Ollantay: resumen, historia y análisis de una obra clave

Catalina Arancibia Durán
Catalina Arancibia Durán
Máster en Literatura Española e Hispanoamericana
Tiempo de lectura: 18 min.

Ollantay es un drama quechua de origen discutido, posiblemente con raíces prehispánicas reelaboradas en época colonial. Se la considera la obra teatral más importante de la tradición andina.

Relata la historia del general Ollantay y su amor prohibido por la princesa Cusi Coyllur, hija del Inca, combinando pasiones humanas y tensiones políticas.

Argumento

El general quechua Ollantay, héroe del Antisuyu pero sin sangre real, ama a Cusi Coyllur, hija del Inca Pachacútec. El Inca rechaza el matrimonio por la norma de endogamia dinástica y encierra a la princesa en el Acllahuasi, donde nace en secreto Ima Sumac.

Humillado, Ollantay se subleva y funda su bastión en Ollantaytambo. A la muerte de Pachacútec, su sucesor Túpac Yupanqui opta por la clemencia. Así, captura a Ollantay mediante ardid, lo perdona y restituye el orden imperial reunificando a la familia, por lo que madre e hija salen del encierro.

La obra alterna escenas palaciegas, ritos solares y episodios militares en tres actos, con pasajes líricos (yaravíes) y segmentos cómicos a cargo del criado Piqui Chaqui.

Personajes

  • Ollantay

Es el protagonista de la obra. Se trata de un guerrero valiente y estratega, pero también es hombre apasionado que desafía al Inca por amor.

Representa el mérito personal frente a la rigidez del linaje, la fuerza de la voluntad individual y la posibilidad de rebelión contra el orden establecido.

  • Cusi Coyllur

Es hija del Inca Pachacútec. Amada de Ollantay y madre de Ima Sumac.

Su encierro en el Acllahuasi simboliza el peso de las normas dinásticas y la represión del deseo personal en favor de la autoridad y la pureza de sangre real.

Representa la inocencia sacrificada al poder, pero también la esperanza de reconciliación.

  • Pachacútec

Sapa Inca al inicio de la obra. Padre de Cusi Coyllur y defensor estricto de la tradición dinástica.

Su dureza encarna la autoridad absoluta del Estado y el principio de orden que se impone sobre cualquier transgresión.

  • Túpac Yupanqui

Hijo y sucesor de Pachacútec. A diferencia de su padre gobierna con clemencia y reconciliación, perdonando a Ollantay y liberando a Cusi Coyllur.

Representa la justicia magnánima, la restauración del equilibrio cósmico y el modelo de soberanía benevolente.

  • Rumi Ñahui

General y consejero del Inca, apodado “ojo de piedra”. Personaje rígido y hostil con Ollantay.

Simboliza la dureza de la ley, la astucia política y la función coercitiva del Estado.

  • Huillac Uma

Sumo sacerdote del Sol. Actúa como mediador espiritual y voz religiosa de la obra.

Encierra la dimensión sagrada de la política incaica y la relación entre poder terrenal y orden cósmico.

  • Piqui Chaqui

Criado y bufón de Ollantay. Introduce momentos cómicos, aliviando la tensión dramática.

Representa la voz del pueblo, la picardía y la oralidad que acerca la obra al espectador.

  • Ima Sumac

Hija de Ollantay y Cusi Coyllur, nacida en secreto durante el encierro de su madre. Es la inocencia pura y el vínculo que asegura la continuidad familiar y social.

Simboliza la esperanza de un futuro reconciliado.

  • Orcco Huaranca y Hanco Huayllu

Jefes militares aliados de Ollantay. Encarnan la lealtad y la fuerza guerrera que respalda la rebelión.

Representan la solidaridad de las provincias frente al poder central del Cuzco.

Temas principales en Ollantay

Algunos de los temas principales que trabaja la obra son:

Amor y prohibición

El núcleo de la obra es el amor entre Ollantay y Cusi Coyllur, un vínculo imposible dentro de la rígida jerarquía incaica. La pasión amorosa aparece en tensión con la ley del Estado, que impide matrimonios entre miembros de la realeza y personas sin linaje imperial.

