10 pinturas mágicas de Remedios Varo (explicadas)
Remedios Varo (1908 - 1963) fue una artista de origen español que desarrolló su obra en México. Si bien tiene influencias surrealistas, su estilo se caracterizó por la creación de mundos fantásticos, místicos y simbólicos.
Sus cuadros parecen sacados de cuentos medievales en los que presenta personajes misteriosos y existe una narrativa mágica. En el siguiente recorrido, se pueden apreciar algunas de sus pinturas más importantes y algunas claves para comprenderlas.
1. Creación de las aves
Esta pintura de 1957 es una de las obras cumbres de Remedios Varo, pues en ella explora su mundo de fantasía al máximo, entremezclado con las influencias surrealistas que tuvo en sus años en París (1937-1940).
La representación se puede entender como una alegoría a la creación plástica. Retrata a una mujer lechuza que simboliza a la artista. Desde la ventana del lado izquierdo entra una materia que, al pasar por un recipiente, se transforma en tres colores y con ellos pinta pájaros. Al mismo tiempo, sostiene un prisma por el que entra la luz de la luna. Con esa inspiración y los materiales, es capaz de crear un ser vivo.
Por su parte, desde su cuello, cuelga un aparato con el que le entrega su marca a cada una de sus invenciones. A medida que los pájaros cobran vida, echan a volar. Tal como una obra terminada, que se liberta al mundo, encuentra su público y es interpretada por cada espectador de manera distinta.
De este modo, se refiere al acto de pintar como una especie de proceso alquímico. La artista, tal como un científico, es capaz de transformar el material en vida nueva. Aquí, como en la mayoría de su obra, hay un ambiente en el que se cruza la magia y la ciencia, otorgando un carácter místico a lo representado.
2. Ruptura
Remedios Varo estudió en la Escuela de Artes y Oficios, en la Escuela de Bellas Artes de Madrid y en la Academia de San Fernando en Barcelona, donde obtuvo un título de maestra en dibujo. Además, su padre era ingeniero hidráulico y la introdujo desde pequeña en el dibujo técnico, que luego profundizó en estos cursos.
De esta manera, en este cuadro de 1953 se puede apreciar una composición muy equilibrada, en que todos los puntos de fuga convergen en la puerta. Aún así, el centro de atención es la misteriosa figura que desciende las escaleras. Aunque baja por el lado derecho, su sombra genera un contrapeso que otorga armonía a la imagen.
En el fondo, se observa un edificio por cuyas ventanas aparece el mismo rostro de la protagonista y desde la puerta vuelan papeles. Aunque es una escena simple, tiene muchos símbolos que se pueden prestar a diversas interpretaciones.
Una de las más difundidas tiene un correlato autobiográfico. Muchos afirman que el ser andrógino es la representación de la pintora que abandona su pasado para dar paso a una mujer nueva. Por eso, su rostro se repite en las ventanas, porque corresponde a cada versión de sí misma que dejó atrás, para así llegar a ser una artista con una mirada particular.
Es el momento en que decidió abandonar el aprendizaje que tuvo basado en el canon, las influencias surrealistas de sus años en París y aventurarse en la creación de un estilo propio. De ahí los papeles que vuelan, que si bien fueron importantes en su formación, necesitan volar para dar paso a la expresión de su imaginación.
Por otro lado, los colores son muy importantes en esta pintura, los tonos rojizos sugieren que es la hora del atardecer. Es decir, un día que está por concluir. Si se relaciona con el título de la obra, "La ruptura", entendemos que hace alusión a un ciclo que se cierra para dar paso a otro.
3. Ciencia inútil o el alquimista
La alquimia fue uno de los temas que más apasionó a la artista. En este cuadro de 1955 representa a una mujer que trabaja en el proceso de la creación. Con la ayuda de un aparato, transforma el agua de lluvia en un líquido que luego embotella.
La protagonista se cubre con el mismo piso en el que se instala a trabajar, demostrando la destreza técnica que poseía Varo. Asimismo, por medio de la fantasía, busca indagar en uno de sus conceptos favoritos: la capacidad de transformación de la realidad. Esto lo hace a través de la representación del trabajo alquímico y en la manera en que el ambiente se mezcla con la joven. El piso deja de ser algo rígido para fundirse en el proceso de cambio, que resulta físico y espiritual a la vez.
4. Les feuilles mortes
En 1956, Remedios Varo realizó esta pintura que tituló en francés y significa "las hojas muertas". Muestra a una mujer que enrolla un hilo que proviene de un pasaje que sale del pecho de una figura inclinada junto a ella. De esta sombra también salen dos pájaros, uno blanco y el otro rojo.
