La liebre y la tortuga: guía para padres y maestros

Catalina Arancibia Durán
Catalina Arancibia Durán
Máster en Literatura Española e Hispanoamericana
Tiempo de lectura: 12 min.

"La liebre y la tortuga" es una de las fábulas más famosas en el imaginario colectivo. Se trata de un relato ideal para la formación de valores fundamentales como el respeto, la perseverancia, la humildad y la aceptación de las diferencias.

Padres y educadores pueden valerse de esta historia como una poderosa herramienta para iniciar conversaciones con los niños. Así, los pueden ayudar a reflexionar sobre cómo se enfrentan a los retos, cómo tratan a los demás y qué actitudes los llevan verdaderamente al éxito.

La liebre y la tortuga

La fábula

En el mundo de los animales vivía una liebre muy orgullosa, porque ante todos decía que era la más veloz. Por eso, constantemente se reía de la lenta tortuga.

-¡Miren la tortuga! ¡Eh, tortuga, no corras tanto que te vas a cansar de ir tan de prisa! -decía la liebre riéndose de la tortuga.

Un día, conversando entre ellas, a la tortuga se le ocurrió de pronto hacerle una rara apuesta a la liebre.

-Estoy segura de poder ganarte una carrera -le dijo.

-¿A mí? -preguntó, asombrada, la liebre.

-Pues sí, a ti. Pongamos nuestra apuesta en aquella piedra y veamos quién gana la carrera.

La liebre, muy divertida, aceptó.

Todos los animales se reunieron para presenciar la carrera. Se señaló cuál iba a ser el camino y la llegada. Una vez estuvo listo, comenzó la carrera entre grandes aplausos.

Confiada en su ligereza, la liebre dejó partir a la tortuga y se quedó remoloneando. ¡Vaya si le sobraba el tiempo para ganarle a tan lerda criatura!

Luego, empezó a correr, corría veloz como el viento mientras la tortuga iba despacio, pero, eso sí, sin parar. Enseguida, la liebre se adelantó muchísimo.Se detuvo al lado del camino y se sentó a descansar.

Cuando la tortuga pasó por su lado, la liebre aprovechó para burlarse de ella una vez más. Le dejó ventaja y nuevamente emprendió su veloz marcha.

Varias veces repitió lo mismo, pero, a pesar de sus risas, la tortuga siguió caminando sin detenerse. Confiada en su velocidad, la liebre se tumbó bajo un árbol y ahí se quedó dormida.

Mientras tanto, pasito a pasito, y tan ligero como pudo, la tortuga siguió su camino hasta llegar a la meta. Cuando la liebre se despertó, corrió con todas sus fuerzas pero ya era demasiado tarde, la tortuga había ganado la carrera.

Aquel día fue muy triste para la liebre y aprendió una lección que no olvidaría jamás: No hay que burlarse jamás de los demás.

Valores que transmite a los niños

Esta fábula revela una variedad de valores fundamentales para el desarrollo emocional, social y ético de los niños:

  • La humildad: La liebre representa la arrogancia y el orgullo desmedido, mientras que la tortuga encarna la modestia. De este modo, enseña a los niños a no presumir de sus cualidades ni a subestimar a los demás.

  • La perseverancia: La tortuga avanza lenta, pero constantemente. Esto demuestra que el esfuerzo sostenido, aunque parezca poco espectacular, puede conducir al éxito.

  • La constancia y la disciplina: A diferencia de la liebre, que se distrae, la tortuga se mantiene firme en su meta. El relato refuerza la idea de que el compromiso y la responsabilidad con una tarea son más importantes que la rapidez o el talento natural.

  • El respeto al otro: La burla de la liebre no sólo es arrogante, sino cruel. Este punto permite hablar con los niños sobre el valor del respeto, la empatía y la no discriminación, especialmente hacia quienes se perciben como “diferentes”.

Temas principales que trabaja el relato

Esta fábula toca temas universales que pueden dialogarse con niños de diferentes edades y niveles de comprensión. Entre ellos destacan:

El orgullo y la humildad

Uno de los ejes centrales de la fábula es la contraposición entre el orgullo desmedido y la humildad silenciosa. La liebre representa a quien confía ciegamente en sus habilidades naturales hasta el punto de menospreciar a los demás. Su soberbia la lleva a burlarse y subestimar a la tortuga, creyendo que nunca podría perder frente a alguien aparentemente “inferior”.