Este choque dramatiza la lucha entre deseo personal y deber social, mostrando el conflicto humano tras la consolidación del Tawantinsuyu.

Rebeldía y poder político

La sublevación de Ollantay es más que un arrebato pasional. Encarna la posibilidad de cuestionar la autoridad central desde las provincias.

Su resistencia en Ollantaytambo simboliza el espíritu de autonomía de los pueblos andinos frente al Cuzco, centro del poder. Así, la obra plantea una reflexión sobre la legitimidad de la rebelión cuando el poder es percibido como injusto.

Justicia, castigo y clemencia

La contraposición entre Pachacútec (rígido, punitivo) y Túpac Yupanqui (benevolente, reconciliador) expone dos concepciones de justicia.

El primero representa la autoridad inflexible que mantiene la estabilidad del Estado, mientras el segundo encarna la visión de un soberano magnánimo. Al perdonar, no sólo pacifica sino que restituye el orden cósmico.

Con ello, la clemencia aparece como la máxima virtud del gobernante.

Orden social y jerarquía

La obra muestra con claridad el sistema jerárquico del Tawantinsuyu. La nobleza real por encima de los generales y gobernadores provinciales, las restricciones de linaje, el rol del sacerdote y las instituciones de control (como el Acllahuasi).

De este modo, se refleja la idea de que el equilibrio del imperio depende de que cada cual cumpla su lugar en el entramado social.

Destino y providencia

Más allá de las decisiones humanas, la obra está atravesada por la idea de un destino superior. El orden cósmico que guía las acciones y legitima las resoluciones.

La providencia permite que la hija secreta, Ima Sumac, sobreviva y que finalmente todo culmine en reconciliación, mostrando que el equilibrio siempre se impone sobre el caos.

La fuerza del pueblo y la lealtad

A través de personajes como Orcco Huaranca, Hanco Huayllu y el criado Piqui Chaqui, la obra otorga voz a los sectores populares y provincianos.

Ellos muestran la solidaridad, el sentido de comunidad y la capacidad del pueblo de sostener al héroe. El valor de la lealtad, incluso en la adversidad, es un tema que refuerza la moral colectiva.

Cosmovisión andina en Ollantay

La obra refleja la cosmovisión andina donde el poder político y el orden cósmico eran inseparables. El Inca no es sólo gobernante terrenal, sino hijo del Sol (Inti) y mediador entre lo humano y lo divino.

Por ello, sus decisiones no son simples actos administrativos, son gestos que afectan el equilibrio del universo. La clemencia final de Túpac Yupanqui vas más allá de un acto político. Se trata de la restauración del orden cósmico quebrado por la transgresión y la rebelión.

El espacio también tiene un papel central. El Cuzco simboliza el centro de poder, mientras Ollantaytambo representa la periferia rebelde que intenta afirmarse. En la cosmovisión andina la geografía no es neutra. Cada lugar tiene un valor simbólico dentro del Tawantinsuyu.

También se muestra la importancia de las instituciones rituales, como el Acllahuasi y el rol del Huillac Uma (sumo sacerdote), que marcan la unión entre lo religioso y lo político.

La religiosidad solar impregna el mundo dramático, mostrando que la vida cotidiana, el poder y el destino humano están bajo la influencia directa de las deidades.

Finalmente, la visión andina de la vida y la muerte aparece como un ciclo de transformación. El sufrimiento de Cusi Coyllur en reclusión y la clandestinidad de Ima Sumac reflejan la noción de prueba y renacimiento.

Del dolor brota una nueva vida y una reconciliación que asegura la continuidad. Así, Ollantay no sólo es un drama político y amoroso, sino también un testimonio de cómo los incas concebían la armonía entre el cosmos, la sociedad y la naturaleza.

Origen

Ollantay es difícil de catalogar. Su origen sigue siendo discutido, pero la posición más sólida es la de una obra con un núcleo narrativo andino que fue conservado oralmente y, luego, fue fijado y reelaborado en la época colonial.