Ambos personajes se encuentran en una habitación de tonalidades neutras que da la impresión de vacío y deterioro . Al fondo, puede observarse una ventana abierta con cortinas que ondean, por la que entran hojas. Lo llamativo es que sólo algunos elementos tienen color: la mujer, el hilo, las hojas y los pájaros. Debido a esto, se pueden ver como aspectos simbólicos que la artista intenta destacar.
La mujer puede entenderse como una representación de sí misma, meditando sobre su vida y su pasado. En este momento, Varo está radicada definitivamente en México y ha decidido dedicarse por completo a su pintura. Por ello, su pasado queda definitivamente atrás como aquellas hojas secas, que a pesar de haber perdido su vitalidad, siguen estando presentes.
Sin embargo, el foco se encuentra ahora en su trabajo, que se presenta como una criatura que cobra vida gracias a su hilo, reminiscencia a su abuela, que de niña le enseñó a coser. Así, con su mano es capaz de generar una realidad completamente nueva, que le brinda paz (pájaro blanco) y fuerza (pájaro rojo).
5. Naturaleza muerta resucitando
Esta fue la última pintura de la artista, fechada en 1963. Fue uno de sus cuadros más grandes y, a pesar de su aparente simpleza, uno de los más simbólicos.
Lo primero que llama la atención es que es de sus pocas obras en las que no se ven personajes humanos o antropomorfos. Esta vez decide hacer un homenaje a un clásico del arte: la naturaleza muerta o bodegón, que fueron muy populares durante el siglo XVI. Este tipo de pinturas servía para mostrar el dominio técnico del artista en relación a la luz, la composición y la capacidad de crear un retrato fiel de la realidad.
Frente a lo estático que resultaban estos cuadros, Varo decidió llenarlo de movimiento y dinamismo. Es interesante fijarse en el título, ya que escogió el gerundio resucitando, forma verbal que alude a un tiempo dinámico, es una acción que está ocurriendo.
También es importante mencionar que existe un trabajo numérico muy sutil dentro de la composición. El piso está conformado por 10 triángulos, dos símbolos clave, ya que el 10 se entiende como el número sagrado y perfecto, mientras que el 3 corresponde a la santísima trinidad y a la armonía. Además, hay una mesa redonda que hace referencia a lo cíclico y eterno. Allí se dispone una vajilla de ocho platos, número que refiere al infinito.
Alrededor, se pueden ver cuatro libélulas que giran al mismo ritmo. Pueden identificarse como signo de cambio y poseen una fuerte carga simbólica como mensajeras entre planos espirituales. De todas formas, la vela es el eje por el cual gira todo ese pequeño mundo. La crítica ha entendido que aquella luz es una representación de sí misma, pues se sitúa al centro de la creación, tal como la artista es capaz de imaginar mundos y plasmarlos en la tela.
Asimismo, se muestra un acto de magia en el que los objetos cobran vida propia y simulan el movimiento del cosmos, pues se pueden ver las frutas orbitando. Es como si nos mostrara la creación del universo, ya que hay una granada y una naranja que explotan y sus semillas se expanden. Por tanto, hace alusión al carácter cíclico de la existencia. Es decir, nada se destruye, sólo se transforma.
6. Hacia la torre
La inspiración para esta imagen surgió de un sueño que le contó su amiga, Kati Horna, fotógrafa de origen húngaro radicada en México. La idea de un grupo de muchachas asaltando una torre se mezcló luego con sus propios recuerdos.
Así, en 1960 decidió realizar un tríptico de grandes proporciones para contar una historia unitaria. A pesar de sus intenciones, hoy cada parte se considera un cuadro autónomo.
En este primer fragmento, hace referencia a su infancia en escuelas católicas en su España natal. El ambiente es oscuro y sombrío, con neblina y árboles estériles. Las chicas están vestidas y peinadas de forma idéntica. Son escoltadas por un hombre y una monja. Todo el ambiente remite a tonalidades grises y a la homogeneidad, por lo que se da entender que existe una educación muy rigurosa y controlada.
La artista se retrata a sí misma al centro. Mientras el resto de las niñas avanzan de forma autónoma y con la vista perdida, ella observa de manera suspicaz hacia la derecha. De hecho, es la única que tiene una mirada expresiva en toda la escena.
