantino derrotó a Majencio en la batalla del puente Milvio en el año 312.

Constantino asumió el control del Imperio romano oriental, puso fin a la persecución de los cristianos por medio del Edicto de Milán (año 313) y adoptó el cristianismo como religión de su corte. La sede del Imperio romano de Oriente fue establecida en Bizancio, de donde viene el nombre de Imperio bizantino, a pesar de que Constantino hizo llamar a la ciudad Constantinopla desde el año 330.

Constantino
Sueño de Constantino.

El emperador y sus sucesores sentían el deber de proveer condiciones para el "culto", lo que fue el germen del arte bizantino. Pero al principio, lo que el Imperio tenía a la mano era el arte y la arquitectura grecorromana, ideados para otras funciones.

Por un lado, los templos paganos eran concebidos como casa del dios al que conmemoraban, de tal manera que nadie podía entrar en ellos. Por otro lado, estos templos albergaban una estatua del dios en cuestión, y los paganos creían que estas eran consustanciales al dios mismo. Ambos principios eran contrarios al cristianismo.

Los primeros cristianos heredaron de los judíos el rechazo a las imágenes, particularmente las escultóricas. Pero además, creían que Dios no habitaba en templo alguno y que la adoración se hacía "en espíritu y verdad". Por esta razón, se reunían en domus ecclesiae, término latino que significa 'casa de la asamblea' ("sinagoga" en griego), destinadas a compartir la palabra y a celebrar el memorial de la pasión, muerte y resurrección de Jesús.

Sin embargo, con el ascenso del cristianismo, se hacían necesarios espacios más amplios. Junto a esto, el Imperio, aún de mentalidad pagana, aspiraba a revestir la celebración cristiana de signos de estatus. Por ello, el investigador Ernst Gombrich propone la pregunta: ¿cómo resolver esta cuestión en la arquitectura y, luego, cómo decorar aquellos espacios en el marco de una fe que prohibía la idolatría?

Características de la arquitectura bizantina

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Interior de la iglesia San Apolinar in Classe.

Pensando en todas estas cuestiones, los bizantinos idearon diferentes maneras de dar solución a sus necesidades en materia artística. Conozcamos algunas de ellas.

Adopción de la planta basilical y desarrollo de la planta centralizada

plantas bizantinas
Izquierda: San Apolinar in Classe, modelo de planta basilical. Derecha: San Vitale en Ravena, modelo de planta centralizada.

La primera solución que hallaron los bizantinos fue adaptar las basílicas romanas o salas reales a las necesidades de la liturgia y de la corte imperial. Al respecto dice el historiador Ernst Gombrich:

Estas construcciones (las basílicas) eran empleadas como mercados cubiertos y tribunales públicos de justicia, consistiendo principalmente en grandes salas oblongas, con estrechos y bajos compartimentos en las paredes laterales, separadas de la principal mediante hileras de columnas.

Con el tiempo, la planta basilical se convirtió en un modelo de iglesia cristiana, al que pronto se sumó la planta centralizada o de cruz griega en tiempos de Justiniano, una aportación original del arte bizantino.

Adopción de elementos constructivos romanos

Al nivel constructivo, los bizantinos adoptaron las técnicas y recursos constructivos del Imperio romano. Entre los elementos romanos usaron principalmente las bóvedas de cañón, las cúpulas y los contrafuertes. Usaron también las columnas, aunque más con carácter ornamental, excepto en las galerías donde funcionan como soporte de las arcadas.

Nuevos usos y aportes arquitectónicos

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Cúpula de la iglesia Chora, con pechinas decoradas. Mosaico.

La arquitectura bizantina aportó el uso de pechinas como sostenimiento de las cúpulas, aplicadas en las plantas centralizadas. Asimismo, diversificaron los capiteles de las columnas, dando lugar a nuevos motivos decorativos. Prefirieron los fustes lisos.

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Capitel de la iglesia San Vitale en Ravena.

Desarrollo del iconostasio

Mención aparte merece el iconostasio, un objeto litúrgico característico del cristianismo oriental. El iconostasio, que proviene del templón, recibe su nombre por los iconos que lo "decoran". Este dispositivo se trata de un panel dispuesto en el altar de las iglesias ortodoxas de norte a sur.

La función del iconostasio es resguardar al santuario donde se encuentra la eucaristía (el pan y el vino). En dicho santuario, normalmente ubicado al Este, tiene lugar la consagración eucarística, la cual se considera un acto sagrado protagónico de la liturgia.

