Popol Vuh: resumen, historia y análisis del libro sagrado de los Mayas

Catalina Arancibia Durán
Catalina Arancibia Durán
Máster en Literatura Española e Hispanoamericana
Tiempo de lectura: 22 min.

El Popol Vuh es el libro sagrado de los mayas quiché, un compendio de mitos, narraciones cosmogónicas, hazañas heroicas y genealogías.

Se trata de uno de los textos prehispánicos más importantes en la historia de la literatura. Es una obra clave para entender la cosmovisión y riqueza de la cultura maya.

Resumen

El Popol Vuh es una obra narrativa de carácter mítico y religioso, considerada el texto fundacional de la civilización maya quiché. Su contenido se articula a través de diferentes momentos míticos e históricos:

  • Inicio del mundo: El relato comienza en la oscuridad y el silencio absolutos, cuando nada existía aún. No había tierra, ni hombres, ni animales. Sólo estaban los creadores, Tepeu y Gucumatz, deidades que poseían poder creativo a través del pensamiento y la palabra. Estos dioses crearon el cielo, la tierra, el agua, las montañas y las criaturas.
  • Fracasos en la creación del ser humano: La primera humanidad fue hecha de barro, pero era débil e inestable. Luego, intentaron con madera, pero aunque estos hombres caminaban y hablaban, no tenían alma ni entendimiento. No agradecían a los dioses ni respetaban la creación. Por ello, fueron destruidos por cataclismos y por animales como castigo divino.

  • La saga de los gemelos míticos (Hunahpú e Ixbalanqué): Esta es la parte central y más compleja del texto. Se relata la historia de dos hermanos divinos que desafían a los señores del inframundo, Xibalbá. Su padre y su tío fueron vencidos por estos dioses oscuros tras ser convocados a un juego de pelota. Sin embargo, los gemelos los enfrentan con astucia, superan pruebas mortales y, tras ser sacrificados, resucitan. Este ciclo de muerte y renacimiento restablece el equilibrio cósmico y allana el camino para la creación del hombre verdadero.

  • Creación del ser humano de maíz: Los dioses logran finalmente crear al hombre perfecto a partir del maíz, alimento sagrado para los mayas. Estos nuevos seres tienen entendimiento, gratitud, fuerza espiritual y comunión con el mundo. Son los verdaderos seres humanos y sus descendientes dieron origen a los pueblos mayas.

  • Genealogía de los pueblos quiché: La parte final describe las migraciones, fundaciones de ciudades, ritos y linajes de los pueblos mayas. Aquí el mito se convierte en historia, legitimando el poder de las élites gobernantes y conectando su origen con los dioses.

Este desarrollo narrativo transita entre lo cosmogónico, lo heroico y lo histórico. Se trata de una progresión que busca explicar el origen del universo y del ser humano, además de establecer una legitimidad política y espiritual para la sociedad quiché.

Temas

Algunos de los temas principales que se trabajan en esta obra son:

La creación como proceso fallido y perfeccionado

El Popol Vuh rompe con las concepciones de creación única y perfecta típicas de las religiones monoteístas. En cambio, expone una creación iterativa, donde los dioses intentan varias veces formar a los seres humanos.

Primero prueban con barro, luego con madera y, finalmente, logran su cometido con masa de maíz. Cada intento fallido no es un simple error, sino parte de un proceso de aprendizaje divino.

Esto humaniza a los dioses y, a la vez, refleja una visión cíclica y dialéctica del tiempo. La creación surge de la destrucción, el orden del caos, el aprendizaje del error. Este motivo revela una ontología de la transformación, donde nada es definitivo y todo puede rehacerse.

El maíz como sustancia sagrada del ser humano

Para los mayas el maíz no era simplemente un alimento. En su cosmovisión, la agricultura no es sólo práctica, sino espiritual.

La siembra, el crecimiento y la cosecha están profundamente ligadas al ciclo de la vida. Además, el maíz simboliza la unidad con la tierra, pues el ser humano proviene de ella y vuelve a ella.

Es también un signo de identidad. Ser maya es ser gente del maíz, lo que hace del alimento una base filosófica, política y religiosa.

El sacrificio y la transformación

El sacrificio no se presenta como violencia gratuita, sino como acto regenerador. Los héroes gemelos, Hunahpú e Ixbalanqué, son sacrificados en Xibalbá, pero ese acto les permite vencer la muerte y renacer transformados en cuerpos celestes (el sol y la luna, según muchas interpretaciones).

Este tema refleja una comprensión ritualista de la existencia. De este modo, morir es parte de un ciclo y el sacrificio permite el paso a otra etapa del ser.

