Las 5 obras más famosas de Gustav Klimt (analizadas)


Catalina Arancibia Durán
Catalina Arancibia Durán
Máster en Literatura Española e Hispanoamericana

Gustav Klimt (1862- 1918) es considerado el artista más importante del modernismo vienés. Su obra se articula alrededor de la figura femenina, la sensualidad y el uso de oro. Fue el creador de grandes composiciones que mostraban la realidad desde otra perspectiva, como íconos modernos del deseo, placer y misterio.

1. El beso

El beso de Gustav Klimt
Palacio Belvedere, Viena, Austria

Sin duda, este es el cuadro más famoso de Gustav Klimt. Es una imagen que ya ha pasado a formar parte del imaginario colectivo y que puede verse en todo tipo de mercancías.

Aunque el centro de su obra se encontraba en la representación femenina, aquí decidió enfocarse en una pareja en pleno acto amoroso. Si bien en varias de sus pinturas se puede ver a la mujer fatal, altiva y dominante, en este caso, se entrega por completo.

En "El beso" (1907 - 1908) el oro que los rodea, otorga la ilusión de un tesoro a la composición. Asimismo, la bella ornamentación aleja lo "tabú" del tema y distrae al espectador de lo que está sucediendo bajo esa manta.

En su época, se creía que la obra representaba la reconciliación entre los sexos y su alianza. Sin embargo, en la actualidad, la postura dominante del hombre y sumisa de la mujer, niega esta idea. El modelo masculino parece más bien someterla y la figura femenina se encuentra al borde del abismo con los ojos cerrados.

Por ello, hay quienes postulan que la pintura vendría a constatar la incompatibilidad por naturaleza. De ahí se entienden las formas cuadradas para el hombre y circulares para la mujer.

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2. Retrato de Adele Bloch Bauer

Retrato de Adele Bloch Bauer
Galería Neue, Nueva York, Estados Unidos

En 1897 se fundó la Secesión Vienesa, la nueva generación de artistas que buscaba separarse del academicismo y el conservadurismo. Querían alejarse del carácter comercial y deseaban libertad para experimentar. Klimt se convirtió en el presidente de este grupo y colaboró durante dos años con su revista. Gracias a ello, logró ser reconocido por el público y consiguió trabajos que le permitieron independencia económica y la posibilidad para innovar que tanto deseaba.

Durante este periodo, comenzó a realizar retratos para la burguesía, particularmente de las esposas de grandes empresarios judíos. Así, inauguró un nuevo estilo que se convirtió en su sello característico. Tomó como modelo los mosaicos bizantinos que había visto en 1903 en Italia. Estas representaciones religiosas se incrustaban en las paredes de los templos y destacaban por el uso de oro. Al incorporar este elemento, logró darle un aire de majestuosidad a sus cuadros.

Aunque su tema favorito era el erotismo, no podía hacerlo explícito en estos encargos pagados. Por esto, se centró en la vestimenta de las mujeres que convirtió en el centro de la composición. Los vestidos se funden con los cuerpos y sugieren de manera muy sutil lo que hay debajo. También utilizó opulentos motivos florales y geométricos, además de peinados ondeantes y miles de detalles que distraen de la irradiación erótica de las poses, miradas y gestos.

En general, las retratadas parecen esconder un secreto. Algunos críticos actuales han visto que Klimt supo reflejar la frustración que cargaban por su género, su clase y la consigna del deber-ser. Así, estas modelos que se ven tan compuestas, son capaces de esconder un misterio y transformarse en el objeto de deseo del espectador.

En 1907, Klimt realizó esta obra de grandes proporciones (138 x 138 cm.) para la mujer del industrial azucarero Ferdinand Bloch-Bauer. Aquí utilizó la técnica de óleo y oro sobre tela, por lo que este cuadro es parte importante de su "etapa dorada". La dama aparece sentada, pero parece flotar en un mar esplendoroso, ya que el vestido y el fondo se unen. De este modo, se transforma ella misma en una especie de ícono inalcanzable.

Dentro de sus influencias para este retrato, se encuentra la clásica estampa japonesa, que puede notarse en la eliminación del espacio y lo bidimensional de la figura. Asimismo, hay una clara alusión al mundo egipcio, pues el centro de su vestido está decorado con el ojo de Horus, símbolo solar que representa el orden.

Dato curioso

Esta pintura se hizo famosa por la batalla legal en la que se vio envuelta. La retratada murió en 1925 y le pidió a su marido que donara los cinco cuadros que tenían del pintor a la Galería Nacional Austríaca. Sin embargo, con la llegada del nazismo todas las propiedades de Ferdinand Bloch-Bauer fueron confiscadas. Aunque estipuló en su testamento que legaba las pinturas a sus sobrinos, tras su muerte en 1945, quedaron para el gobierno de Austria.

