La caperucita roja: descubre todo lo que esconde un clásico infantil


Catalina Arancibia Durán
Catalina Arancibia Durán
Máster en Literatura Española e Hispanoamericana

La caperucita roja es uno de los cuentos infantiles más populares del mundo. La figura de una niña con una capa roja forma parte del imaginario colectivo y puede encontrarse en todo tipo de libros, películas y expresiones culturales.

Esta historia ha atravesado fronteras y ha marcado a varias generaciones de niños. Lo interesante es que los cuentos de hadas tienen significados a distintos niveles. Por eso, en la infancia las historias se disfrutan por aspectos que en la madurez se pueden comprender de otra manera. A continuación, podrás descubrir todo lo que esconde este querido relato.

Grabado de La caperucita roja de Gustave Doré (1862)
Grabado de La caperucita roja de Gustave Doré (1862)

Orígenes

La caperucita roja es un cuento proveniente de la tradición oral que fue inmortalizado por Charles Perrault y, luego, por los hermanos Grimm.

Se han hallado versiones desde Italia hasta Japón y los primeros registros datan del siglo XI con un poema belga protagonizado por una niña vestida con una túnica roja que se encuentra con un lobo.

Aunque hoy es una historia enfocada al público infantil, en sus orígenes fue un relato moral para advertir a las jóvenes del peligro de la sexualidad. De ahí que la capa sea roja, color que simboliza las emociones violentas, sobre todo de tipo erótico.

¿De qué trata la historia?

Ilustración de La caperucita roja de Walter Crane (1875)
Ilustración de La caperucita roja de Walter Crane (1875)

La historia se centra en Caperucita, una niña cuya madre envía con provisiones a la casa de su abuela que se encuentra enferma. Así, debe atravesar el bosque para llegar a su destino. Sin embargo, allí se cruza con un astuto lobo que la interroga y descubre sus planes. Dependiendo de la versión, le propone un juego para ver quién llega primero o la invita a disfrutar del paisaje para adelantarse.

De este modo, el lobo localiza a la abuela y se hace pasar por la chica. Cuando logra entrar a la casa, se la come y decide disfrazarse de la mujer para hacer lo mismo con Caperucita.

En este punto la trama cambia, pues en la versión más antigua la niña es devorada por el lobo. En cambio, en la más famosa, aparece un cazador que abre la panza del lobo y logra rescatarlas a ambas.

Las dos versiones más famosas

La caperucita roja de Charles Perrault

Charles Perrault (1628 - 1703) fue el primero en plasmar por escrito la historia en 1697 en su colección Cuentos de Mamá Ganso. Según los historiadores, fue él quien añadió la caperuza.

El autor fue un reconocido miembro de la corte francesa de Luis XIV y el primer escritor que decidió recopilar cuentos de la tradición oral para adaptarlos al gusto de la época.

En aquel periodo se popularizó la costumbre de relatar historias en las reuniones de la alta sociedad. De este modo, Perrault encontró el mercado perfecto para los relatos clásicos que circulaban en el imaginario colectivo desde la Edad Media. Además, decidió suavizar los cuentos, eliminando aspectos demasiado violentos y darles un enfoque moralizante. Se trataba de que cada narración enseñara una lección valiosa.

Ilustración de La caperucita roja de Felix Summerly (1843)
Ilustración de La caperucita roja de Felix Summerly (1843)

Había una vez una niñita en un pueblo, la más bonita que jamás se hubiera visto; su madre estaba enloquecida con ella y su abuela mucho más todavía. Esta buena mujer le había mandado hacer una caperucita roja y le sentaba tanto que todos la llamaban Caperucita Roja.

Un día su madre, habiendo cocinado unas tortas, le dijo.

-Anda a ver cómo está tu abuela, pues me dicen que ha estado enferma; llévale una torta y este tarrito de mantequilla.

Caperucita Roja partió en seguida a ver a su abuela que vivía en otro pueblo. Al pasar por un bosque, se encontró con un lobo, que tuvo muchas ganas de comérsela, pero no se atrevió porque unos leñadores andaban por ahí cerca. Él le preguntó a dónde iba. La pobre niña, que no sabía que era peligroso detenerse a hablar con un lobo, le dijo:

-Voy a ver a mi abuela, y le llevo una torta y un tarrito de mantequilla que mi madre le envía.

