11 mitos fundacionales: el nacimiento de los pueblos
Los mitos fundacionales son relatos simbólicos que explican el origen de una civilización, ciudad, dinastía o pueblo. A través de narraciones transmitidas oralmente durante generaciones otorgan sentido a la existencia colectiva, justifican la organización social y expresan la relación del ser humano con lo divino y la naturaleza.
En todas las culturas antiguas los mitos fundacionales sirvieron para legitimar el poder político, explicar la geografía sagrada o consagrar los valores morales de una comunidad.
1. Surgimiento de Tenochtitlán (Pueblo azteca)
Existía hace mucho una isla llamada Aztlán, de aire puro, ambiente templado, cielo azul y rodeada de aguas color turquesa en las que nadaban las garzas. Había abundantes flores y productos de la tierra como maíz, calabazas y cacao.
Vivían todos tranquilos, hasta que un día se apareció el dios Huitzilopochtli frente al príncipe Mexitli para advertirle que debían abandonar la ciudad y dirigirse a nuevas tierras. Aztlán ya había cumplido su cometido y, aunque era eterna, dentro de poco ya no sería visible para los hombres.
Comenzó una larga peregrinación hacia el sur. El dios le advirtió que ya no lo podría ver, pero que siempre estaría junto a ellos y sabrían cuándo detenerse, pues les enviaría una señal.
Entonces, encontraron una laguna de aguas turquesas, en cuyo centro se hallaba una pequeña isla habitada por un nopal, una planta en la que se sostenía un águila con una serpiente entre sus garras. Aunque el lugar se veía inhóspito, el dios había permitido que Mexitli pudiera observar con el ojo de la mente. Así pudo fundar una nueva Aztlán, un reflejo de los cimientos del cielo que se llamaría Tenochtitlán.
Este mito de origen azteca explica el origen sagrado de México como resultado de una misión divina guiada por Huitzilopochtli, deidad solar y símbolo del destino.
A través del viaje se plasma la idea de que la nación mexicana surgió de una búsqueda espiritual más que geográfica. Así, la travesía representa el tránsito del pueblo elegido hacia su destino, donde la obediencia al mandato divino y la fe en las señales del dios garantizan la prosperidad futura.
El símbolo del águila sobre el nopal devorando a la serpiente se ha instaurado como emblema nacional. Funciona como metáfora del equilibrio entre fuerzas opuestas: el cielo y la tierra, el espíritu y la materia, la vida y la muerte.
Con ello, la fundación de México no es sólo la creación de una ciudad, sino la reafirmación del vínculo entre los hombres, los dioses y la naturaleza.
Este relato expresa cómo la cosmovisión mexica concebía el mundo como un espacio sagrado, en el que cada acontecimiento tenía una dimensión divina. Por ello, el mito no sólo explica un origen histórico, sino que da sentido espiritual a la existencia del pueblo mexicano y su identidad colectiva.
2. Fundación de Roma
Rea Silva, hija del rey Numitor, fue obligada a convertirse en sacerdotisa vestal para que no tuviera descendencia.
Sin embargo, el dios Marte la visitó en secreto, y de esa unión nacieron dos gemelos: Rómulo y Remo. Temiendo que los niños amenazaran su poder, el usurpador Amulio ordenó arrojarlos al río Tíber. Pero el cauce, movido por la voluntad divina, los llevó suavemente hasta la orilla, donde una loba los rescató y amamantó bajo la sombra de una higuera sagrada.
Los gemelos crecieron fuertes y valientes, protegidos por los dioses y criados por un pastor. Cuando alcanzaron la madurez derrotaron a Amulio y restituyeron el trono a su abuelo Numitor.
Entonces decidieron fundar una nueva ciudad en el lugar donde habían sido salvados, pero una disputa sobre quién debía gobernarla los enfrentó.
Rómulo, en un arranque de furia, mató a su hermano Remo y se convirtió en el primer rey. En honor al destino y al sacrificio, la ciudad recibió su nombre: Roma, destinada a dominar el mundo y a ser símbolo de poder y civilización.
