9 cuentos para que los niños aprendan sobre sus emociones

Catalina Arancibia Durán
Catalina Arancibia Durán
Máster en Literatura Española e Hispanoamericana
Tiempo de lectura: 14 min.

Aprender a reconocer y expresar las emociones es una de las habilidades más valiosas que un niño puede desarrollar, ya que determina cómo reaccionan ante los demás, cómo enfrentan los desafíos y cómo construyen su propia identidad.

Sin embargo, muchas veces los niños no tienen las palabras o las herramientas para entender lo que sienten. Así, cada historia busca acompañarlos y ayudarlos a comprender lo que sienten, a expresarlo con palabras y a transformarlo en acciones positivas.

1. El dragón que echaba humo de más

Dragón

Había una vez un pequeño dragón llamado Brulio que vivía en una cueva rodeada de flores. Era simpático, juguetón y muy curioso, pero tenía un gran problema: cuando se enojaba, echaba tanto humo por la nariz que nadie podía acercarse.

Un día, mientras jugaba con sus amigos, uno tropezó y retrasó la competencia. Brulio se enfureció. “¡Mira lo que hiciste!”, rugió, y una nube espesa cubrió el campo. Todos salieron corriendo, tosiendo y asustados.

Brulio se quedó solo, y al ver cómo las flores se marchitaban por el humo, se sintió triste. “No quería asustarlos… solo estaba enojado”, murmuró. Entonces apareció una tortuga anciana que vivía cerca.

—No está mal enojarse, pequeño dragón —le dijo con calma—, pero hay que aprender a soplar el fuego sin quemar a los demás.

Brulio la escuchó y decidió intentarlo. La próxima vez que se sintió furioso, cerró los ojos, respiró hondo y sopló despacito… una nubecita blanca salió de su nariz y se convirtió en una forma de corazón.

Desde entonces, cada vez que el enojo lo visitaba, Brulio recordaba respirar y contar hasta cinco. Y sus amigos volvieron a jugar con él, porque ya no temían su humo: sabían que Brulio había aprendido a calmar su fuego interior.

Este cuento trabaja la emoción del enojo, una de las más difíciles de controlar en la infancia. Brulio representa cómo la ira puede “nublar” lo que se siente y terminar alejando a los demás. Sin embargo, también enseña que no es malo enojarse: lo importante es aprender a expresarlo sin hacer daño.

A través del dragón los niños descubren estrategias simples para manejar su enojo, como respirar profundo o contar antes de reaccionar. De esta manera, aprenden que las emociones no deben esconderse, sino comprenderse y transformarse en algo positivo.

2. La sonrisa que se escapó

Niña feliz

En un pequeño pueblo vivía una niña llamada Lila, famosa por su risa contagiosa. Cuando Lila reía hasta las nubes se abrían y los pájaros cantaban más fuerte. Pero un día, al despertar, notó que su sonrisa se había escapado.

Buscó debajo de la cama, entre las sábanas y hasta en el bolsillo de su pijama, pero nada. Su mamá le dijo: “Tal vez se escondió, porque necesita un poco de sol”. Así que Lila salió a buscarla.

En el camino ayudó a un gato que no podía bajar de un árbol, compartió su merienda con un anciano y regaló una flor a una amiga triste. Poco a poco, algo cálido empezó a brillarle en el pecho.

De pronto, al pasar por un charco, vio su reflejo y… ¡ahí estaba su sonrisa! Había vuelto, más grande y luminosa que nunca. Lila comprendió que su sonrisa nunca se había perdido: sólo estaba esperando a que ella la encontrara en los buenos gestos.

Desde entonces, cada vez que alguien se sentía apagado, Lila compartía un poco de su alegría, sabiendo que una sonrisa compartida nunca desaparece, sino que se multiplica.

Este cuento aborda la emoción de la alegría, mostrando que no depende únicamente de lo que se tiene, sino de lo que se comparte. Lila aprende que la alegría no es algo que se posee, sino algo que se cultiva al hacer el bien y conectarse con los demás.

A través de acciones sencillas y amables, los niños comprenden que la felicidad puede regresar cuando se ayuda a otro. Así, la historia enseña que la alegría se fortalece con los gestos de bondad.

3. El paraguas azul de Tomás

Paraguas azul

Tomás tenía un paraguas azul que lo acompañaba a todas partes. Un día, su mejor amigo, Nicolás, se mudó a otra ciudad. Desde entonces, Tomás caminaba bajo su paraguas aunque no lloviera, porque sentía que todo el cielo se le había venido encima.

Sus papás le decían: “Ya pasará”, pero Tomás no quería que pasara; quería a su amigo de vuelta. Una tarde, mientras paseaba con su paraguas, una niña lo miró y preguntó:

—¿Por qué llevas paraguas si hay sol?

—Porque llueve adentro —respondió él.

