Posmodernidad puede referirse tanto al proceso de transformación cultural de la modernidad a partir de la década de 1970, y especialmente 1980, como a los diferentes movimientos culturales, filosóficos y artísticos de ese período que cuestionan los paradigmas de la modernidad, así como su vigencia universal y atemporal.
Los años 70, 80 y 90 fueron las décadas del triunfo del capitalismo y la sociedad del bienestar, la caída del muro de Berlín y la mercantilización de la información y de todos los órdenes de la vida, es decir, el triunfo de la sociedad de consumo en las sociedades posindustriales.
Para algunos autores, la posmodernidad no es exactamente una crítica de la modernidad, sino más bien un cuestionamiento del carácter absoluto de ciertos valores, como la noción de "verdad" y “razón”, o la preeminencia de lo social sobre lo individual. Sin embargo, según los defensores de la posmodernidad, esta no deja de reconocer la importancia de los valores en cuestión, sino que apenas pone en cuestión el modo en que han sido utilizados. ¿Pero tienen razón en ello?
Características de la posmodernidad
Las características de la modernidad pueden ser resumidas en los siguientes aspectos:
- Expresa la crisis del pensamiento metafísico moderno;
- Deslegitima los metarrelatos modernos;
- Reconoce que existen diferentes modos de saber;
- Rechaza la linealidad histórica y relativiza el progreso;
- Reflexiona sobre su contexto y visibiliza responsabilidades;
- Promueve la diferenciación subjetiva y la diversidad.
Comprendamos, pues, cada una de las características de la posmodernidad detenidamente:
Expresa la crisis del pensamiento metafísico moderno
La crisis del pensamiento metafísico moderno comienza, según los autores, desde el momento en que la filosofía y la ciencia descubren que no son infalibles ni universales, al tiempo que descubren su incapacidad para hallar una “verdad” única, lo que conlleva a la deslegitimidad de los metarrelatos modernos. La posmodernidad visibiliza este quiebre.
Con pensamiento metafísico moderno nos referimos a la filosofía y la ciencia en las formas en que son concebidas en la modernidad. Ciencia y filosofía modernas se han centrado en enarbolar la razón como principio fundamental de la historia humana, así como en buscar y defender una verdad única. Pero las maneras en que la historia del mundo ha evolucionado ponen esta pretensión en tela de juicio.
La ciencia y la filosofía modernas se han demorado en reflexionar sobre el sentido de la vida y el propósito de conocimiento a partir de principios absolutos. Es decir, han hecho prevalecer la “Idea” sobre la realidad y el contexto, lo que es causa de contradicción y malestar.
Deslegitima los metarrelatos modernos
Ciencia y filosofía, razón y verdad, orden y progreso, Estado y nación, modernización y desarrollo, son algunos de los metarrelatos fundamentales de la modernidad. Todos ellos se han erigido como principios civilizatorios universales y universalizantes, tal como antes lo hubiera sido la religión.
Si la modernidad quiso sepultar la religión en el campo santo de la vida privada, también cavó su propia fosa a un lado al no cumplir sus promesas, pues entre otras cosas, ¿cuándo llega el progreso y qué viene después de él? Si es cierto que la sociedad se beneficia del progreso desde una perspectiva histórica, ¿es esto consuelo suficiente para la existencia individual?
La deslegitimación de los metarrelatos modernos es consecuencia de varias fisuras, de las que enumeramos solo tres:
- pretender dar sentido a la vida social en función de principios abstractos (progreso, razón, conocimiento);
- someter a los individuos a ese proyecto social negando las subjetividades y las diversidades; y
- permanecer de espaldas a los modos en que la aparición de la técnica y la tecnología han dinamitado aquellas abstracciones.
Es todo esto lo que crea, justamente, la crisis social y cultural de las sociedades posindustriales que refleja la posmodernidad.
Reconoce que existen diferentes modos de saber
Para la posmodernidad, el saber no es solamente científico o filosófico, de esa manera, relativiza la valoración de la razón. Para la posmodernidad, si algo ha evidenciado la nueva forma de vida en que la información se ofrece como mercancía, es que también existe el saber-vivir, el saber-hacer o el saber-oír.