El mito de Rómulo y Remo explica la fundación de Roma como un acto predestinado y sagrado. La intervención de Marte consagra el origen de la ciudad a la fuerza guerrera y al valor, mientras que la figura de la loba simboliza la protección maternal de la naturaleza, que acoge y nutre al futuro pueblo romano.
Por su parte, el fratricidio de Rómulo introduce el conflicto como componente esencial. Así, Roma se construye sobre la paradoja de la violencia y la unidad, reflejo del carácter heroico y ambicioso de su pueblo.
Este relato expresa la cosmovisión romana donde los dioses guían y legitiman el poder de los hombres. Más que una simple historia de origen, funciona como una justificación moral y espiritual del imperio. Roma está llamada a ser eterna porque su fundación proviene de un mandato divino.
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3. Manco Cápac y Mama Ocllo: surgimiento del imperio Inca
Según la tradición Manco Cápac y Mama Ocllo fueron enviados por el dios Sol, Inti, desde las profundidades del lago Titicaca para civilizar a los pueblos primitivos y fundar una nueva ciudad donde reinaran el orden, la justicia y la sabiduría.
Con una vara de oro como guía emprendieron un viaje hasta que esta se hundió en el fértil valle del Cuzco, señal divina del lugar elegido para establecer el corazón del futuro Imperio Inca.
Manco Cápac enseñó a los hombres las artes de la agricultura, la organización social y el culto al Sol. Por su parte, Mama Ocllo instruyó a las mujeres en el tejido, el cuidado del hogar y la educación de los hijos.
De este modo, encarnaron el de dualidad y complementariedad esenciales en la cosmovisión andina.
Según la leyenda Manco Cápac y Mama Ocllo eran hijos del Sol y, por lo tanto, divinidades semihumanas. Estaban investidos con una misión sagrada: llevar el conocimiento, la agricultura y la organización a los pueblos dispersos del mundo andino.
Más allá de su función narrativa, esta historia constituye un pilar de la identidad cultural y espiritual de los pueblos prehispánicos. Así, expresa valores fundamentales como el equilibrio entre lo masculino y lo femenino, la armonía con la naturaleza y el origen sagrado del territorio.
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4. Fundación de Egipto
En el principio sólo existían las aguas caóticas del Nun, el océano primordial. De él emergió una colina iluminada por la primera luz y sobre ella apareció Atum, el dios creador.
Solo y con su propio poder, Atum dio origen a Shu (el aire) y Tefnut (la humedad), quienes a su vez engendraron a Geb (la tierra) y Nut (el cielo).
De sus hijos nacieron Osiris, Isis, Seth y Neftis, los dioses que gobernarían el destino de los hombres. Cuando Osiris fue asesinado por su hermano Seth, su esposa Isis lo resucitó brevemente y concibió a Horus, quien vengó a su padre y estableció el orden sobre el caos.
Horus se convirtió en el primer faraón, representante de los dioses en la tierra. Desde entonces, cada rey egipcio fue visto como su encarnación, garante del equilibrio cósmico conocido como Maat, que mantenía la armonía entre los dioses, la naturaleza y los hombres.
Así se fundó Egipto, el reino de la eternidad, donde la vida terrenal y la divina formaban un solo ciclo.
El mito egipcio de la creación y fundación del reino expresa la unión entre religión y poder político. La emergencia del mundo desde las aguas del Nun simboliza el nacimiento del orden a partir del caos, mientras que la figura del faraón encarna el vínculo directo entre los dioses y los hombres.
La restauración de Osiris y la victoria de Horus representan la renovación constante de la vida y el triunfo del bien sobre la destrucción.
Este relato no sólo explica el origen del cosmos y del Estado egipcio, sino que define su estructura espiritual: el equilibrio universal debe preservarse mediante la justicia y la devoción.
5. Izanagi e Izanami: la fundación de Japón
En los albores del mundo, el cielo y la tierra estaban unidos en un mismo cuerpo. De entre los dioses primordiales surgieron Izanagi e Izanami, una pareja divina encargada de crear las islas de Japón.