Además, legitima el sacrificio humano en las culturas mesoamericanas como una forma de sostener el orden cósmico, no como simple brutalidad.

La dualidad como principio del universo

El universo maya es dual: vida y muerte, luz y oscuridad, día y noche, arriba y abajo, masculino y femenino.

Hunahpú e Ixbalanqué son el ejemplo más claro de este principio. Son opuestos que cooperan, gemelos con funciones complementarias.

Esta dualidad no es contradictoria, sino integradora. La existencia se rige por un equilibrio entre contrarios. Incluso los dioses no son perfectos ni absolutos, actúan en tensión, discuten, se equivocan.

De esta manera, se relativiza la idea de una única verdad y se propone la armonía como meta cósmica.

El inframundo y la muerte como parte del ciclo cósmico

Xibalbá, el inframundo, no es un infierno moral. Es un espacio temible, pero necesario, ya que es el lugar donde los héroes se prueban, mueren y renacen.

Con ello, la narrativa no condena la muerte: la integra al ciclo de la vida. La aventura de los gemelos en Xibalbá recuerda a los viajes míticos de Odiseo o de Orfeo, pero con una connotación distinta: no es una transgresión, sino un destino.

En este sentido, el Popol Vuh refleja una aceptación sagrada del morir como parte del equilibrio universal.

Legitimación del poder político a través del mito

La última parte del Popol Vuh detalla las genealogías de los linajes reales quichés. Este pasaje, a menudo ignorado en lecturas superficiales, tiene un peso fundamental. El texto no es sólo religioso ni cosmogónico, sino que también resulta político.

Se establece una continuidad entre los héroes míticos y los reyes vivos, lo que sirve para legitimar la autoridad de los gobernantes mayas como herederos directos del orden divino.

Esta fusión de mito e historia refleja cómo el poder se sostiene sobre relatos sagrados, en una forma de teocracia narrativa.

Símbolos

Estos símbolos no sólo tienen un papel narrativo, sino que condensan ideas filosóficas y espirituales fundamentales para la cosmovisión maya.

El maíz

El maíz es el símbolo más poderoso y reiterado del Popol Vuh. En el relato, los dioses logran finalmente crear al ser humano verdadero a partir de masa de maíz, tras haber fracasado con el barro y la madera.

Esta materia no es elegida al azar. El maíz era el alimento básico, sagrado y central en la cultura maya. Pero más allá de su valor nutritivo, representa la esencia espiritual del ser humano. Ser de maíz es ser parte de la tierra, del ciclo agrícola, del sol y la lluvia, del tiempo y de la comunidad.

Con ello, se expresa la unión entre cuerpo y cosmos, entre lo humano y lo sagrado. El maíz no sólo alimenta al hombre, sino que lo constituye.

Así, trabajar la milpa, sembrar, cosechar y agradecer son actos espirituales que conectan al hombre con los dioses. El ser humano nace del esfuerzo de la tierra y de los dioses y por eso tiene una responsabilidad ética. Debe honrar su origen sagrado y mantener el equilibrio con el entorno natural.

Los gemelos

Hunahpú e Ixbalanqué, los héroes gemelos del relato, simbolizan la dualidad propia de la cosmovisión maya: vida y muerte, día y noche, sol y luna, orden y caos.

Ellos no sólo vencen a los señores del inframundo, sino que lo hacen con inteligencia, juego, sacrificio y transformación. Al final, se convierten en cuerpos celestes: uno en el Sol, otro en la Luna, lo que refuerza su rol como agentes del equilibrio cósmico.

Como figuras arquetípicas también representan el modelo del héroe espiritual maya: sabio y restaurador del orden. Su descenso al inframundo es una metáfora del viaje iniciático, donde se enfrentan a la oscuridad para traer renovación.

Así, encarnan el principio de que la vida sólo florece si se ha atravesado la muerte y que todo ciclo implica transformación.

Xibalbá

Xibalbá no es el infierno cristiano ni un lugar del castigo eterno. Es el inframundo maya, espacio de prueba, transformación y conocimiento.

En el Popol Vuh, los señores de Xibalbá son poderosos, crueles y burlones, pero no son absolutamente malignos. Representan las fuerzas oscuras que el ser humano debe comprender y superar para alcanzar su plenitud.

El descenso de los gemelos a Xibalbá simboliza el viaje espiritual hacia las profundidades del alma, donde deben enfrentarse a sus miedos, tentaciones y debilidades.

Las casas de las pruebas (de oscuridad, de cuchillos, de jaguares, etc.) son símbolos de iniciación y representan obstáculos que enseñan.