Las tres grandes hipótesis sobre el origen

  • Hipótesis incaica: sostiene que la trama y muchos versos proceden de una tradición oral prehispánica que habría sobrevivido en la memoria colectiva y en rituales. Sólo fue fijada por escrito después de la conquista. Esta postura apela a la “temática andina” del drama y a la supuesta antigüedad de sus motivos.
  • Hipótesis hispánica: afirma que Ollantay es una composición esencialmente colonial. Así, se postula que fue creada por un autor mestizo. Por ello, fue realizada en quechua con modelos dramáticos europeos. Quienes proponen esta teoría subrayan rasgos métricos, estructura y convenciones teatrales que remiten a la comedia barroca.
  • Hipótesis híbrida: propone una síntesis. Existe un núcleo narrativo andino anterior que fue reelaborado en época colonial por copistas, autores o élites indígenas en un contexto “neo-inca” de reivindicación política y cultural. Esta teoría ha ganado fuerza porque explica tanto los motivos autóctonos como las formas dramáticas y la cronología de los manuscritos.

Autoría

A lo largo del siglo XIX se atribuyó la autoría a figuras como el sacerdote Antonio Valdés (por la posesión de un manuscrito antiguo) o a copistas locales (Justo Pastor Justiniani).

Sin embargo, la carencia de pruebas documentales directas y la diversidad de manuscritos ha llevado a los filólogos a considerar a Valdés y a Justiniani como copistas/compiladores más que “autores originales”.

De esta manera, hoy se defiende que es imposible identificar un solo autor literario moderno: la obra es producto de una cadena de transmisión y reelaboración colectiva.

Desarrollo histórico

Orígenes orales y núcleo narrativo

Muchos especialistas sostienen que la trama tiene raíces en tradiciones orales andinas antiguas que circularon por generaciones antes de ser fijadas por escrito.

Esa hipótesis explica la presencia de motivos y canciones “andinas” que parecen proceder de la memoria colectiva más que de un compositor individual.

Esta idea de un núcleo tradicional ha sido enfatizada por estudios recientes que subrayan la mixtura entre elementos autóctonos y formas escritas coloniales.

Fijación manuscrita

La fijación escrita de Ollantay se documenta en una serie de manuscritos coloniales. El más citado es el que estuvo en manos del cura Antonio Valdés (datado en torno a 1770) y del que derivaron otras copias. Por ejemplo, la de Justo Pastor Justiniani y otras conservadas en conventos dominicos y archivos nacionales.

La circulación de manuscritos en ese siglo se inscribe en un contexto político-cultural que algunos autores llaman “neo-inca”. Las élites indígenas y mestizas del Cuzco recuperaron símbolos e historias incas para fines identitarios y políticos en la Colonia tardía.

Esa atmósfera explica por qué textos en quechua pudieron cobrar forma escrita y teatral en el siglo XVIII.

Rol de la memoria rebelde

Tradiciones decimonónicas y testimonios antiguos vinculan la circulación del texto con el entorno de las rebeliones indígenas. Algunos relatos asocian presentaciones o lecturas de la obra a espacios donde se debatían cuestiones identitarias, aunque las pruebas directas son fragmentarias y discutidas por los especialistas.

Investigaciones modernas han mostrado que la fijación escrita en el siglo XVIII y la posterior circulación deben leerse también a la luz de la represión colonial. Así, fue una estrategia para mantener viva la memoria indígena y fomentar las rebeliones.

Redescubrimiento y edición occidental (siglo XIX)

A partir del siglo XIX la obra saltó al circuito editorial europeo y a las curiosidades antiquarias. La primera edición impresa que la difundió ampliamente fue la de Johann J. von Tschudi en la década de 1850 (incluida en trabajos sobre antigüedades peruanas).

Luego vinieron las traducciones y ediciones en español, inglés y alemán (por ejemplo, compilaciones y traducciones de C. R. Markham y ediciones filológicas como la de Middendorf a finales de siglo). Ese interés europeo contribuyó tanto a canonicidad como a malentendidos (traducciones parciales, mezclas de versiones).