Desde el Puente Celestial removieron el mar con una lanza sagrada. Cuando la gota que cayó de su punta tocó el agua, se solidificó y formó la primera isla, Onogoro.
Descendieron allí, se unieron y engendraron las demás islas del archipiélago, junto con numerosas deidades que poblaron el mundo.
Sin embargo, Izanami murió al dar a luz al dios del fuego. Afligido, Izanagi viajó al inframundo para rescatarla, pero al verla descompuesta debió huir.
Al regresar al mundo de los vivos se purificó lavándose en un río y de sus lágrimas y gotas de agua nacieron los dioses del sol, la luna y el viento.
Amaterasu, la diosa del Sol, se convirtió en la protectora del Japón y antepasada directa de sus emperadores.
El mito de Izanagi e Izanami representa la cosmovisión japonesa basada en la pureza, la renovación y el respeto por los ciclos naturales.
La creación de Japón a partir de la acción divina y del agua sagrada refuerza la idea de que el archipiélago tiene un origen celestial. La purificación de Izanagi simboliza la separación entre la vida y la muerte, tema central en el sintoísmo.
Por su parte, la descendencia de Amaterasu justifica la divinidad del linaje imperial, otorgando legitimidad sagrada al poder político.
6. Fundación de Atenas
En la antigua región del Ática los dioses del Olimpo disputaban quién sería el protector de una nueva ciudad que los hombres habían construido.
Atenea, diosa de la sabiduría y la estrategia, y Poseidón, dios del mar y los terremotos, fueron los principales contendientes.
Para decidirlo determinaron que cada uno ofrecería un don a la ciudad y los hombres elegirían el más valioso.
Poseidón golpeó una roca con su tridente y de ella brotó una fuente de agua salada, símbolo de poder y dominio marítimo.
Atenea clavó su lanza en la tierra y de ella nació un olivo, árbol sagrado que proporcionaba alimento, madera y aceite.
Los hombres, guiados por la razón, eligieron el don de Atenea. Desde entonces la ciudad llevó su nombre: Atenas. La diosa prometió protegerla siempre y el olivo se convirtió en símbolo de prosperidad y sabiduría.
El mito de la fundación de Atenas encarna los valores esenciales de la cultura griega: la inteligencia, la templanza y la búsqueda del bien común.
La disputa entre Atenea y Poseidón no sólo representa la elección entre la fuerza y la razón, sino también el ideal de equilibrio entre naturaleza y civilización.
El olivo, fruto del ingenio y la paz, refleja la importancia de la sabiduría práctica y del trabajo humano frente a la violencia de los elementos.
Además, el mito reafirma el carácter democrático que distinguiría a la polis ateniense, donde la reflexión y la deliberación se valoraban por encima del impulso y la guerra.
7. Fundación del Imperio Mali (África Occidental)
Hace mucho tiempo, en las tierras del África occidental, los espíritus del desierto y del río discutían por el dominio del territorio.
En medio de esa discordia nació Sundiata Keita, un niño débil y enfermo que, según las profecías, estaba destinado a unir a los pueblos dispersos.
Con el paso de los años, Sundiata recobró sus fuerzas y se convirtió en un líder valiente y justo. Guiado por los dioses ancestrales, reunió a los clanes enfrentados y derrotó al tirano Soumaoro Kanté, quien oprimía al pueblo.
Tras su victoria fundó el Imperio Mali, donde estableció leyes de justicia, comercio próspero y respeto por los espíritus del agua y de la tierra. Bajo su reinado se alcanzó la armonía, convirtiéndose en símbolo de unidad y sabiduría para toda África.
El mito fundacional del Imperio Mali combina la historia de un héroe humano con la intervención espiritual del mundo ancestral.
Sundiata representa al elegido por los dioses para restaurar el equilibrio y unir a los pueblos mediante la justicia. Su transformación de niño débil en rey poderoso simboliza la fortaleza moral que nace de la fe y la perseverancia.