Junto a esto, para la posmodernidad también cobran importancia las formas del “decir” y la aparición del saber en forma de información. Por todo ello, la concepción del conocimiento según la modernidad se transforma y las ideas de razón universal y verdad absoluta se relativizan.
Es por todo ello que, no solo para los intelectuales de la posmodernidad sino para los hijos de la era posmoderna, tienen una inmensa importancia los símbolos, el lenguaje, los iconos, en fin, los diferentes modos de “decir” o “significar”.
Rechaza la linealidad histórica y relativiza el progreso
La modernidad se proponía el paso de la tradición al cambio. Este paradigma recibió el nombre de “progreso”, horizonte al que toda sociedad debía aspirar. Ese es el gran metarrelato de la modernidad.
Para la mentalidad moderna, el progreso correspondía a una visión lineal y evolutiva (ascendente) del tiempo, cuyo logro sería posible en función de tres elementos principales:
- el dominio de la razón (conocimiento),
- el desarrollo tecnológico e industrial y
- la consolidación del Estado nacional moderno (repúblicas).
Pero a pesar de que muchas de las aspiraciones fueron logradas, también es cierto que las contradicciones no tardaron en aparecer.
La posmodernidad acepta que la historia está conformada de rupturas, regresos, divagaciones, saltos inesperados, en fin, que no está orientada hacia un fin último, sino que es compleja y está desprovista de un metarrelato que la oriente.
Reflexiona sobre su contexto y visibiliza responsabilidades
Algunos defensores del pensamiento posmoderno sostienen que esta línea de pensamiento reflexiona sobre hechos concretos, sus consecuencias y las responsabilidades de los actores sociales, lo que implica para ellos la construcción de una ética.
Más allá de afirmar o negar esta idea, sí queda claro que la filosofía posmoderna asume su tiempo histórico. Con esto queremos decir que intenta responder a su contexto e intenta comprender el malestar de las sociedades posindustriales.
Son sociedades posindustriales aquellas que, tras poner en práctica el modelo industrial y capitalista, “disfrutan” de la riqueza y estabilidad generada por la industrialización. Es decir, son las sociedades que viven lo que se conoce como Estado de bienestar. Solo que la fragmentación del orden social da cuenta de que algo no ha dado el resultado esperado.
La posmodernidad pone en evidencia que el capitalismo, aunado a las tecnologías, ha propiciado, por una parte, la individualización de los sujetos, y, por la otra, ha modificado la valoración del saber, cuyo fin ya no es la reivindicación del espíritu, sino su mercantilización. Si todo es mercantilizable, si todo se resume al consumo, entonces se pierde la trascendencia humana, pues ha sido desprovista de su significado.
Promueve la diferenciación subjetiva y la diversidad
Si la razón y la verdad absoluta se relativizan, la posmodernidad comprende que existe una diferenciación subjetiva y una diversidad. La atomización de los individuos, el triunfo de la sociedad de bienestar y sus consecuencias, la caída de los grandes metarrelatos y la pérdida de la orientación histórica, favorecen la diferenciación de subjetividades.
En ese escenario, los miembros de la sociedad no buscan ya homogeneizarse con el gran conjunto, sino distinguirse, diversificarse, y en muchos casos, resistir, pasiva o activamente.
El sentido no viene conferido por el discurso común, tal como la pertenencia a la nación, sino por las búsquedas del individuo, bien en soledad, bien en grupo. Pero estas búsquedas no son capaces de articular un nuevo metarrelato para las sociedades posindustriales.
Por ello, el que el pensamiento posmoderno visibilice eso no quiere decir necesariamente que lo interprete como un reacomodo hacia un nuevo horizonte. Los posmodernos acusan este cambio como un signo de fragmentación del orden social, como expresión de una crisis histórica.
Para los posmodernos, la deslegitimación de los grandes metarrelatos no ha dejado en su lugar un discurso nuevo y esperanzador. Ha dejado, en cambio, una sociedad de consumo individualizada e hipermercantilizada. Ha dejado, finalmente, una sociedad fragmentada. Es este, finalmente, el gran fracaso de la modernidad.