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Iconostasio del Monasterio de Cocos, Rumanía.

Por normal general, el iconostasio tiene tres puertas: la principal, llamada puerta santa, por donde solo puede pasar el sacerdote; la puerta meridional o diaconal y, por último, la puerta septentrional. El conjunto de los íconos que se disponen en el iconostasio suelen representar las doce fiestas del calendario bizantino.

De esta manera, el iconostasio es una puerta de comunicación entre lo celeste y lo terrestre y, al mismo tiempo, según informa Royland Viloria, condensa la Suma Teológica de Oriente. Para comprender esto, es necesario comprender primero las características de la pintura bizantina a continuación.

Características de la pintura bizantina

En un principio el arte bizantino se inspiró en el arte paleocristiano. Al igual que este, reflejó el interés en el estilo grecorromano del Imperio, del que se sentía heredero. Al mismo tiempo, asimiló la influencia del arte oriental. Pero la necesidad de marcar diferencia con el paganismo provocaría una transformación que pasaría, obligadamente, por sesudas discusiones teológicas.

Entre las muchas doctrinas circulantes, la más aceptada fue la tesis de la doble naturaleza de Jesús, humana y divina. Bajo el argumento de que “Él es la Imagen del Dios invisible” (Col 1, 15), se permitió el desarrollo de un arte pictórico cristiano. Conozcamos sus normas, formas y significados.

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André Rublev: Los tres Ángeles recibidos por Abraham en Mambré, alegoría de la Santísima Trinidad. 1410. Ortodoxia rusa.

El ícono como máxima expresión del arte bizantino

La principal manifestación de la pintura bizantina son los íconos. La palabra ícono proviene del griego eikon , que significa "imagen", pero están concebidos como vehículos de oración personal y litúrgica, tal como informa Viloria. Por ello, la sensualidad es suprimida deliberadamente.

En la antigüedad, los íconos eran hechos por iconógrafos, monjes consagrados especialmente para el oficio de "escribir" teología en los íconos (hoy en día los iconógrafos pueden ser laicos consagrados). Las piezas también se consagraban. En sus inicios, los íconos sobre tabla registraban la influencia de los retratos del Fayum en Egipto.

A diferencia del arte occidental, los íconos cumplían funciones litúrgicas. Por lo tanto, no pretendían imitar la naturaleza, más bien, pretendían dar cuenta de una relación espiritual entre el orden divino y terrenal, bajo estrictas normas teológicas y plásticas.

El rostro es el centro de interés y refleja principios espirituales

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El rostro es el centro de interés del ícono, ya que, según la investigadora Royland Viloria, muestra la realidad transfigurada de quien participa en la gloria divina. Es decir, condensa los signos de santidad del personaje.

La construcción se realiza a partir de la nariz, siempre alargada. Hay dos tipos de rostro:

  1. el rostro frontal, reservado para los personajes santos por su propio mérito (Jesús) o que ya están en la gloria divina; y
  2. el rostro de perfil, reservado para aquellos que aún no alcanzan la santidad plena o no tienen santidad por mérito propio (apóstoles, ángeles, etc.).
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Módulos de construcción para el rostro en el arte bizantino. Fuente: Royland Viloria (ver referencias).

Las orejas se ocultan bajo el cabello y solo se dejan ver sus lóbulos como símbolo del que escucha en silencio. La frente se representa ancha, para dar cuenta del pensamiento contemplativo. El cuello (del Pantocrátor) aparece hinchado, indicando que insufla el Espíritu Santo. La boca no requiere protagonismo; es pequeña y de labios finos. La mirada siempre está dirigida al espectador, excepto que se trate de una escena.

Los rostros suelen ser acompañados de nimbos, símbolo de la luminosidad de los cuerpos.

Uso de la perspectiva invertida

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ARRIBA: Ícono La Anunciación, s. XIV y gráfico que identifica la perspectiva invertida en el mismo.
ABAJO: Nociones básicas de perspectiva. Izquierda: perspectiva lineal. Centro: perspectiva axonométrica. Derecha: perspectiva invertida. Fuente: Royland Viloria (ver referencias).

El arte bizantino aplica el modelo de la perspectiva invertida. A diferencia de la perspectiva lineal, el punto de fuga está situado en el espectador y no en la obra. Más que ver el ícono, el espectador es visto por éste, es decir, por quien está detrás de la realidad material de la imagen.