La niña sonrió y sacó una tiza amarilla. Dibujó un gran sol en el suelo y dijo:

—Entonces te presto un pedacito de mi cielo.

Tomás se rió por primera vez en días. Desde ese momento, empezó a dibujar soles junto a la niña y a contarle historias de su amigo. Con el tiempo, el paraguas azul se quedó en casa. Tomás aprendió que la tristeza no se borra de golpe, pero puede volverse más ligera cuando se comparte.

Este cuento enseña a reconocer la tristeza sin ocultarla. A través de Tomás los niños aprenden que estar triste no está mal y que hablar o compartir lo que duele puede aliviar el corazón.

La historia muestra que las emociones cambian con el tiempo y que, incluso después de una pérdida, pueden aparecer nuevos vínculos que traen luz. Así, el relato enseña empatía y aceptación emocional.

4. El fantasma valiente

Fantasma tierno

Había una vez un pequeño fantasma llamado Pufi que tenía miedo… ¡de todo! Le asustaban los truenos, las sombras y hasta los suspiros del viento. Mientras los otros fantasmas salían a asustar por diversión, Pufi se escondía detrás de una sábana temblando.

Una noche, su abuela le dijo:

—El miedo no es tu enemigo, Pufi. Es una linterna que te avisa que algo te preocupa. Si la usas bien, te ayuda a ver mejor en la oscuridad.

Pufi lo pensó. Al día siguiente, cuando oyó un trueno, respiró hondo y dijo: “No pasa nada, sólo es el cielo que aplaude”. Cuando una sombra se movió, decidió acercarse… y descubrió que era una hoja bailando.

Desde entonces, Pufi siguió sintiendo miedo, pero también aprendió a escucharlo. Entendió que ser valiente no significa no tener miedo, sino seguir adelante a pesar de él.

Este cuento trabaja el miedo, una emoción que todos los niños experimentan. A través de Pufi aprenden que el miedo puede ayudar a proteger, pero que no debe paralizar.

De este modo, se enseña que enfrentar lo desconocido con curiosidad y calma permite transformar el miedo en confianza. Así, los niños comprenden que ser valiente no significa no tener miedo, sino atreverse a actuar incluso cuando lo sienten.

5. La mancha roja de Clara

Niña sonrojada

Clara era una niña muy risueña, hasta que un día, en el colegio, tropezó y derramó jugo de frutilla sobre su camiseta blanca. Todos se rieron y Clara sintió cómo le subía el calor a la cara. Desde entonces, trató de no llamar la atención: no quería que nadie la viera.

Durante una actividad, la maestra les pidió dibujar algo que los hiciera sentir felices. Clara dudó, pero finalmente pintó una gran camiseta blanca con una mancha roja en el centro.

—¿Y eso qué representa? —preguntó la maestra.

—Mi vergüenza —respondió Clara—, pero ya no me da tanta.

Sus compañeros se quedaron en silencio, y luego uno dijo: “A mí me da vergüenza cuando me equivoco”. Otro agregó: “Y a mí cuando me miran mucho”. De pronto, todos empezaron a hablar de sus vergüenzas, y el aula se llenó de risas.

Clara se dio cuenta de que no era la única. Desde ese día, su mancha roja se convirtió en un dibujo alegre en su cuaderno, símbolo de que nadie es perfecto.

Este cuento trata sobre la vergüenza, una emoción que puede hacer que los niños se escondan o se sientan diferentes. Clara enseña que todos cometen errores y que compartirlos ayuda a aceptarlos.

Con ello, se invita a ver la vergüenza como una oportunidad para aprender y conectar con los demás, en lugar de esconderse. Así, los niños comprenden que ser auténticos y reírse de los errores los hace más fuertes y felices.

6. El jardín de los dos soles

Niños jardín

Mateo y Abril eran vecinos y tenían cada uno un jardín. Abril cuidaba el suyo todos los días: regaba las flores, quitaba las hojas secas y les hablaba con cariño. Mateo, en cambio, apenas regaba las suyas, pero cada mañana miraba el jardín de Abril con un nudo en el estómago.

—¿Por qué sus flores crecen más rápido que las mías? —decía frunciendo el ceño.

Un día decidió plantar una flor igual a la de Abril, pero nada. Ni una hojita. Entonces, lleno de rabia, pensó en no hablarle más.

Esa tarde, Abril fue a su casa con una regadera amarilla.

—Tus flores se ven tristes —dijo—. ¿Quieres que te ayude?

Mateo se sonrojó. Aceptó y juntos empezaron a cuidar el jardín. Ella le enseñó a podar, a hablarles a las plantas y a esperar sin apuro. Poco a poco, en su jardín comenzaron a crecer flores tan hermosas como las de Abril.

Una mañana, cuando el sol iluminaba ambos patios, Mateo sonrió y dijo:

—Parece que tenemos dos jardines y un solo sol.

—No —respondió Abril—, ahora tenemos dos soles: el tuyo y el mío.