Principales autores y obras de la posmodernidad
Jean-François Lyotard
Reflexiona en torno a la condición del saber o del conocimiento en las sociedades posindustriales. Fue autor de célebre libro La condición posmoderna, así como de La posmodernidad explicada a los niños.
Jean Baudrillard
Entre otros debates, Baudrillard ha reflexionado ampliamente en torno a la mercantilización de los símbolos y, por tanto, de los imaginarios sociales. Es autor del libro La ilusión y desilusión estéticas.
Michel Foucault
Michel Foucault es ampliamente conocido por su libro Esto no es una pipa, en el cual analiza la paradoja del cuadro homónimo pintado por el surrealista Renée Magritte.
Foucault estudia los fenómenos del lenguaje, la significación y los signos. Su acento está justamente en los modos del decir, la construcción de las convenciones significantes, no solamente vinculadas a través de la palabra. Entre otras de sus obras fundamentales se encuentran: Las palabras y las cosas y De lenguaje y literatura.
Gilles Lipovestky
Autor francés del clásico de la filosofía posmoderna La era del vacío y de Los tiempos de la hipermodernidad, reflexiona en torno a las transformaciones sociales: el hiperconsumo, las paradojas del progreso, las esperanzas y desesperanzas humanas, desde la noción de hipermodernidad.
Gianni Vattimo
Vattimo es un filósofo nacido en 1936, formado desde la hermenéutica por Hans-Georg Gadamer. Desarrolló el concepto del pensamiento débil. Ha analizado el problema del fin de los metarrelatos modernos y, tras ello, se ha dedicado al estudio del papel de la religión y la evolución del pensamiento religioso en las últimas décadas. Eu autor de los libros El fin de la modernidad y Después de la cristiandad.
Cornelius Castoriadis
Analiza el problema de la construcción de imaginarios y el simbolismo en el entorno social. Castoriadis, a partir de una lectura neomarxista, subraya los problemas derivados de la estructuración del orden social a partir de las negociaciones de sentido y el peso de las instituciones como el Estado. Es autor del libro La institución imaginaria de la sociedad.
Para comprender la posmodernidad

Comprender la posmodernidad pasa, necesariamente, por tener claro su punto de referencia: la modernidad. La modernidad representa una era y una forma de pensamiento cuyos antecedentes pueden rastrearse en el antropocentrismo del renacimiento, si bien no cobraría forma plena sino hasta el siglo XVIII.
Una corriente intelectual y dos hechos históricos en el siglo XVIII fueron fundamentales en este giro de la historia: el movimiento de la Ilustración, conocido también como Iluminismo, la revolución francesa y la revolución industrial.
Grosso modo, la modernidad se propuso el paso de la tradición al cambio, lo que recibió el nombre de “progreso”. Esto implicaba:
- secularizar la sociedad, es decir, separar la Iglesia del poder político;
- promover el conocimiento (razón y ciencia) como armas contra el fanatismo y herramientas del progreso;
- consolidar el Estado nacional (formación del nacionalismo), y crear un nuevo modelo político basado en la separación de poderes y la libertad de los ciudadanos;
- desarrollar todas las potencialidades económicas de la industrialización.
Pero la historia de los siglos siguientes mostraría las costuras de tan “inspirador” modelo: la expansión del imperialismo, la aparición de la ideología comunista, el nacionalismo exacerbado que produjeron dos guerras mundiales y otros conflictos armados, el crack del 29 y la guerra fría.
La aparición de las nuevas tecnologías (especialmente las de la comunicación) formarían un nuevo escenario: el triunfo de la cultura del consumo y la cultura de masas. ¿Es ese el cumplimiento de la promesa? ¿A eso se limitaría el progreso?
La disgregación de los valores, la pérdida de la fe en la trascendencia de los grandes relatos históricos y el desasosiego generado por el hastío frente a una cultura absolutamente mercantilizada y mecanizada constituirían, pues, la condición posmoderna.