Por ello, superar Xibalbá no implica destruirlo, sino reordenarlo: darle un lugar dentro del equilibrio del universo. En esta visión, el inframundo no es un espacio ajeno al cosmos, sino un componente esencial del ciclo de la vida.

El juego de pelota

El juego de pelota mesoamericano aparece como una constante simbólica en el Popol Vuh. No se trata de un pasatiempo, sino de un ritual cósmico.

Los gemelos juegan en la superficie y esto molesta a los señores de Xibalbá, lo que desencadena el conflicto central. El juego se convierte entonces en campo de batalla espiritual, donde se decide el destino del mundo.

Este juego simboliza la lucha entre la luz y la oscuridad, el movimiento del sol por el cielo y el inframundo, así como la necesidad de mantener el ritmo y el equilibrio del universo.

Por su parte, la cancha representa un espacio liminal, un umbral entre mundos, y los jugadores son mediadores entre lo humano y lo divino.

Cada partido es una metáfora del tiempo que avanza, del conflicto cíclico entre fuerzas opuestas y de la posibilidad de renacimiento a través del esfuerzo ritual.

La palabra

Desde las primeras líneas del Popol Vuh, se presenta la palabra como fuente de creación. Los dioses crean el mundo mediante el pensamiento y la palabra, no con materia física.

Este símbolo subraya el poder performativo del lenguaje. Hablar es hacer, nombrar es dar existencia. Por eso, los humanos de madera fallaron, porque no sabían hablar ni agradecer. Es decir, no sabían reconocer ni conectar con lo sagrado.

Entonces, el texto mismo del Popol Vuh es un acto ritual de recreación del mundo. Su transmisión oral, y luego su redacción en quiché, fueron intentos conscientes de preservar la memoria colectiva y la sabiduría ancestral frente a la amenaza de olvido colonial.

La palabra, en la cosmovisión maya, no es solo instrumento de comunicación, sino medio de conexión espiritual, de transmisión de poder y de continuidad cultural.

Los animales y objetos animados

En el Popol Vuh, los animales, los árboles, los instrumentos y los elementos naturales poseen voluntad, palabra y agencia. Esto refleja la visión animista maya, según la cual todo lo existente tiene energía espiritual (k’ux).

Así, los animales castigan a los hombres de madera por su ingratitud, los pájaros y las bestias tienen funciones cósmicas, y los instrumentos de labranza pueden hablar.

Este simbolismo plantea una relación horizontal entre el ser humano y el resto del mundo natural, en contraste con la visión antropocéntrica occidental.

De este modo, aa vida no se reduce a lo humano. El bosque, el agua, el cielo y los animales participan del mismo orden espiritual.

Historia y origen del Popol Vuh

El Popol Vuh forma parte de una tradición oral milenaria entre los pueblos mayas de las Tierras Altas de Guatemala, particularmente los quiché.

Sus relatos se contaban en ceremonias, consejos, festividades agrícolas y rituales religiosos. No existía un solo autor ni una versión definitiva.

Estas historias se transmitían en comunidad y su carácter oral-performativo implicaba que el texto vivía en la voz, la memoria y el cuerpo de los narradores. Por ello, las repeticiones, paralelismos y fórmulas retóricas responden a su origen oral.

La transcripción en época colonial

Con la llegada de los españoles el mundo maya sufrió una transformación radical. Se impuso el cristianismo, se destruyeron códices y se persiguieron los saberes tradicionales.

En este contexto, hacia el siglo XVI o XVII, un autor indígena anónimo decidió preservar el Popol Vuh escribiéndolo en lengua quiché, pero usando caracteres latinos.

Este gesto representó un acto de resistencia cultural y espiritual. Fue una manera de salvar la memoria colectiva en medio de la destrucción colonial.

El autor no tradujo palabra por palabra lo que había oído. Adaptó y condensó relatos diversos en una sola narrativa, muy influenciada por la nueva estructura textual europea, pero fiel al espíritu indígena.

La copia y traducción de fray Francisco Ximénez

Entre 1701 y 1703, el sacerdote dominico Francisco Ximénez, párroco de Santo Tomás Chichicastenango, realizó la transcripción y traducción más conocida del texto. En su manuscrito, transcribió en una columna el original en quiché y, en otra, su traducción al español.

Su labor ha sido objeto de múltiples interpretaciones. Algunos lo ven como un salvador del texto indígena, otros como un mediador colonial que deformó parte del contenido. Lo cierto es que su manuscrito es la fuente base para todas las ediciones posteriores del Popol Vuh.

El manuscrito original permaneció en el convento durante siglos y actualmente se conserva en la Biblioteca Newberry de Chicago.