El estilo de la pintura, con tonalidades oscuras, figuras alargadas y un fondo más bien plano, recuerda a los cuadros de comienzos del renacimiento, como los de Giotto. Sin embargo, existen ciertos detalles fantásticos, como las bicicletas que parecen hechas de hilo y salen desde las mismas ropas de los personajes.
Además, el guía se muestra como un ser particular, ya que en su ropa surgen alas desde las que salen y entran pájaros. De esta manera, si se observa cada detalle, podría parecer la ilustración de un cuento de hadas.
7. Bordando el manto terrestre
En 1961, Remedios Varo realizó la segunda parte del tríptico que había comenzado el año anterior. Aquí continúa la historia de las muchachas, que ahora se encuentran trabajando en una torre aislada. Literalmente, están bordando la tierra, tal como dice el título.
Al centro, hay un ser mágico que les proporciona el hilo para lograr su tarea. De este modo, introduce su afición hacia la alquimia, al mostrar cómo la realidad tiene la capacidad de transformarse.
Hoy, este cuadro es considerado como una de las obras maestras de la pintora debido a cómo juega con la perspectiva cónica. Aquí, decide crear una atmósfera efectista al utilizar tres puntos de fuga, simulando una especie de ojo de pez que ayuda a producir una atmósfera mágica que acompaña al tema representado.
8. La huida
Con esta imagen completó el tríptico en 1961. Tal como en la primera parte, continúa con el tema autobiográfico, pues se puede ver a la misma muchacha que observaba con astucia, huyendo junto a su amante. Se la muestra en una pose activa y con el cabello suelto. Al fin logró liberarse de aquel ambiente represivo y embarcarse en una nueva aventura.
En octubre de 1941, Remedios Varo y Benjamin Peret, huyeron de Francia debido a la ocupación nazi. Hicieron un largo viaje que los llevó a Marsella, Casablanca y, finalmente, a México. Esto periplo se refleja con esta pareja enfrentándose al peligro con entereza y confianza en el futuro.
Las figuras alargadas y las tonalidades recuerdan a los cuadros de El Greco. Aun así, se puede ver la inserción de su estilo, ya que los personajes parecieran levitar en un mar de nubes sobre una barca de características etéreas.
9. La llamada
Este cuadro de 1961 es uno de los que mejor describe la creación de un universo fantástico en el que se encuentra presente lo místico. El título hace referencia a "la llamada" espiritual que acerca a la protagonista hacia su destino. Así, el foco de la pintura es una mujer "iluminada" que en sus manos y cuello carga objetos de origen alquímico.
Su cabello es uno de los elementos compositivos más importantes, porque es el que se eleva y la conecta con la energía universal. Además, hace alusión a la libertad que asume frente al mundo, pues lo suelta y le permite existir a su antojo.
El camino que recorre se encuentra lleno de figuras que parecen cobrar vida desde las paredes. Todos los rostros hacen alusión a las facciones de la propia artista, con una nariz alargada y ojos grandes.
10. Fenómeno
En 1962 pintó este cuadro en el que alude a un proceso de desdoblamiento. Una mujer mira por la ventana y, sorprendida, descubre que el hombre ha quedado atrapado en el pavimento y es su sombra la que avanza por la calle. Se cree que quien observa es la propia artista, que solía representarse en sus cuadros.
La influencia del mundo del inconsciente fue muy importante para los surrealistas y forma parte del imaginario de la pintora. Por eso, en esta obra se refiere a uno de los grandes temas del arte y la literatura: el otro yo.
En su psicología analítica, el psiquiatra Carl Jung investigó el fenómeno de la autoconsciencia, que corresponde a la versión de nosotros mismos que creamos para los demás. Sin embargo, hay una parte reprimida, el "arquetipo de la sombra". Para él representa el lado oscuro, aquellas actitudes que el yo consciente niega o quiere esconder, pues resultan una amenaza.
Jung hace un llamado a aceptar las sombras, porque sólo al reconciliar las polaridades, el individuo puede liberarse. En su visión, la sombra jamás puede ser destruida, sólo asimilada. Por ello, el riesgo de mantenerla oculta puede generar la neurosis y que esta parte de la personalidad se apodere de la persona.
El pensador fue ampliamente leído en estos años y era uno de los autores favoritos de los surrealistas, por lo que Varo estaba al tanto de sus teorías. Así, retrata el momento en que la sombra se apodera de la vida del personaje y decide hacer todo lo que se le ha negado a un nivel consciente.