-¿Vive muy lejos? -le dijo el lobo.

-¡Oh, sí! -dijo Caperucita Roja-, más allá del molino que se ve allá lejos, en la primera casita del pueblo.

-Pues bien -dijo el lobo-, yo también quiero ir a verla; yo iré por este camino, y tú por aquél, y veremos quién llega primero.

El lobo partió corriendo a toda velocidad por el camino que era más corto y la niña se fue por el más largo entreteniéndose en coger avellanas, en correr tras las mariposas y en hacer ramos con las florecillas que encontraba. Poco tardó el lobo en llegar a casa de la abuela; golpea: Toc, toc.

-¿Quién es?

-Es su nieta, Caperucita Roja -dijo el lobo, disfrazando la voz-, le traigo una torta y un tarrito de mantequilla que mi madre le envía.

La cándida abuela, que estaba en cama porque no se sentía bien, le gritó:

-Tira la aldaba y el cerrojo caerá.

El lobo tiró la aldaba, y la puerta se abrió. Se abalanzó sobre la buena mujer y la devoró en un santiamén, pues hacía más de tres días que no comía. En seguida cerró la puerta y fue a acostarse en el lecho de la abuela, esperando a Caperucita Roja quien, un rato después, llegó a golpear la puerta: Toc, toc.

- ¿Quién es?

Caperucita Roja, al oír la ronca voz del lobo, primero se asustó, pero creyendo que su abuela estaba resfriada, contestó:

- Es su nieta, Caperucita Roja, le traigo una torta y un tarrito de mantequilla que mi madre le envía.

El lobo le gritó, suavizando un poco la voz:

- Tira la aldaba y el cerrojo caerá.

Caperucita Roja tiró la aldaba y la puerta se abrió. Viéndola entrar, el lobo le dijo, mientras se escondía en la cama bajo la frazada:

- Deja la torta y el tarrito de mantequilla en la repisa y ven a acostarte conmigo.

Caperucita Roja se desviste y se mete a la cama y quedó muy asombrada al ver la forma de su abuela en camisa de dormir. Ella le dijo:

- Abuela, ¡qué brazos tan grandes tienes!

- Es para abrazarte mejor, hija mía.

- Abuela, ¡qué piernas tan grandes tiene!

- Es para correr mejor, hija mía.

Abuela, ¡qué orejas tan grandes tiene!

- Es para oírte mejor, hija mía.

- Abuela, ¡qué ojos tan grandes tiene!

- Es para verte mejor, hija mía.

- Abuela, ¡qué dientes tan grandes tiene!

- ¡Para comerte mejor!

Y diciendo estas palabras, este lobo malo se abalanzó sobre Caperucita Roja y se la comió.

Moraleja

Aquí vemos que la adolescencia,
en especial las señoritas,
bien hechas, amables y bonitas
no deben a cualquiera oír con complacencia,
y no resulta causa de extrañeza
ver que muchas del lobo son la presa.
Y digo el lobo, pues bajo su envoltura
no todos son de igual calaña:
Los hay con no poca maña,
silenciosos, sin odio ni amargura,
que en secreto, pacientes, con dulzura
van a la siga de las damiselas
hasta las casas y en las callejuelas;
más, bien sabemos que los zalameros
entre todos los lobos ¡ay! son los más fieros.

Ilustración de La caperucita roja de Harry Clarke (1922)
Ilustración de La caperucita roja de Harry Clarke (1922)

El objetivo principal de La Caperucita roja era prevenir a las niñas de encuentros con desconocidos. Es por ello que hace hincapié en el aspecto carnal. En su versión, el lobo no se disfraza, sino que simplemente se mete a la cama y le pide a Caperucita que se desnude. Luego, cuando la chica le dice que tiene brazos grandes, él contesta "para abrazarte mejor", dejando clara la connotación sexual.