Este relato expresa la cosmovisión africana en la que la comunidad, los antepasados y la naturaleza forman un todo inseparable. Más que un relato político, enseña que la legitimidad del poder nace del respeto por la vida y la armonía espiritual.
8. Fundación de Babilonia (Mesopotamia)
En los tiempos del principio, cuando los dioses aún habitaban entre las aguas del caos, Tiamat, diosa del océano, y Apsu, dios de las aguas dulces, engendraron a las divinidades jóvenes.
Sin embargo, trajeron el desorden y de la lucha entre padres e hijos nació Marduk, el dios más poderoso. Marduk derrotó a Tiamat en una batalla cósmica, partiendo su cuerpo en dos: con una mitad formó el cielo y con la otra la tierra.
Después de establecer el orden, Marduk decidió crear una ciudad digna para los dioses y los hombres. Así levantó Babilonia, el centro del universo, donde construyó el templo de Esagila para ser adorado.
De la sangre del monstruo vencido y del barro del río formó al ser humano, destinado a servir a los dioses y mantener el equilibrio del cosmos. Babilonia se convirtió en el reflejo terrenal del orden divino.
El mito babilónico presenta la creación y fundación de la ciudad como una consecuencia del triunfo del orden sobre el caos. La figura de Marduk representa la autoridad divina que impone la armonía cósmica y establece el principio de la realeza sagrada.
La fundación de Babilonia no sólo tiene un sentido político, sino también espiritual. La ciudad es el eje del mundo (axis mundi), punto de unión entre los dioses y los hombres.
El sacrificio de Tiamat y la creación del ser humano expresan la visión mesopotámica del deber humano como custodio del orden universal. De esta forma, el mito legitima el poder de los reyes de Babilonia como representantes del equilibrio cósmico en la tierra.
9. Fundación de Aotearoa (tradición maorí)
En el principio el cielo (Rangi) y la tierra (Papa) estaban abrazados y en la oscuridad vivían sus hijos, los dioses.
Cansados de la falta de luz, los hijos decidieron separarlos para crear el mundo. Tane, dios de los bosques, empujó con su fuerza y logró abrir un espacio entre ambos, dejando entrar la luz. Rangi y Papa lloraron por su separación y de sus lágrimas nacieron los ríos y mares.
Tane modeló al primer hombre con arcilla roja y le dio vida al soplar en sus narices. Así nació la humanidad, hija del amor entre el cielo y la tierra.
Los dioses enseñaron a los hombres a vivir en armonía con la naturaleza y a recordar siempre su origen divino. Con el paso del tiempo, los descendientes de Tane navegaron por los mares y poblaron las islas de Aotearoa, la Tierra de la Larga Nube Blanca.
El mito maorí de la creación y fundación de Aotearoa celebra la relación inseparable entre la humanidad y la naturaleza. La separación de Rangi y Papa simboliza el nacimiento del mundo visible, pero también el dolor que acompaña toda creación.
La arcilla roja representa la conexión entre la tierra y la sangre, mientras que el soplo divino encarna la presencia del espíritu en todo ser vivo.
Este relato enseña el valor de la armonía, la memoria y el respeto por los ancestros. Para los maoríes, fundar su tierra no fue conquistarla, sino reconocerla como un ser vivo del que todos provienen.
10. Fundación de los Estados Unidos Iroqueses (América del Norte)
En tiempos antiguos las cinco naciones iroquesas vivían en guerra constante. El mundo estaba lleno de violencia y los clanes se destruían entre sí.
Entonces, un mensajero divino llamado Deganawida apareció sobre una canoa blanca que cruzaba el lago Ontario. Llevaba consigo el mensaje de la Paz y el Árbol de la Vida, símbolo de unidad entre los pueblos.
Deganawida se unió a un sabio orador, Hiawatha, y juntos viajaron por las aldeas, convenciendo a los líderes de que la guerra debía cesar.
