7 cuentos de fantasía para encantar a los niños

Catalina Arancibia Durán
Catalina Arancibia Durán
Máster en Literatura Española e Hispanoamericana
Tiempo de lectura: 14 min.

La fantasía ha sido el refugio donde la imaginación humana aprende a volar. Este género, lleno de reinos lejanos, criaturas mágicas y objetos encantados, permite a los niños mirar el mundo desde otro ángulo: el de la maravilla.

Estos cuentos no sólo entretienen; también enseñan a pensar y a sentir. En cada historia los personajes crecen, comprenden algo sobre sí mismos o descubren que la verdadera magia no está fuera, sino dentro de cada uno.

1. La princesa y el dragón de los vientos

Dragón rojo chino

En el Reino de Altaria las montañas eran tan altas que rozaban las nubes y los dragones vivían en ellas como guardianes del cielo.

La princesa Aria amaba mirar el horizonte y soñar con volar, pero el rey, temeroso, no le permitía acercarse a las montañas.

- Los dragones no son amigos - le decía.

Sin embargo, Aria no podía evitar sentir que el viento le susurraba otra historia.

Una tarde, cuando el sol se escondía detrás de los picos nevados, una tormenta azotó el reino. El viento rugía con fuerza y una ráfaga enorme levantó a Aria hasta las alturas.

Asustada, se aferró a una roca… pero no era una roca, sino una escama. Un enorme dragón la observaba con ojos tan brillantes como el amanecer.

- Soy Zephyr, guardián de los vientos - dijo con voz suave - ¿Por qué los humanos temen lo que no conocen?

Aria, temblando, respondió:

- Porque olvidamos escuchar.

Zephyr la miró sorprendido y, extendiendo sus alas, le ofreció volar. Juntos surcaron los cielos, atravesaron nubes doradas y vieron el reino desde arriba. Desde allí, Aria comprendió lo pequeño que parecía el miedo cuando uno se atrevía a mirar más lejos.

Cuando la tormenta terminó, Zephyr la llevó de vuelta al castillo. El rey, al verla sana, quiso castigarla, pero el viento sopló con tal fuerza que sus palabras se ahogaron.

Aria le contó lo ocurrido y el dragón apareció ante todos, inclinando la cabeza.

- No somos enemigos. Protegemos su aire, sus lluvias y su cielo - dijo.

Desde ese día humanos y dragones vivieron en paz. Aria y Zephyr volaban juntos cada amanecer, recordando que la amistad nace cuando el miedo se convierte en curiosidad.

Este cuento celebra el poder del entendimiento y la valentía de conocer lo desconocido. A través de Aria y Zephyr, los niños aprenden que el miedo suele ser fruto de la ignorancia y que abrir el corazón permite construir lazos donde antes había barreras.

La historia enseña la importancia del respeto hacia la naturaleza y hacia los seres diferentes a nosotros. Además, promueve valores como la empatía, el diálogo y la libertad de pensamiento.

2. El bosque de los espejos dormidos

Niño corriendo

Había una vez un niño llamado Lucio que siempre tenía prisa. Corría al desayunar, al jugar y hasta al soñar. Su abuela le decía:

- El que corre mucho, olvida ver lo hermoso del camino.

Pero Lucio nunca escuchaba. Un día, mientras atravesaba el bosque para llegar más rápido a casa, se topó con algo extraño: un claro lleno de espejos cubiertos de hojas y polvo.

Al limpiarlos, vio su reflejo moverse solo.

- ¿Quién eres? - preguntó asustado.

- Soy el tú que se quedó atrás - respondió su reflejo - Aquí llegan los que olvidan mirar el mundo.

Lucio no entendía, pero el bosque comenzó a hablar. Los árboles se mecían y sus hojas susurraban:

- Despierta los espejos dormidos y descubrirás lo que perdiste.

Lucio fue limpiando cada espejo. En uno vio la risa de su madre cuando le contaba cuentos. En otro, los juegos con sus amigos en el río. En otro más, la primera vez que ayudó a un pájaro herido.

Al mirarlos se dio cuenta de que hacía mucho no se detenía a disfrutar. Entonces, su reflejo sonrió y desapareció.

El bosque brilló con luz dorada y una voz le dijo:

- Cuando miras con calma, todo vuelve a despertar.

Al salir, Lucio caminó despacio, observando las flores, escuchando el canto del viento. Ya no tenía prisa: había aprendido a mirar.

Aquí se destaca el valor de la calma y la atención. A través de la experiencia mágica de Lucio, los niños descubren que la prisa puede alejarlos de las pequeñas maravillas cotidianas.

De este modo, se enseña a los lectores que detenerse no es perder tiempo, sino ganarlo. En un mundo donde todo sucede rápido, esta historia rescata la mirada pausada y el asombro ante lo simple.

Su tono de fábula invita a reflexionar sobre el equilibrio entre movimiento y quietud, mostrando que la magia también habita en el silencio y en los recuerdos que el corazón guarda.