En su libro Psicoanálisis de los cuentos de hadas, Bruno Bettelheim asegura que la trama intenta demostrar los peligros de la sexualidad incipiente para alguien que no está lo suficientemente madura. Así, declara:

Caperucita roja externaliza los procesos internos del niño que ha llegado a la pubertad: el lobo es la externalización de la maldad que el niño experimenta cuando actúa contrariamente a las advertencias de los padres y se permite tentar o ser tentado en el aspecto sexual (239).

Perrault finaliza con un poema que funciona como advertencia para las muchachas, enseñándoles que no deben hacer caso al primero que se les acerque. De este modo, se puede entender que el lobo representa el peligro que corren las jóvenes de ser seducidas.

La caperucita roja de Los hermanos Grimm

Los hermanos Jacob (1785 - 1863) y Wilhelm Grimm (1786 - 1859) eran filólogos que recorrieron su natal Alemania con un interés antropológico y lingüístico. Allí se encontraron con una rica tradición oral que decidieron recopilar y publicaron su primera edición de cuentos de hadas en 1812.

El libro tuvo gran éxito entre los niños, por lo que decidieron enfocarlo hacia ese público, eliminando las partes más escabrosas que incluían sexo, violencia y otros temas más adultos. Además, decidieron acompañar las historias con imágenes alusivas y así fue como surgieron los textos infantiles tal como los conocemos hoy.

Caperucita Roja de Divica Landrová
Ilustración de La Caperucita Roja de Divica Landrová (1959)

Érase una vez una niña tan dulce y cariñosa, que robaba los corazones de cuantos la veían; pero quien más la quería era su abuelita, a la que todo le parecía poco cuando se trataba de obsequiarla. Un día le regaló una caperucita de terciopelo colorado, y como le sentaba tan bien y la pequeña no quería llevar otra cosa, todo el mundo dio en llamarla «Caperucita Roja». Díjole un día su madre:
- Mira, Caperucita: ahí tienes un pedazo de pastel y una botella de vino; los llevarás a la abuelita, que está enferma y delicada; le sentarán bien. Ponte en camino antes de que apriete el calor, y ve muy formalita, sin apartarte del sendero, no fueras a caerte y romper la botella; entonces la abuelita se quedaría sin nada. Y cuando entres en su cuarto no te olvides de decir «Buenos días», y no te entretengas en curiosear por los rincones.

- Lo haré todo como dices - contestó Caperucita, dando la mano a su madre. Pero es el caso que la abuelita vivía lejos, a media hora del pueblo, en medio del bosque, y cuando la niña entró en él encontróse con el lobo. Caperucita no se asustó al verlo, pues no sabía lo malo que era aquel animal.

- ¡Buenos días, Caperucita Roja!

- ¡Buenos días, lobo!

- ¿Adónde vas tan temprano, Caperucita?

- A casa de mi abuelita.

- ¿Y qué llevas en el delantal?

- Pastel y vino. Ayer amasamos, y le llevo a mi abuelita algo para que se reponga, pues está enferma y delicada.

- ¿Dónde vive tu abuelita?

- Bosque adentro, a un buen cuarto de hora todavía; su casa está junto a tres grandes robles, más arriba del seto de avellanos; de seguro que la conoces - explicóle Caperucita.

Pensó el lobo: «Esta rapazuela está gordita, es tierna y delicada y será un bocado sabroso, mejor que la vieja. Tendré que ingeniármelas para pescarlas a las dos». Y, después de continuar un rato al lado de la niña, le dijo:

- Caperucita, fíjate en las lindas flores que hay por aquí. ¿No te paras a mirarlas? ¿Y tampoco oyes cómo cantan los pajarillos? Andas distraída, como si fueses a la escuela, cuando es tan divertido pasearse por el bosque.

Levantó Caperucita Roja los ojos, y, al ver bailotear los rayos del sol entre los árboles y todo el suelo cubierto de bellísimas flores, pensó: «Si le llevo a la abuelita un buen ramillete, le daré una alegría; es muy temprano aún, y tendré tiempo de llegar a la hora». Se apartó del camino para adentrarse en el bosque y se puso a coger flores. Y en cuanto cortaba una, ya le parecía que un poco más lejos asomaba otra más bonita aún, y, de esta manera penetraba cada vez más en la espesura, corriendo de un lado a otro.