Acentuación de la verticalidad

Junto a la perspectiva invertida, el arte bizantino privilegia la verticalidad sobre la profundidad. Prevalece así el carácter ascensional de la teología.

Los colores encarnan conceptos teológicos

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Anastasis. Ábside de la iglesia de Chora. Fresco.

En cada ícono, es fundamental la presencia de la luz como valor espiritual, representada con el dorado o el amarillo. El color oro, en particular, se asocia a la luz transfigurada e increada. Este valor permaneció inalterado a lo largo de la historia. Sin embargo, otros colores cambiaron o fijaron su significado a partir del triunfo de la ortodoxia en el siglo IX.

El azul suele ser símbolo del don de la humanidad, mientras que la gama de los púrpura suele representar la presencia divina o de la realeza.

Por ejemplo, cuando Jesús es representado con vestido púrpura y manto azul, simboliza el misterio de la hipóstasis: Jesús es el hijo de Dios que ha sido revestido con el don de la humanidad. A la inversa, la Virgen María, suele aparecer ataviada con vestido azul y manto púrpura en señal de que es un ser humano que, al dar el , ha sido revestida por la divinidad.

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Díptico transportable de la Virgen María con el niño (izq.) y el Pantocrátor (der.). Nótese el uso de los colores. Nótese también el gesto de María señalando a su hijo, Jesús, camino de salvación.

El verde también puede simbolizar la humanidad así como la vida o el principio vital en general. Los colores tierra representan el orden de lo terreno. En los santos, el rojo puro es símbolo del martirio.

El blanco, por su parte, representa la luz espiritual y la nueva vida, por lo cual se reserva frecuentemente para las vestiduras de Jesús en escenas como el bautismo, la transfiguración y la anastasis. Por contraste, el negro representa la muerte y el dominio de las tinieblas. Los demás colores se disponen en función del oro dentro de la pieza.

Obligatoriedad de las inscripciones

Los íconos siempre tienen inscripciones. Estas sirven para verificar la correspondencia del ícono con su prototipo. Suelen realizarse en las lenguas litúrgicas bizantinas, principalmente en griego y eslavo eclesiástico, así como árabe, rumano, etc. A esto se suma un argumento teológico, de acuerdo con la investigadora Viloria:

Esta importancia del nombre parte del Antiguo Testamento, donde el “nombre” de Dios manifestado a Moisés (Ex 3,14) representa su presencia y la relación salvífica con su pueblo.

Técnicas más usadas

Las técnicas usadas en los íconos bizantinos dependen del soporte. Para los soportes de madera se usa la encáustica y el temple al huevo. Para los soportes murales, se usa la técnica del mosaico (especialmente en los tiempos del esplendor imperial) y el fresco.

Características de la escultura

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Tríptico Harbaville, Deesis y santos. Mediados del siglo X. Marfil. Museo del Louvre, París.

Como rasgo general, la escultura bizantina se afirmó sobre la tradición grecorromana. Incorporó los elementos iconográficos del cristianismo: no solo las escenas, sino los símbolos y las alegorías: animales, plantas, atributos, entre otros, formaron parte del nuevo repertorio artístico.

La escultura bizantina estuvo al servicio de la arquitectura y de las artes aplicadas, como era lo propio en el mundo medieval antiguo. Las esculturas de bulto redondo no eran bien vistas por su semejanza con los ídolos paganos, de manera que se prefirió la técnica del relieve para la escultura con fines religiosos.

Comprendiendo el contexto histórico-teológico

El nacimiento del debate teológico y el destierro del arrianismo (siglos IV-V)

Cuando el cristianismo llegó a la corte, la reciente unidad imperial se veía amenazada por las disputas entre las comunidades cristianas que respondían a diferentes libros e interpretaciones. En ese momento existían, al menos, tres grandes corrientes:

  1. el arrianismo, defendido por Arrio, según el cual la naturaleza de Jesús era estrictamente humana;
  2. el monofisismo, según el cual la naturaleza de Jesús era estrictamente divina;
  3. la tesis de la unión hipostática, que defendía la doble naturaleza de Jesús, humana y divina.
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Ícono ruso, alegórico del Primer Concilio de Nicea celebrado en 325.

Para dar fin a los conflictos, Constantino apoyó la convocatoria del I Concilio de Nicea en el año 325. El concilio se decantó por la doble naturaleza de Jesús, de donde resultó el “credo niceno”. Con esta decisión, el arrianismo fue proscrito.