Este tipo de actitud es común en la infancia, sobre todo cuando los niños comienzan a destacar en ciertas habilidades (como correr más rápido, leer mejor o tener facilidad para el dibujo).

Así, la historia permite mostrar que el orgullo puede ser contraproducente y que la verdadera grandeza está en reconocer las propias virtudes sin menospreciar las de los demás.

En este sentido, la tortuga es un gran ejemplo. No se deja intimidar por la burla, ni se exalta a sí misma. Su actitud encarna la humildad verdadera, aquella que no requiere proclamarse ni compararse, sino que se manifiesta en el actuar constante, silencioso y decidido.

Esta contraposición es útil para educar en la inteligencia emocional. Con ello, se pueden identificar los sentimientos de superioridad, trabajar la empatía hacia quienes son ridiculizados y promover la valoración equilibrada.

El esfuerzo y la perseverancia frente al talento natural

La liebre es veloz por naturaleza. Su talento físico le da una ventaja innata. En cambio, la tortuga representa a quienes no tienen habilidades extraordinarias, pero poseen una virtud que suele estar subestimada: la perseverancia.

En esta fábula se plantea una distinción clave entre talento y esfuerzo, dos conceptos que en educación se deben equilibrar. Si bien el talento puede abrir muchas puertas, el esfuerzo sostenido y la voluntad firme suelen tener un impacto mayor en el logro de objetivos a largo plazo.

Es una enseñanza especialmente valiosa en una sociedad que premia la inmediatez y la rapidez. La tortuga enseña que es válido avanzar lento, que no todos aprenden o progresan al mismo ritmo. Lo importante es no detenerse, incluso cuando los demás se adelanten.

Este tema permite trabajar con los niños el concepto de resiliencia, mostrándoles que el éxito no siempre es resultado de ser el mejor, sino de persistir incluso ante la adversidad o el desánimo.

La constancia y el sentido del compromiso

La historia destaca un valor que rara vez se celebra en las narraciones heroicas: la constancia. La tortuga no se detiene ni se distrae; sabe que su ritmo no es veloz, pero no deja de avanzar.

Esta actitud permite introducir la noción de compromiso con uno mismo. Cuando alguien se propone una meta, debe sostener el esfuerzo hasta alcanzarla, sin importar las dificultades o el juicio externo.

En el ámbito educativo, este valor es clave para formar hábitos de estudio, disciplina emocional y responsabilidad. Con frecuencia, los niños abandonan actividades cuando no obtienen resultados inmediatos o cuando ven que otros avanzan más rápido. L

De este modo, la fábula ofrece una metáfora clara: quien sigue adelante con convicción, eventualmente llega a la meta.

Por su parte, la liebre representa lo opuesto: la falta de constancia, el desinterés por el proceso, la postergación. Este comportamiento puede abrir reflexiones sobre la procrastinación y el mal uso de la autoconfianza, que termina en negligencia.

La burla, el menosprecio y sus consecuencias

La actitud de la liebre hacia la tortuga es abiertamente burlona. No se limita a confiar en su velocidad: necesita humillar a quien considera inferior.

Este comportamiento permite reflexionar con los niños sobre las formas de violencia simbólica o verbal que a menudo pasan desapercibidas, como la burla o el sarcasmo. Es importante, ya que en el contexto escolar pueden derivar en acoso o bullying.

El relato deja en evidencia que la burla tiene consecuencias: no sólo daña a quien la recibe, sino que vuelve ciego al que la ejerce, impidiéndole ver las fortalezas del otro.

Con ello, la derrota de la liebre no es sólo física: es también moral, pues queda expuesta su vanidad y su desprecio hacia los demás.

Este tema puede ser muy útil para:

  • Promover el respeto por las diferencias.
  • Fomentar una cultura de inclusión.
  • Desnaturalizar actitudes agresivas encubiertas como bromas o juegos.

El ritmo propio y la diversidad de capacidades

La fábula plantea una idea esencial: cada quien tiene su ritmo. La tortuga no intenta correr como la liebre, ni la iguala en velocidad.

Simplemente avanza como puede, sin pretender lo que no es. Esta actitud representa la aceptación de uno mismo, algo fundamental en la formación de una autoestima sana.

En contraposición, la liebre cree que sólo hay una forma de ser válido: ser el más rápido. Este pensamiento refleja un modelo competitivo, donde sólo el “mejor” merece reconocimiento. Pero la tortuga rompe esa lógica, demostrando que hay otros caminos posibles hacia la meta.