Debate crítico moderno: ¿obra prehispánica, colonial o híbrida?

Las discusiones filológicas y literarias del siglo XX y XXI han tendido a abandonar la polaridad simple (completamente inca v/s completamente hispánica).

De este modo, hoy se defiende que existe un sustrato narrativo andino antiguo que luego fue reelaborado, editado y “escenificado” en la Colonia tardía.

Lenguaje, métrica y forma dramática

Los estudios filológicos muestran que el texto está redactado en quechua colonial con rasgos de copia manuscrita y con estratos lingüísticos que sugieren múltiples manos y momentos de fijación.

Además, la obra combina canciones (yaravíes), octosílabos y pasajes narrativos que se ajustan a convenciones métricas europeas y andinas a la vez.

Ese entrecruzamiento - un contenido claramente andino puesto en un molde dramático con rasgos coloniales - es la base para pensar en una reelaboración.

En términos dramáticos, la existencia de personajes funcionales (bufón, criado cómico, ceremonias, coro implícito) y la trama con un final de reconciliación recuerdan modelos hispánicos adaptados al imaginario andino. Estas observaciones son las que han llevado a muchos especialistas a hablar de una obra “culturalmente híbrida”.

Contexto histórico y político: el siglo XVIII y el movimiento “neo-inca”

Varios investigadores han subrayado que la fijación manuscrita y la circulación de Ollantay se inscriben en un siglo XVIII marcado por revalorizaciones andinas.

Élites indígenas y mestizas cusqueñas rescataron memoria, linajes y símbolos incas como recursos políticos y culturales (a veces en diálogo o tensión con la corona). En ese contexto algunos textos en quechua pudieron adquirir formas teatrales para audiencias locales.

Estas condiciones históricas hacen plausible que una antigua narración haya sido “montada” y reelaborada en el siglo XVIII con objetivos identitarios o políticos además de artísticos.

Representaciones y recepción escénica

Al ser una obra híbrida sus representaciones han ido variando a lo largo del tiempo.

Representaciones en la Colonia tardía y tradición oral

La evidencia directa de representaciones públicas en la Colonia es escasa. Cuando aparece en relatos decimonónicos suele entremezclarse con memoria local y reconstrucción.

No obstante, la existencia de una práctica oral y de lecturas/puestas “locales” (en contextos rituales o comunitarios) es anterior a la circulación impresa.

Ese uso “local” explica variaciones y la adaptabilidad del texto a contextos performativos diversos.

Siglo XIX: del manuscrito a la escena pública

Las ediciones e intereses europeos facilitaron lecturas y algunas puestas en escena adaptadas al gusto decimonónico. Así, las traducciones ayudaron a transformar Ollantay en un texto “legible” fuera del circuito quechua en Perú.

Sin embargo, también llevaron a pérdidas y reinterpretaciones (omisión de canciones, anclajes metrificados eurocéntricos).

Revalorización nacional e indigenista (siglo XX)

Durante el siglo XX Ollantay fue revalorizado por corrientes indigenistas y por el campo académico peruano como emblema de una literatura andina anterior a la dominación hispana. Se trata de un testimonio clave de la pervivencia cultural.

En este periodo proliferaron lecturas literarias, ediciones críticas y adaptaciones teatrales que buscaban recuperar la voz quechua. Al mismo tiempo, la obra fue incorporada a programas escolares y festivales.

Puestas contemporáneas: comunidad, academia y turismo

En la actualidad Ollantay se representa en distintos registros. Montajes académicos y experimentales (en universidades y festivales), puestas comunitarias en quechua pensadas por y para audiencias locales y versiones “turísticas/festivas".

Cada tipo de puesta prioriza cosas distintas. La fidelidad lingüística y ritual (en montajes quechua-comunitarios), la lectura dramática y teatral (en puestas académicas) o la espectacularidad y atractivo para visitantes (en espectáculos turísticos).

Esa pluralidad es la razón por la que hoy coexiste en la práctica una gran variedad de versiones y arreglos.