El redescubrimiento del texto por el mundo académico en los siglos XIX y XX - gracias a figuras como Adrián Recinos y Miguel Ángel Asturias - consolidó su valor como obra literaria universal.

Autenticidad y contexto

Aunque escrito ya en época colonial, los contenidos del Popol Vuh son auténticamente prehispánicos. Su mitología, símbolos y estructuras narrativas coinciden con los relieves de templos, códices como el Dresde o el Madrid, además de hallazgos arqueológicos en Copán, Palenque y Yaxchilán.

Personajes como Hunahpú e Ixbalanqué aparecen representados en vasos ceremoniales del periodo clásico maya (250–900 d.C.), lo que demuestra la antigüedad de los mitos.

La cosmovisión maya reflejada en el Popol Vuh

La cosmovisión maya, tal como se manifiesta en el Popol Vuh, es un entramado complejo y simbólico que comprende una manera específica de entender el universo y el lugar del ser humano en él.

No se trata sólo de una religión o una filosofía, sino de una forma integral de ver, sentir, vivir y relacionarse con el mundo. Así, todo está interconectado: los astros, los dioses, los hombres, los animales, la tierra, el tiempo, los rituales y la palabra.

Tiempo cíclico

Uno de los pilares centrales de esta cosmovisión es la concepción cíclica del tiempo. A diferencia de las visiones lineales heredadas del pensamiento judeocristiano o moderno, el Popol Vuh presenta un tiempo reversible y repetitivo, donde la historia se recrea constantemente.

La creación del ser humano ocurre en varias etapas, cada una con su fracaso y corrección, lo que refleja una comprensión del tiempo como proceso regenerativo.

No hay un inicio absoluto ni un fin definitivo: todo nace, muere y renace. Esta lógica cíclica también está presente en los movimientos del sol, la luna y las estaciones agrícolas, esenciales para la vida de los mayas.

Espacio tridimensional y conectado

Para los mayas el universo está dividido en tres planos interconectados: el inframundo (Xibalbá), el mundo terrenal, y el mundo celeste.

Los héroes gemelos viajan entre estos planos y sus trayectos no son simples desplazamientos físicos, sino rituales de tránsito espiritual y transformación cósmica.

En este sistema, el ser humano es un habitante de todos los planos a la vez y su conducta afecta el equilibrio de todos ellos. De allí proviene el profundo sentido de responsabilidad ética que subyace en las acciones humanas dentro del relato.

Naturaleza vida y espiritualizada

La espiritualidad maya no se basa en la obediencia a un dios único, sino en la convivencia armoniosa con múltiples deidades, fuerzas naturales y entidades espirituales.

Los dioses creadores, Tepeu y Gucumatz, no son todopoderosos ni omniscientes: dudan, ensayan, fracasan, y colaboran. Este rasgo enfatiza una espiritualidad basada en la reciprocidad y la cooperación, no en la dominación.

Además, los dioses no están alejados del mundo, están presentes en todos los aspectos de la vida cotidiana, especialmente en los elementos naturales como el maíz, el agua, el fuego y el viento.

Por su parte, el ser humano no es el centro de la creación, es parte de un entramado más amplio. En el Popol Vuh, los animales, las plantas, los cerros y los astros tienen agencia espiritual, lenguaje y sabiduría.

Por ejemplo, el fracaso de los hombres de madera no es un castigo divino caprichoso, es consecuencia de su falta de conexión con la naturaleza y con el corazón del cielo y de la tierra.

Al no agradecer, respetar ni escuchar, estos hombres fueron destruidos por los animales y objetos que debían proteger. Esta escena expresa la idea maya de que la naturaleza no es un recurso, sino un sujeto sagrado. Por tanto, la vida en armonía exige respeto y reciprocidad con todo lo que existe.

Ética del equilibrio y la reciprocidad

El equilibrio es otro principio clave. Todo en el universo maya debe mantenerse en balance dinámico: entre la vida y la muerte, el hombre y la mujer, el día y la noche, lo humano y lo divino.

Cuando se rompe - como ocurre en los intentos fallidos de crear al ser humano o en el comportamiento arrogante de los señores de Xibalbá - sobreviene el caos. Los gemelos, al enfrentarse a Xibalbá, buscan restaurar el orden y reencauzar la energía de la muerte hacia la fertilidad.

Esta noción de equilibrio se logra mediante el sacrificio, el ritual y la acción ética. Por tanto, el ser humano es guardián del equilibrio cósmico.

El lenguaje

El lenguaje es visto como fuerza generadora. El Popol Vuh inicia con una escena de gran fuerza simbólica. En el principio no hay tierra, ni cielo, ni hombres, ni dioses visibles, pero ya existen la palabra y el pensamiento.