Este relato trata sobre la envidia, una emoción que los niños suelen sentir cuando comparan sus logros o pertenencias con las de otros.

A través de Mateo el relato enseña que la envidia puede transformarse en motivación positiva si se convierte en admiración y cooperación.

La historia invita a los niños a valorar el esfuerzo propio, así como a reconocer que compartir y aprender del otro genera alegría y crecimiento mutuo. Con ello, aprenden que lo importante no es tener más, sino disfrutar juntos de lo que cada uno hace florecer.

7. La caja de las maravillas

Caja de cartón

Una mañana Sofía encontró una caja de madera frente a su puerta. Tenía una nota que decía: “Abre sólo si estás lista para sorprenderte”. Sofía sintió cosquillas en la panza. ¿Qué habría adentro?

Primero imaginó un tesoro. Luego, un juguete nuevo. Finalmente, decidió abrirla. Adentro no había nada, salvo un pequeño espejo.

—¿Esto era la sorpresa? —murmuró decepcionada. Pero al mirarse notó que detrás de su reflejo se veían mil colores moviéndose como luces. Cada vez que sonreía, los colores brillaban más.

Corrió a mostrársela a su hermano. Cuando él se asomó, también vio luces distintas. Comprendieron que la caja no tenía una sola sorpresa: cada persona encontraba algo distinto según lo que sentía.

Desde entonces, Sofía entendió que la sorpresa no siempre viene de lo que esperas, sino de descubrir algo nuevo en ti mismo.

Este cuento enseña a reconocer la sorpresa como una emoción positiva que despierta la curiosidad y el asombro. A través de Sofía, los niños aprenden que sorprenderse no depende sólo de regalos o cosas nuevas, sino también al descubrir lo que llevan dentro.

Con ello, se fomenta la apertura y la imaginación, recordando que la sorpresa puede ser una oportunidad para mirar el mundo con ojos nuevos, sin miedo a lo inesperado.

8. El monstruo del plato verde

Niño come verduras

Lucas odiaba las verduras. Cuando su mamá servía guisantes o brócoli, él hacía muecas y decía: “¡Puaj, parecen monstruitos verdes!”.

Una noche se quedó dormido antes de cenar y soñó que estaba en un mundo donde la comida cobraba vida.

Un enorme brócoli con capa apareció diciendo:

—¡Soy el guardián del plato verde! ¿Por qué siempre me rechazas?

Lucas se asustó un poco, pero el brócoli sonrió y le ofreció una cucharada de sopa.

—Pruébame antes de juzgarme —dijo.

Lucas aceptó, y para su sorpresa, la sopa sabía deliciosa. Al despertar vio su plato en la mesa y, riéndose, dijo:

—Está bien, señor brócoli, lo intentaré otra vez.

Desde ese día, el “monstruo verde” se convirtió en su amigo. No siempre le gustaba todo, pero aprendió que el asco a veces sólo aparece antes de conocer algo nuevo.

Este cuento trabaja la emoción del asco, que en los niños se manifiesta muchas veces ante sabores, texturas o experiencias desconocidas.

Lucas muestra que el asco no siempre significa que algo sea malo, sino que el cuerpo y mente necesitan tiempo para adaptarse.

La historia enseña a los niños a probar antes de rechazar y a comprender que las sensaciones desagradables también tienen una función: protegernos, pero sin cerrarse a nuevas experiencias.

9. La estrella que pidió perdón

Estrellas

En el cielo vivía una pequeña estrella llamada Numa que adoraba brillar más que las demás. Una noche, para hacerse notar, aumentó tanto su luz que apagó el brillo de sus vecinas sin querer. Cuando vio el cielo oscuro a su alrededor, se sintió triste.

—Sólo quería que me vieran —susurró—, pero ahora estoy sola.

El viento estelar le respondió:

—A veces, cuando uno brilla demasiado para destacar, puede opacar a otros sin querer. Pero si compartes tu luz, todos resplandecerán contigo.

Numa se encogió un poco y empezó a emitir destellos suaves. Poco a poco, las otras estrellas volvieron a brillar. El cielo se llenó de luz y armonía.

Desde entonces, Numa entendió que pedir perdón no la hacía menos brillante, sino más sabia.

Aquí se aborda la culpa, una emoción que aparece cuando el niño siente que ha hecho algo mal. A través de Numa los lectores aprenden que reconocer un error y comprobar que pedir perdón no es motivo de vergüenza, sino un paso importante para reparar y crecer.

El relato enseña que todos cometen equivocaciones y que la verdadera fortaleza está en asumirlas con humildad y empatía. Así, los niños descubren que el perdón - tanto hacia los demás como hacia uno mismo - ilumina más que cualquier brillo individual.

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Catalina Arancibia Durán
Catalina Arancibia Durán
Máster en Literatura Española e Hispanoamericana. Diplomada en Teoría y Crítica de Cine. Profesora de talleres literarios y correctora de estilo.