Transformaciones en la puesta en escena (aspectos prácticos y estéticos)

  • Lengua y traducción: muchas representaciones mezclan quechua y español. Así, decisiones sobre subtítulos o adaptación afectan la “autoridad” de la versión en cada puesta en escena.
  • Música y yaravíes: las secciones musicales (yaravíes) son elementos performativos que algunas puestas restablecen con arreglos tradicionales, mientras que otras las rehacen con estilos modernos.
  • Direccionalidad política: montajes pueden enfatizar la dimensión patriótica/identitaria (rescate incaico) o la lectura crítica (colonialidad, poder).
  • Público y espacio: representaciones en Ollantaytambo, Cusco o auditorios universitarios no funcionan igual. El espacio ritual/comunitario otorga legitimidad local que difiere de la esfera académica o turística. Estas decisiones escénicas condicionan la recepción y el significado de la obra.

¿Por qué la obra ha perdurado sobre las tablas?

Existen varios factores a considerar

  • Flexibilidad textual (múltiples manuscritos y variantes) que permite adaptaciones.
  • Carga simbólica (figura del héroe, conflicto entre periferia y centro) con alto valor identitario.
  • Musicalidad y componente performativo (yaravíes, coros, escenas rituales) que se prestan bien a la escena.
  • Su doble condición de testimonio andino y texto reelaborado en la Colonia que la hace útil tanto a públicos locales como a audiencias académicas y turísticas.

El lugar que ocupa Ollantay en la literatura

La obra ocupa un sitio fundamental dentro del corpus literario andino y latinoamericano. Esto no se debe sólo a su valor estético, sino también a lo que representa como testimonio de la cosmovisión, la organización política y las tensiones sociales en el mundo incaico.

En un contexto en que gran parte de las expresiones culturales prehispánicas fueron destruidas, censuradas o transformadas bajo la colonización, este drama constituye una excepción.

Así, es un texto que conserva estructuras, temas y símbolos propios de la tradición quechua y que, al mismo tiempo, refleja el proceso de mestizaje cultural vivido tras la Conquista.

Por ello, Ollantay es considerado por muchos críticos como la obra teatral cumbre de la literatura quechua. Su riqueza poética, su estructura dramática y la complejidad de sus personajes permiten ubicarla en un plano comparable con los clásicos universales, aunque su transmisión inicial fuera oral y luego escrita.

En este sentido, se la reconoce como una de las primeras piezas que desafían el prejuicio de que en América prehispánica no existió un teatro propiamente dicho, sino sólo expresiones rituales o festivas.

Asimismo, este drama se sitúa en un espacio de frontera entre lo indígena y lo colonial. Su escritura en quechua y su posterior transcripción al alfabeto latino muestran cómo el texto circuló en ámbitos de mestizaje cultural.

Esto ha generado un doble valor. Por un lado, como vestigio de la tradición precolombina. Por otro, como muestra de la transculturación, donde elementos propios de la cultura andina dialogan con modelos europeos de teatro (particularmente la tragedia y el auto sacramental).

De esta manera, ocupa un lugar central en la construcción de una literatura nacional peruana, al ser uno de los textos más antiguos que expresan la identidad y la memoria de un pueblo.

En el siglo XIX, cuando fue editada y traducida, fue utilizada por los movimientos intelectuales e indigenistas como prueba de la grandeza cultural de los Andes.

Escritores como Clorinda Matto de Turner o José María Arguedas vieron en ella un referente del espíritu indígena y una base para reivindicar la tradición quechua en la literatura moderna.

Por último, se trata de una obra que transmite una tensión humana que trasciende su contexto histórico. Esto la convierte en una pieza universal, pero a la vez enraizada en su geografía y cultura originaria.

Debido a esto resulta clave para entender el nacimiento de la literatura latinoamericana como una construcción propia que dialoga con lo europeo, pero se afirma desde sus raíces.

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Catalina Arancibia Durán
Catalina Arancibia Durán
Máster en Literatura Española e Hispanoamericana. Diplomada en Teoría y Crítica de Cine. Profesora de talleres literarios y correctora de estilo.