3. El guardián de las luciérnagas

Luciérnaga

En el Reino de Lumeria las noches estaban llenas de luz. Miles de luciérnagas iluminaban los campos y guiaban a los viajeros. Pero una tarde una sombra cayó sobre el reino y las luciérnagas desaparecieron. Sin ellas, la oscuridad se volvió tan densa que ni las estrellas se atrevían a brillar.

Nara, una niña de ojos inquietos, decidió buscarlas. Su abuela le habló del Guardián de las Luciérnagas, un espíritu antiguo que vivía en el bosque de cristal.

- Solo él puede devolver la luz —dijo—, pero exige una promesa a cambio.

Nara, sin miedo, preparó una lámpara y partió. El camino era difícil: los árboles cantaban en voz baja y el suelo reflejaba sus pasos como si fuera de agua.

Finalmente, llegó a un claro donde una figura luminosa flotaba sobre una piedra.

- ¿Por qué deseas que regresen las luces? - preguntó el Guardián.

- Porque sin ellas, el mundo se siente triste - respondió la niña.

El Guardián suspiró:

- Las luciérnagas se marcharon, porque los humanos olvidaron cuidar la noche. Si prometes protegerla, volverán.

Nara lo prometió con el corazón y su lámpara se encendió con un fuego dorado. Miles de luciérnagas salieron del bosque y llenaron el cielo con destellos de esperanza.

Desde entonces, cada noche, Nara cuida la oscuridad. Apaga las luces cuando no se necesitan y enseña a los demás a mirar las estrellas. Las luciérnagas, agradecidas, siempre iluminan su camino.

Este relato transmite un mensaje de respeto por la naturaleza y el equilibrio entre la luz y la oscuridad. A través de Nara, los niños aprenden que cuidar el entorno es también cuidar la magia que lo habita y que toda promesa sincera tiene el poder de transformar el mundo.

Así, promueve valores como la responsabilidad, la sensibilidad ambiental y la conexión espiritual con la naturaleza. Al igual que las luciérnagas que devuelven la esperanza al reino, la historia invita a los lectores a comprender que la verdadera luz surge de nuestros actos conscientes y de la armonía con el mundo que nos rodea.

4. El mago que perdió su varita

Hechicero

En el Reino de Brumalia, donde los dragones servían de transporte público y las nubes se alquilaban para fiestas, vivía un mago algo despistado llamado Merlindo.

Era el encargado de encender las estrellas cada noche, pero tenía un problema: perdía su varita cada dos por tres.

Una mañana, cuando quiso iluminar el cielo, descubrió que la varita no estaba en su sombrero, ni en el bolsillo, ni en su zapato izquierdo (donde solía guardar las ideas brillantes). Sin ella, las estrellas se quedaron apagadas y los habitantes del reino comenzaron a tropezar en la oscuridad.

“Debo encontrarla antes del anochecer”, se dijo Merlindo. Recorrió el castillo, buscó debajo del dragón del correo y hasta dentro de una tetera que rugía por costumbre. Pero nada. Entonces recordó que la noche anterior había practicado un hechizo de “vuelo ordenado” con su escoba y que la varita salió volando sola.

Con ayuda de su gato Sabio y un ratón parlante (que cobraba en migas de pan), Merlindo emprendió una búsqueda épica.

Atravesaron montañas que estornudaban nieve, cruzaron puentes que contaban chistes malos y llegaron hasta la Cueva del Eco, donde todo lo perdido se escondía por vergüenza. Allí encontraron la varita, llorando. “Siempre me usas para todo, pero nunca me das las gracias”, dijo.

Avergonzado, Merlindo se disculpó. Le prometió que, desde entonces, harían magia juntos, no por rutina, sino con alegría.

Cuando regresaron el cielo se encendió como un espectáculo de fuegos estelares y el mago aprendió que incluso los objetos mágicos necesitan sentirse importantes.

A través de la búsqueda de Merlindo, los niños aprenden sobre la importancia del agradecimiento y el valor de reconocer a quienes nos acompañan, incluso en las tareas más pequeñas.

El tono cómico suaviza la enseñanza y refuerza el mensaje: la magia no está en los objetos, sino en la actitud con la que se hacen las cosas.

Es un relato que estimula la imaginación y la empatía, mostrando que la gratitud también puede ser una forma de hechizo para iluminar el mundo.

5. El caballero que temía a las gallinas

Gallina

En el Reino de Plumaria los héroes se entrenaban para luchar contra dragones, trolls y gigantes, pero nadie mencionaba las gallinas. Nadie, excepto el joven caballero Hugo, que no temía a nada salvo a esas aves revoltosas que lo perseguían cada vez que pisaba el corral del castillo.

Un día el rey anunció que el huevo dorado que protegía el reino había desaparecido. Sin él, las cosechas dejarían de crecer y los vientos se volverían fríos.

Todos los caballeros partieron a buscarlo, menos Hugo, que sospechaba la verdad: el huevo estaba en el Gallinero del Norte, donde vivían las gallinas mágicas de la Reina Plumona.