El verbo precede a la materia, y por ello, nombrar es crear. Esta idea confiere al relato una dimensión poética y ritual. El texto activa el mundo a través del habla ceremonial.

Así, el lenguaje humano tiene el poder de conectar los planos cósmicos, de preservar la memoria y de generar sentido. Por eso, para los pueblos mayas conservar y transmitir el Popol Vuh es un acto sagrado de recreación del mundo.

Importancia cultural actual del Popol Vuh

Hoy en día, el Popol Vuh es mucho más que un vestigio del pasado prehispánico. Es una fuente viva de identidad, resistencia y revitalización cultural para los pueblos indígenas mayas.

A través de este texto, los pueblos originarios han encontrado una vía para recuperar la memoria histórica que el colonialismo y la evangelización sistemática intentaron suprimir.

El hecho de que haya sido escrito en lengua quiché, aunque con caracteres latinos, permite a muchos mayas contemporáneos reconectarse con su cosmovisión ancestral, sus símbolos, su espiritualidad y su historia colectiva.

En las últimas décadas se ha impulsado una fuerte corriente de revalorización del Popol Vuh dentro del movimiento panmaya. En comunidades indígenas se ha traducido a múltiples lenguas mayas (como el k’iche’, tzotzil, kaqchikel o mam) y se enseña en las escuelas como parte de los planes educativos interculturales.

Esto puede entenderse como un acto político: afirmar que los mayas no son pueblos desaparecidos ni ruinas arqueológicas, sino culturas vivas con una visión del mundo tan válida como la occidental.

Por eso, el Popol Vuh también se ha convertido en un símbolo de resistencia cultural y de lucha por la autodeterminación de los pueblos indígenas.

A nivel artístico, ha inspirado una vasta producción cultural contemporánea: poemas, novelas, piezas de teatro, murales, obras de danza y música sinfónica.

Asimismo, en el mundo académico, el texto ha ganado un lugar central dentro de los estudios de literatura indígena. Es considerada una obra que encarna una forma distinta de narrar, pensar y concebir el mundo, ajena a la lógica eurocéntrica.

Lugar en la historia de la literatura universal

El Popol Vuh ocupa un lugar relevante en la historia de la literatura universal. Se trata de una de las pocas cosmogonías indígenas americanas que han sobrevivido a la conquista con un nivel de complejidad estética, filosófica y simbólica comparable al de las grandes epopeyas de la humanidad, como la Ilíada, el Mahabharata o el Libro de los Muertos egipcio.

Aunque durante siglos fue ignorado por el canon literario occidental, hoy se le reconoce como una obra fundacional del pensamiento indígena americano y como un ejemplo magistral de la literatura oral convertida en texto.

A diferencia de las epopeyas clásicas, que exaltan la guerra y la dominación, el Popol Vuh se estructura sobre una ética del equilibrio, la cooperación y la transformación.

La narrativa de los gemelos Hunahpú e Ixbalanqué, su descenso al inframundo y su posterior ascenso como cuerpos celestes, ofrece una visión simbólica del alma humana.

Así, se entiende la muerte como tránsito y el universo como un ciclo perpetuo, lo que lo emparenta con mitos solares y cosmogonías cíclicas de otras grandes civilizaciones.

En términos estilísticos, también representa un hito literario. Su estructura paralelística, su uso del simbolismo, su riqueza metafórica y su carácter poético han sido objeto de análisis comparativos con obras tan diversas como la Divina Comedia o el Popol Na africano.

Críticos como Miguel León-Portilla y Dennis Tedlock han defendido su inclusión en el canon de las literaturas universales. Afirman que se trata de una obra de altísima calidad estética, cuya cosmovisión desafía el pensamiento lineal y antropocéntrico de Occidente.

Finalmente se ha convertido en un texto clave en los debates actuales sobre literatura descolonia y pluralismo filosófico. Su existencia demuestra que hay otras formas de pensar la humanidad, lo divino, la naturaleza y el tiempo.

Se trata de una obra que rompe los límites de la literatura como entretenimiento o arte y se inscribe en la tradición de los textos fundacionales que sostienen civilizaciones enteras.

Bibliografía:

Anónimo. (2012). "Estudio preliminar de Rodrigo Martínez Baracs". Popol Vuh. Las antiguas historias del Quiché. Fondo de Cultura Económica.

Ver también:

Catalina Arancibia Durán
Catalina Arancibia Durán
Máster en Literatura Española e Hispanoamericana. Diplomada en Teoría y Crítica de Cine. Profesora de talleres literarios y correctora de estilo.