Este tema es especialmente relevante en entornos escolares, donde cada niño aprende y se desarrolla a un ritmo distinto. Así, se ayuda a crear conciencia sobre la necesidad de valorar esa diversidad, evitar comparaciones dañinas y fomentar el respeto por los procesos individuales.

El tiempo, la paciencia y el proceso

Aunque el cuento parece hablar de una carrera, en realidad trata sobre el proceso de llegar a una meta. La liebre representa la inmediatez, la prisa, el resultado rápido. En cambio, la ortuga simboliza el valor de tomarse el tiempo necesario, de avanzar con paciencia.

Vivimos en una época marcada por la gratificación instantánea: pantallas que responden al toque, videojuegos que premian enseguida, redes sociales que dan “me gusta” al instante.

En ese contexto, la paciencia se convierte en una habilidad difícil de cultivar, pero esencial para afrontar los desafíos reales de la vida.

La fábula enseña que el camino importa tanto como el destino. A veces, quien se toma su tiempo, lo hace con más profundidad, seguridad y conciencia.

Posibles discusiones que puede generar en casa o en el aula

Esta fábula puede dar pie a interesantes debates y actividades que ayuden a los niños a desarrollar pensamiento crítico, empatía y autorreflexión. Algunas preguntas o propuestas útiles para padres y docentes podrían ser:

  • ¿Por qué crees que la liebre se burlaba de la tortuga? ¿Eso estuvo bien?
  • ¿Qué hizo que la tortuga ganara, si era más lenta?
  • ¿Has visto alguna vez que alguien se burle de otra persona? ¿Cómo crees que se siente el que recibe la burla?
  • ¿Hay algo en lo que tú seas como la tortuga, algo que te cueste pero sigues intentando?
  • ¿Qué aprendió la liebre al final? ¿Te ha pasado alguna vez algo parecido?

Además, se pueden proponer actividades como:

  • Hacer una carrera simbólica entre "liebres" y "tortugas", para que todos experimenten diferentes roles.
  • Dramatizar la historia para reforzar la comprensión emocional.
  • Ilustrar escenas claves del cuento y escribir lo que piensa cada personaje.
  • Relacionar la fábula con experiencias cotidianas: "¿Te ha pasado algo como esto en el colegio o en casa?"

¿Qué es una fábula?

La fábula es una narración breve, en prosa o en verso, protagonizada generalmente por animales que actúan como seres humanos (hablan, piensan, sienten), y que transmite una enseñanza o moraleja al final.

Se trata de un género de tradición oral que sirve para educar en valores, advertir sobre conductas negativas y reforzar el pensamiento ético desde la infancia.

Su estructura suele ser simple: presentación de personajes, conflicto o dilema moral, resolución y enseñanza.

Revisa ¿Qué es una fábula?: definición, características, historia y ejemplos

¿Quién fue Esopo?

Esopo fue un narrador y fabulista griego que vivió aproximadamente entre los siglos VII y VI a.C. Aunque no se sabe con certeza si existió como personaje histórico o si es una figura legendaria que reúne relatos de tradición oral anteriores, su nombre ha quedado asociado a una de las colecciones de fábulas más importantes del mundo occidental.

De origen posiblemente esclavo, se dice que recorrió diversas ciudades griegas contando historias con una aguda mirada sobre la condición humana. Sus relatos tenían una intención moralizante y eran accesibles para todos, desde campesinos hasta gobernantes.

Contexto de las fábulas de Esopo

Las fábulas atribuidas a Esopo surgen en un contexto donde la sabiduría popular y la enseñanza indirecta eran fundamentales. En tiempos en que la mayoría de la población era analfabeta, los relatos cortos con animales como protagonistas servían como recursos pedagógicos para transmitir normas de convivencia, advertencias o consejos de vida.

La fábula de "La liebre y la tortuga" ha trascendido el tiempo y las culturas, porque sus enseñanzas son universales.

Fue recogida siglos más tarde por Fedro (en Roma), La Fontaine (en Francia) y muchos otros autores. Ha sido transmitida oralmente y por escrito hasta hoy, con versiones adaptadas en libros infantiles, animaciones y contextos escolares de todo el mundo.

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Catalina Arancibia Durán
Catalina Arancibia Durán
Máster en Literatura Española e Hispanoamericana. Diplomada en Teoría y Crítica de Cine. Profesora de talleres literarios y correctora de estilo.