Mientras tanto, el lobo se encaminó directamente a casa de la abuelita, y, al llegar, llamó a la puerta.

- ¿Quién va?

- Soy Caperucita Roja, que te trae pastel y vino. ¡Abre!

- ¡Descorre el cerrojo! - gritó la abuelita -; estoy muy débil y no puedo levantarme.

Descorrió el lobo el cerrojo, abrióse la puerta, y la fiera, sin pronunciar una palabra, encaminóse al lecho de la abuela y la devoró de un bocado. Púsose luego sus vestidos, se tocó con su cofia, se metió en la cama y corrió las cortinas.

Mientras tanto, Caperucita había estado cogiendo flores, y cuando tuvo un ramillete tan grande que ya no podía añadirle una flor más, acordóse de su abuelita y reemprendió presurosa el camino de su casa. Extrañóle ver la puerta abierta; cuando entró en la habitación experimentó una sensación rara, y pensó: «¡Dios mío, qué angustia siento! Y con lo bien que me encuentro siempre en casa de mi abuelita». Gritó:

- ¡Buenos días! - pero no obtuvo respuesta. Se acercó a la cama, descorrió las cortinas y vio a la abuela, hundida la cofia de modo que le tapaba casi toda la cara y con un aspecto muy extraño.

- ¡Ay, abuelita! ¡Qué orejas más grandes tienes!

- Son para oírte mejor.

- ¡Ay, abuelita, vaya manos tan grandes que tienes!

- Son para cogerte mejor.

- ¡Pero, abuelita! ¡Qué boca más terriblemente grande!

- ¡Es para tragarte mejor!

Y, diciendo esto, el lobo saltó de la cama y se tragó a la pobre Caperucita Roja. Cuando el mal bicho estuvo harto, se metió nuevamente en la cama y se quedó dormido, roncando ruidosamente.

He aquí que acertó a pasar por allí el cazador, el cual pensó. «¡Caramba, cómo ronca la anciana! ¡Voy a entrar, no fuera que le ocurriese algo!». Entró en el cuarto y, al acercarse a la cama, vio al lobo que dormía en ella.

- ¡Ajá! ¡Por fin te encuentro, viejo bribón! - exclamó -. ¡No llevo poco tiempo buscándote!

Y se disponía ya a dispararle un tiro, cuando se le ocurrió que tal vez la fiera habría devorado a la abuelita y que quizás estuviese aún a tiempo de salvarla. Dejó, pues, la escopeta, y, con unas tijeras, se puso a abrir la barriga de la fiera dormida. A los primeros tijerazos, vio brillar la caperucita roja, y poco después saltó fuera la niña, exclamando: - ¡Ay, qué susto he pasado! ¡Y qué oscuridad en el vientre del lobo!

A continuación salió también la abuelita, viva aún, aunque casi ahogada. Caperucita Roja corrió a buscar gruesas piedras, y con ellas llenaron la barriga del lobo. Éste, al despertarse, trató de escapar; pero las piedras pesaban tanto, que cayó al suelo muerto.

Los tres estaban la mar de contentos. El cazador despellejó al lobo y se marchó con la piel; la abuelita se comió el pastel, se bebió el vino que Caperucita le había traído y se sintió muy restablecida. Y, entretanto, la niña pensaba: «Nunca más, cuando vaya sola, me apartaré del camino desobedeciendo a mi madre».

Entre sus famosos relatos incluyeron una nueva versión de La caperucita roja. Fueron ellos quienes modificaron la historia de Perrault e instauraron el cuento más popular en la actualidad. De este manera, añadieron al cazador, resucitaron a la abuela y a la niña, además de que el lobo recibió su merecido.

En el caso de la Caperucita de Perrault, se trata de una historia admonitoria para atemorizar a los niñas. En cambio, en la versión de los hermanos Grimm, se puede encontrar un cuento que finalmente le otorga alivio al lector.