Una de las herederas, María Altman, inició en 1999 varios intentos por recuperar los cuadros de Klimt que habían pertenecido a su familia. Finalmente, el año 2006, el gobierno austríaco se vio obligado a devolverlos. Fue la restitución de obras robadas por los nazis más significativa hasta ese momento, en especial porque la pequeña colección estaba avaluada en 150 millones de dólares.

Las pinturas fueron exhibidas en el Museo de Arte del Condado de los Ángeles durante varios meses. Luego, el "Retrato de Adele Bloch Bauer" fue vendido a Ronald Lauder por 135 millones de dólares y hoy se encuentra en la Galería Neue de Nueva York.

El año 2015 se realizó una película basada en este caso, llamada La dama de oro, con actuaciones de Helen Mirren y Ryan Reynolds.

3. Judith I

Judith I - Gustav Klimt
Palacio Belvedere, Viena, Austria

En 1901, Klimt realizó este cuadro en el que representa el arquetipo de la mujer fatal, algo que fue característico en su imaginario. Con "Judith I" trabajó uno de los grandes temas de aquella época: el dominio de la mujer sobre el hombre. Así, retrata a una dama segura de sí misma y que sabe que puede lograr lo que desee con su sensualidad y belleza.

Orgullosa y reservada, con su mirada invita al espectador, pero al mismo tiempo, encierra un aura de misterio que hace imposible captar su mensaje. El marco y fondo dorados le otorgan el carácter de ícono. Asimismo, se genera un contraste casi fotográfico entre el rostro y los ornamentos.

Su inspiración para esta pintura fue Judith, personaje de los evangelios apócrifos que sedujo al general invasor Holofornes para después decapitarlo. La mujer funciona como ejemplo de valor y tenacidad, pero también es una heroína castradora. En su figura se reúne Eros y Tánatos (el Amor y la Muerte).

Era un tema que se había trabajado bastante en el arte, pero esta vez Klimt rompió el molde de lo esperado. La mostró como una joven contemporánea, ataviada con joyas del periodo. Además, decidió salir de la representación de la pobre joven que llevó a cabo una horrible misión por deber. Esta chica parece disfrutar de su sexualidad y poder.

De este modo, no quería reproducir el momento relatado en la Biblia, sino que buscaba presentar a una mujer empoderada. Por ello, deliberadamente la retrató en una pose sexual, con los ojos semicerrados y los labios ligeramente separados, como en un éxtasis orgásmico. Al mismo tiempo, en el lado derecho sostiene la cabeza de su víctima, demostrando su orgullo dominador y su potencia mortífera.

4. Dánae

Danae Gustav Klimt
Galería Wurth, Viena, Austria

La figura de la mujer fue uno de los grandes temas de Klimt. Buscó exhibirlas en todos sus estados y muchas veces utilizaba temas históricos o mitológicos como excusa para sus desnudos. En este cuadro de 1908 hace referencia al mito de Dánae, joven que fue encerrada por su padre en una torre por el temor a una profecía que anunciaba que su nieto lo mataría. Allí fue visitada por Zeus que, en forma de lluvia, la fecundó dando vida más tarde a Perseo.

El pintor decidió retratar el momento exacto en que Zeus la poseyó, mostrando el instante de la concepción, cuando el dios se introdujo en el cuerpo dormido de la joven.

Si bien la pose de la chica es pasiva, la modelo responde a los parámetros establecidos para las mujeres fatales en aquellos años con cabello rojo y una boca semiabierta. Así, Dánae se instala como un símbolo de belleza y sensualidad.

Este cuadro creado en 1907 causó bastante polémica, pues cuenta la historia de una violación y pone al espectador en el lugar de un voyerista que observa una escena erótica en que se puede sentir el éxtasis amoroso.

Aunque algunos artistas famosos como Tiziano y Rembrandt trataron este tema, Klimt utilizó una perspectiva muy ingeniosa. Al mostrar a Dánae en posición fetal, le otorga al cuadro una sensación compositiva en espiral y muy dinámica. Además, la lluvia de oro le otorga al cuadro un efecto mágico.

5. Muerte y vida

Muerte y vida 1916 Gustav Klimt
Museo Leopold, Viena, Austria

Este fue uno de los últimos cuadros que realizó el artista. En 1916 ya podía sentir los efectos de la vejez y decidió trabajar uno de los grandes temas del periodo: la vida y la muerte.