Aunque temblaba de pies a cabeza, decidió ir. En el camino, se cruzó con un gnomo bromista que le dio un consejo:

- Si las miras a los ojos, verás que no son monstruos, solo guardianas con plumas.

Hugo respiró hondo y siguió adelante. Cuando llegó al gallinero, decenas de gallinas gigantes lo rodearon. El huevo dorado brillaba en el centro del nido.

- ¡No lo robamos! Lo cuidamos del frío - cacareó la reina gallina.

Hugo comprendió que todo había sido un malentendido. Agradecido, prometió contar la verdad al rey y traer más mantas para el nido.

De regreso al castillo, fue recibido como un héroe. Desde entonces, ningún caballero volvió a burlarse de las gallinas… y Hugo, aunque seguía un poco nervioso, las visitaba cada mañana con una sonrisa y un saco de granos.

Esta historia de humor y aventura enseña a los niños a enfrentar sus miedos y a no dejarse llevar por las apariencias. Hugo, el protagonista, demuestra que el verdadero valor no consiste en no tener miedo, sino en atreverse a comprender lo que se teme.

Así, se resalta la empatía, la comunicación y la capacidad de reconocer los malentendidos antes de juzgar, recordando que incluso las criaturas más inesperadas pueden tener un corazón noble.

6. La torre del espejo azul

Chica abraza su reflejo

En el Reino de Lirania se alzaba una torre tan alta que las nubes se quedaban a descansar en su tejado. Nadie sabía quién vivía allí, aunque los aldeanos decían que dentro había un espejo capaz de mostrar no el reflejo del cuerpo, sino el del corazón.

Un día una joven llamada Eriel decidió subir. Quería saber si su valor era verdadero o sólo una ilusión. La escalera parecía no tener fin: cada peldaño le mostraba recuerdos, dudas y sueños que había dejado atrás. Cuando por fin llegó a la cima, encontró el espejo azul flotando en una habitación silenciosa.

Al mirarse, Eriel vio primero sus temores: la sombra de sus errores, los momentos en que había mentido o callado por miedo. Quiso apartar la mirada, pero el espejo la envolvió con luz. Entonces comprendió que la valentía no era no tener miedo, sino atreverse a verlo de frente.

El espejo se quebró suavemente, liberando un brillo que llenó el cielo. Desde ese día, la torre desapareció, y en su lugar nació un lago de aguas azules donde todos podían verse tal como eran, sin máscaras ni juicios.

Eriel regresó al pueblo con una sonrisa nueva. No necesitaba subir a ninguna torre para saber quién era: llevaba su reflejo verdadero en el alma.

Aquí se trabaja el autoconocimiento y la aceptación personal. A través de una aventura interior, Eriel descubre que el valor más grande no se halla en vencer monstruos, sino en mirar con honestidad lo que uno guarda dentro.

El relato combina elementos de la fantasía clásica con una enseñanza sobre la identidad y la autenticidad. Así, invita a los niños a confiar en sí mismos, a reconocer sus luces y sombras, y a entender que la verdadera fortaleza nace del amor propio.

7. El guardián de las luces del bosque

niño pequeño

En un bosque tan antiguo que los árboles sabían contar historias, vivía un niño llamado Nael.

Cada noche pequeñas luces flotaban entre las hojas como luciérnagas, pero en realidad eran las almas de los sueños que los humanos olvidaban al despertar. Nael, el único que podía verlas, tenía la misión de cuidarlas.

Sin embargo, una noche de viento fuerte, las luces comenzaron a apagarse una a una. Un hechizo oscuro, lanzado por alguien que había dejado de soñar, estaba robando su brillo.

Nael tomó su linterna de cristal y decidió adentrarse en el corazón del bosque para devolverles la esperanza.

Cruzó ríos que murmuraban secretos, habló con los búhos sabios y escuchó al árbol más viejo, que le dijo:

- Para salvar la luz, debes recordar tu propio sueño.

Nael cerró los ojos y recordó el deseo que guardaba desde pequeño: que nadie olvidara nunca la belleza del mundo.

En ese instante su corazón se encendió como una estrella y todas las luces perdidas regresaron. El bosque volvió a brillar, y desde entonces, cuando los niños sueñan cosas bellas, Nael aparece entre las ramas, asegurándose de que esos sueños nunca se apaguen.

Este cuento se refiere a la importancia de conservar la imaginación y los sueños. Nael representa la pureza del niño interior, esa parte del ser humano que protege la luz de la esperanza, incluso en los momentos más oscuros.

Con ello, se enseña a los niños que soñar es una forma de cuidar el mundo y que cada imaginación encendida contribuye a mantener viva la belleza y la bondad.

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Catalina Arancibia Durán
Catalina Arancibia Durán
Máster en Literatura Española e Hispanoamericana. Diplomada en Teoría y Crítica de Cine. Profesora de talleres literarios y correctora de estilo.