Sobre Remedios Varo y su estilo
Biografía
María de los Remedios Varo Uranga nació el 16 de diciembre de 1908 en Anglés, en la provincia de Girona, España. Desde pequeña, tuvo diversas influencias. Por un lado, su padre que era liberal y agnóstico, le inculcó su gusto por la literatura, la minerología y el dibujo. En cambio, su madre de mentalidad conservadora y católica practicante, fue el influjo que marcó una visión cristiana del pecado y el deber.
En 1917 la familia se trasladó a Madrid y fue una época importante para definir su estilo. Acudía seguido al Museo del Prado y se fascinó con la obra de Goya y El Bosco. Aunque asistía a un colegio católico, se dedicó a leer autores fantásticos como Julio Verne y Edgar Allan Poe, además de literatura mística y oriental.
Realizó estudios en Arte y en 1930 se casó con Gerardo Lizarraga, con quien se instaló en Barcelona y se dedicó a trabajar en campañas publicitarias. Luego, entró en contacto con artistas vanguardistas y comenzó a explorar con el surrealismo.
En 1936 conoció al poeta francés, Benjamin Péret, y debido al comienzo de la Guerra Civil Española, escapó a Francia con él. Este ambiente fue decisivo para su obra, ya que se relacionó con el grupo surrealista conformado por André Breton, Max Ernst, Leonora Carrington y René Magritte, entre otros.
Tras la ocupación nazi y luego de un largo viaje, se radicó en México en 1941, donde vivió con Péret y se comenzó a relacionar con el grupo de artistas locales. Durante este periodo se dedicó a pintar muebles e instrumentos musicales y a diseñar disfraces para obras teatrales. Luego de separarse del poeta, en 1947 se trasladó a Venezuela. Allí trabajó como ilustradora técnica para el gobierno y para la farmacéutica Bayer.
En 1949 regresó a México y continuó dedicándose al arte comercial hasta que conoció a Walter Gruen, quien se convirtió en su última pareja y la alentó a dedicarse por completo al arte. Así, a partir de 1952 emprendió un trabajo minucioso y realizó la mayor parte de su obra.
Participó en diversas exposiciones y logró destacarse, pero lamentablemente murió de un paro cardíaco en 1963. Aunque se hizo una retrospectiva tras su muerte, pasaron muchos años hasta que se valoró su legado. En 1994, Walter Gruen y su esposa, realizaron un catálogo y donaron a México 39 de sus obras.
Estilo
Si bien mantuvo siempre sus raíces surrealistas, su estilo se caracterizó por lo narrativo. Fue una creadora de universos fantásticos, en los que habitaban sus gustos y obsesiones: la cultura medieval, la alquimia, los fenómenos paranormales, la ciencia y la magia. Sus cuadros se pueden entender como historias en las que habitan seres mágicos y están sucediendo cosas. Hay un contenido argumental de carácter maravilloso.
Asimismo, existe una gran influencia de sus artistas preferidos, como Goya, El Bosco y El Greco, que puede notarse en sus figuras alargadas, en las tonalidades y en el uso de criaturas extrañas.
La experiencia que tenía con el dibujo técnico logró un proceso creativo muy minucioso, pues seguía un método parecido al que se utilizaba en el Renacimiento. Antes de realizar una obra, hacía un dibujo del mismo tamaño que luego calcaba y pintaba. Esto logró composiciones muy perfectas y matemáticas, en las que abundan los detalles.
Además, hay un elemento autobiográfico muy presente en sus creaciones. De alguna u otra manera, siempre se representa a sí misma. A través de sus cuadros-historias, analizaba las circunstancias o emociones que atravesó en diversos momentos, así como sus inquietudes místicas. En casi todas sus obras se la puede ver de forma indirecta, ya que solía hacer las caras con rasgos muy parecidos a los suyos, con personajes de ojos grandes y narices alargadas.
Bibliografía
- Calvo Chávez, Jorge. (2020). "Análisis fenomenológico del papel de la fantasía en la obra de Remedios Varo". Revista Reflexiones Marginales, N° 59.
- Martín, Fernando. (1988). "Notas a una exposición obligada: Remedios Varo o el prodigio revelado". Laboratorio de Arte, N° 1.
- Nonaka, Masayo. (2012). Remedios Varo: los años en México. RM.
- Phoenix, Alex. "El último cuadro que pintó Remedios Varo". Ibero 90.9.
- Varo, Beatriz. (1990). Remedios Varo: en el centro del microcosmos. Fondo de Cultura Económica.
- Página oficial Remedios Varo
- https://nmwa.org/art/artists/remedios-varo/
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