Ilustración de La caperucita roja de Otto Kubel (1930)
Ilustración de La caperucita roja de Otto Kubel (1930)

De todos modos, en esta versión el lobo también funciona como metáfora, ya que representa el mundo externo con sus peligros. Para estar protegida, Caperucita debía obedecer a su madre y seguir el camino. Sin embargo, prefirió distraerse con las flores y los encantos del bosque. Optó por el principio del placer frente al deber ser.

Además, la niña pecó de ingenuidad y fue demasiado abierta con un desconocido. En este sentido se entiende que el lobo disfrazado de su abuela enseña que no siempre las personas son lo que demuestran ser, por lo que es imposible confiar a ciegas.

Otro de los aspectos importantes de la versión de los hermanos Grimm es el crecimiento que experimenta la protagonista. Al ser devorada por el lobo, la niña perdió su inocencia infantil y descubrió el riesgo que corre en el mundo adulto. Para su suerte, los recopiladores decidieron añadir a un cazador fuerte y responsable, capaz de salvar a los buenos y castigar a los malos.

Por ello, el final demuestra que la chica aprendió la lección y ganó la sabiduría del que ha nacido "dos veces". Bruno Bettelheim afirma que cuando fue liberada del vientre del lobo, experimentó un segundo parto y recibió otra oportunidad para hacer las cosas bien. Así, abandonó su naturaleza indómita, dejó de ser una niña y se convirtió en una joven mujer, atenta hacia la realidad que la rodea.

Reivindicación actual

Las lecturas críticas que se han hecho de ambas versiones demuestran que, esencialmente, La caperucita roja es un cuento que busca contener la libertad de la mujer.

Por ello, con los años han surgido nuevas versiones que dejan de retratar a la chica como una víctima y la ensalzan como una protagonista fuerte.

Fotograma película La chica de la capa roja
Fotograma película La chica de la capa roja (2011)

Es el caso del cuento "Si esto es la vida, yo soy caperucita roja" (1993) de la escritora argentina Luisa Valenzuela (1937). En él, la autora realiza una reescritura del clásico y la heroína termina convertida en el lobo. Así, sitúa a caperucita como una chica con carácter que recorre el camino del bosque descubriendo su fuerza interior.

La escritora realizó varias relecturas de cuentos clásicos y meditó sobre su trabajo en una entrevista:

Cierto día me pregunté cómo podría ser que la madre de Caperucita Roja, aparentemente una buena madre, mandara a su hija al bosque donde sabía que acechaba el lobo feroz. La respuesta más o menos obvia es que la travesía es necesaria, porque el camino del bosque es el camino de la vida. De ahí en más fui elaborando la teoría de lo que realmente significaba el cuento de Caperucita … Porque pensé, y creo tener razón, que esos cuentos fueron en el principio de los tiempos contados por las mujeres a las niñas, como cuentos iniciáticos, como historias ejemplares. Después vino el hombre, el moralista -Charles Perrault, en este caso- que al escribirlos por vez primera los revistió de culpas y moralejas conducentes a paralizar a la mujer: las niñitas deben ser obedientes, no curiosas, dormir por cien años y esperar el beso del príncipe…

Asimismo, en la cinta La chica de la capa roja (Red riding hood, 2011) se cuenta la historia de una caperucita determinada a encontrar su felicidad, en la que la actriz Amanda Seyfried interpreta a una mujer licántropo.

Bibliografía:

  • Bettelheim, Bruno. (2019). Psicoanálisis de los cuentos de hadas. Crítica.
  • Daniel, Noel (ed). (2012). Los cuentos de los Hermanos Grimm. Taschen.
  • Perrault, Charles. (2019). Cuentos de hadas. Alma.
  • Zipes, Jack. (2014). El irresistible cuento de hadas. Historia cultural y social de un género. Fondo de Cultura Económica.

Ver también:

Catalina Arancibia Durán
Catalina Arancibia Durán
Máster en Literatura Española e Hispanoamericana. Diplomada en Teoría y Crítica de Cine. Profesora de talleres literarios y correctora de estilo.