Al concilio de Nicea I, le seguirían otros como el I Concilio de Constantinopla, celebrado en 381. En este, se determinaría la divinidad del Espíritu Santo y se afianzaría el dogma de la Santísima Trinidad.

Importancia semejante tendría el Concilio de Éfeso de 431, en donde se establecería el dogma de la Theotokos, es decir, de la Madre de Dios, convertido en un verdadero tipo iconográfico de la cristiandad.

El destierro del monofisismo y el primer esplendor del arte bizantino (siglos V-VIII)

Pero aún en el siglo V, el monofisismo seguía en pie. Los monofisitas se oponían a las imágenes de Jesús ya que lo consideraban totalmente divino. Sometido a discusión en el Concilio de Calcedonia de 451, el monofisismo fue proscrito, y se relegitimó el dogma de la doble naturaleza de Jesús, que sería difundido por medio del arte.

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Mosaicos de la iglesia de San Vitale, Ravena. Siglo VI.

Fue solo en tiempos de Justiniano, siglo VI, cuando se consolidó el arte bizantino y llegó a su esplendor. Para entonces, aunque los poderes político y religioso estaban separados, en la práctica Justiniano asumió atribuciones en materia espiritual, dando lugar al cesaropapismo. Con una economía próspera a su favor, Justiniano combatió el monofisismo por medio del arte, que debía estar en manos de artesanos con una sólida formación teológica.

Las luchas iconoclastas y el triunfo de la ortodoxia (siglos VIII-IX)

En el siglo VIII, el emperador León III el Isáurico mandó a destruir un mosaico del Pantocrátor, retiró de circulación las monedas con este motivo y prohibió las imágenes religiosas. Así comenzó la guerra o lucha iconoclasta, llamada también iconoclasia.

Para poner fin a la guerra, la emperatriz Irene convocó el II Concilio de Nicea en el año 787. En este se aceptó la tesis de Nicéforo, quien afirmaba que si el hijo de Dios se había hecho visible, podía representarse aquello que él mismo accedió a revelar.

Junto al argumento de las imágenes como fuente de instrucción para los iletrados, defendido por el Papa Gregorio Magno en el siglo VI, las imágenes religiosas fueron nuevamente permitidas, pero bajo estrictas normas que perseguían evitar toda conducta idolátrica.

Períodos del arte bizantino

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Interior de la Iglesia Santa Sofía, Estambul.

El arte bizantino se extendió por más de once siglos, dando lugar a diferencias estilísticas que pueden agruparse en períodos. Estos son:

  • Período protobizantino (siglos IV al VIII): abarca todo el período de gestación hasta la consolidación de la estética bizantina en tiempos de Justiniano, que dio ligar a la primera edad de oro, finalizada en 726.
  • Período iconoclasta (siglos VIII al IX): abarca todo el ciclo de las luchas iconoclastas, en el cual se destruyó una gran parte del patrimonio artístico bizantino. Finalizó con el llamado Triunfo de la Ortodoxia
  • Período bizantino medio (867-1204): abarca desde el triunfo de la ortodoxia hasta la conquista de Constantinopla por parte de los cruzados. Se distinguieron dos dinastías: la macedónica (867-1056) y la comnena (1057-1204). A mediados de ese período, tuvo lugar el Gran Cisma o Cisma de Oriente y Occidente (1054).
  • Período paleólogo o tardobizantino (1261-1453): abarcó desde la restauración de Constantinopla con el ascenso de la dinastía de los Paleólogos hasta la caída de Constantinopla frente al Imperio Otomano en 1453.

Referencias

  • Azara, Pedro (1992), La imagen de lo invisible, Barcelona-España: Anagrama.
  • Gombrich, Ernst (1989), Historia del arte, México: Diana.
  • Plazaola, Juan (1996), Historia y sentido del arte cristiano, Madrid: Biblioteca de Autores Cristianos.
  • Viloria, Royland (2007), Aproximación artística, teológica y litúrgica a los iconos de la Catedral San Jorge (Trabajo de grado para optar al título de Licenciado en Artes), Caracas: Universidad Central de Venezuela.
Andrea Imaginario
Andrea Imaginario
Profesora universitaria, cantante, licenciada en Artes (mención Promoción Cultural), con maestría en Literatura Comparada por la Universidad Central de Venezuela, y doctoranda en Historia en la Universidad Autónoma de Lisboa.