Otros pintores de la época como Egon Schiele y Edvard Munch también se ocuparon de esta representación, pero en el caso de Klimt hay una visión mucho más conciliadora. Los personajes no parecen sentirse amenazados por la inminencia de la muerte. Al contrario, parece que ni siquiera la sienten.

La muerte se encuentra al lado izquierdo y está envuelta en un manto repleto de cruces. En sus manos sostiene un cetro y observa a los seres humanos con una sonrisa macabra. Por su parte, la vida ocupa mucho más espacio a la derecha. Se muestra caótica y en movimiento. En el tumulto se pueden distinguir distintas figuras: hombres, niños, jóvenes y una anciana al centro. Las personas parecen gozar de su existencia sin mirar al lado. En todos ellos hay una especie de aceptación de lo inevitable, pues hasta que llegue ese momento, es mejor disfrutar de lo que tienen.

Sobre Gustav Klimt

Gustav Klimt

Nació el 14 de julio de 1862 en Baumgarten, cerca de Viena, en Austria. Su padre fue un cincelador de metales nobles y de ahí viene su interés por el arte y la ornamentación.

En 1876 ingresó en la Escuela de Artes y Oficios, donde aprendió diversas técnicas, entre las que destacan la pintura, fresco y mosaico. A partir de 1879, junto a su hermano y a su amigo Franz Matsch, realizaron encargos en los que decoraban palacios, villas y museos.

En 1888 recibió la Medalla de Oro al Mérito por su creación artística. Con el tiempo, su estilo comenzó a desligarse de lo academicista y formó parte del grupo de los Secesionistas, del que se convirtió en el presidente. Este fue el movimiento de vanguardia en la Viena del periodo que defendía los ideales del modernismo en el arte.

Luego de un viaje a Italia en 1903, realizó un giro en su creación. El arte bizantino lo impactó y decidió incorporar el oro en sus pinturas, dando comienzo a la "fase dorada", época de donde provienen sus obras más famosas.

Aunque abandonó el grupo de los secesionistas, continuó con su rebeldía frente a lo establecido. Mantuvo una actitud distante ante los círculos que lo criticaban y siguió con sus ideales artísticos. Se convirtió en un personaje excéntrico que, en su vida privada, vestía con sandalias y túnica.

Con el tiempo, su producción comenzó a generar interés en otros países, obtuvo premios y distinciones, además de que algunas galerías adquirieron sus cuadros.

El 6 de febrero de 1918 murió de un ataque de apoplejía, dejando muchos cuadros inconclusos. Nunca se casó, pero durante la mayor parte de su vida adulta, estuvo en una relación con la diseñadora de modas, Emilie Flöge. También tuvo muchas otras amantes y, a su muerte, se le imputó la paternidad de varios niños.

Estilo

Klimt vivió y creó su obra en la Viena de fin de siglo, en el último florecimiento de la cultura antes del ocaso del Imperio Austrohúngaro. En esta época, la burguesía era la clase dominante y su gusto por lo pomposo ayudó a que el estilo del pintor se convirtiera en lo más deseado.

La influencia que recibió de los mosaicos bizantinos fue vital para producir un modo de creación distinta a cualquier otro que se había visto hasta ese momento. En su obra buscó llevar al extremo las posibilidades ornamentales y abstractas en el arte. Por ello, se enfocó en cuadros saturados de detalles, con uso de oro, figuras voluptuosas, retratos de gran tamaño y le otorgó espacio a la sexualidad.

Uno de los motivos recurrentes fue la mujer y su erotismo. Por medio de trazados caleidoscópicos jugó con las capacidades técnicas para crear ilusiones ópticas y mundos que remiten a lo sagrado.

Como buen hombre de su tiempo, abogó por la estética simbolista. Así, se alejó de la representación de la realidad y optó por crear un mundo de sueño en que reinaban los motivos míticos, decorativos y florales.

Su idea era superar los límites del decoro impuestos por la sociedad vienesa. Asimismo, quería debatir sus incongruencias y jugar con la representación del cuerpo, ya que en aquellos años un desnudo en el contexto religioso o histórico era aceptado, pero en una mujer normal era censurado.

Bibliografía:

  • Bolaños, María. (2007). Interpretar el arte a través de las obras maestras y los artistas más universales. Contrapunto.
  • Holzwarth, Hans Werner y Taschen, Laszlo (Eds.). (2011). Arte Moderno. Una historia desde el impresionismo hasta nuestros días. Taschen.
  • Néret, Gilles. (1993). Klimt. Taschen.

Ver también

Catalina Arancibia Durán
Catalina Arancibia Durán
Máster en Literatura Española e Hispanoamericana. Diplomada en Teoría y Crítica de Cine. Profesora de talleres literarios y correctora de estilo.