Finalmente, bajo el Árbol Sagrado, las cinco naciones juraron unidad, enterraron sus armas y crearon una confederación basada en la justicia, el respeto y la palabra. Así nació la Gran Liga de la Paz, origen espiritual y político de los iroqueses.
El mito del pueblo indígena iroqués revela una concepción de la paz como fuerza sagrada y creadora. Deganawida y Hiawatha no sólo fundan una alianza política, sino un orden espiritual donde la palabra tiene poder para reconciliar y transformar.
El Árbol de la Vida simboliza la unión entre la tierra, los hombres y el cielo, uniendo a los pueblos en un destino común. Con ello, se expresa la idea de que la verdadera fundación de una sociedad no nace de la conquista, sino del acuerdo y la armonía.
11. Fundación de Tikal (Pueblo Maya)
Hace muchos siglos, cuando los dioses aún hablaban con los hombres, los gobernantes del linaje Yax Mutal recibieron una señal sagrada del cielo.
En medio de la selva del Petén un rayo cayó sobre una colina y de ese fuego emergió un jaguar blanco. Los sacerdotes interpretaron que era el espíritu del Sol, enviado para indicar el lugar donde debía levantarse una nueva ciudad.
Siguiendo la profecía, el joven príncipe fundó allí un templo en honor al Sol y al Jaguar, símbolos de fuerza y renacimiento.
Con el paso del tiempo el templo se convirtió en el corazón de una gran ciudad: Tikal, “el lugar de las voces”, donde los hombres se comunicaban con los dioses.
Los gobernantes de Tikal se consideraban descendientes directos del Sol y del jaguar sagrado y cada construcción monumental representaba una unión entre el cielo y la tierra.
Así nació una de las ciudades más poderosas del mundo maya, centro del poder espiritual y político que gobernó las selvas del sur.
El mito fundacional de Tikal refleja el modo en que los mayas concebían sus ciudades como espacios sagrados donde se unían los planos divino, natural y humano.
El jaguar blanco, animal solar y nocturno, simboliza la dualidad de la vida y la muerte, mientras que el fuego celeste representa la revelación divina.
La fundación de Tikal no se presenta como una conquista material, sino como la respuesta a una voluntad cósmica: los dioses eligen el lugar y los hombres obedecen.
Definición
Un mito fundacional es un relato de carácter simbólico, sagrado y colectivo. Narra los orígenes de una comunidad, ciudad, dinastía o civilización, relacionando su nacimiento con la intervención de fuerzas divinas, héroes o entidades sobrenaturales.
Su función principal es dar legitimidad a las instituciones sociales, religiosas o políticas, así como explicar cómo los seres humanos obtuvieron su territorio y cultura.
Estos mitos suelen situarse en un tiempo remoto donde los dioses y los humanos aún podían comunicarse directamente. En la mayoría de los casos presentan el sacrificio, la lucha o la elección divina como condiciones necesarias para el surgimiento del orden social.
Por ello, el mito fundacional no es un relato histórico en sentido literal, sino una narración simbólica que expresa las creencias, valores y aspiraciones de un pueblo.
Características principales
- Origen sagrado o sobrenatural: su inicio está vinculado a la intervención de dioses, héroes o seres divinos que determinan el destino del pueblo.
- Función explicativa: busca explicar el nacimiento de una comunidad, su territorio o sus instituciones.
- Carácter simbólico: los elementos naturales (montañas, ríos, animales) o acciones divinas representan conceptos morales, espirituales o políticos.
- Legitimación del poder: justifica la autoridad de reyes, emperadores o linajes, presentándolos como elegidos por los dioses.
- Transmisión oral: su origen suele estar en la tradición oral, donde se adapta y enriquece según la cultura.
- Tiempo mítico: no se sitúa en un momento histórico preciso, sino en una edad primigenia o sagrada.
- Relación con la identidad cultural: define los valores esenciales, la visión del mundo y la cohesión del grupo social.
- Dimensión moral o espiritual: contiene enseñanzas sobre la justicia, el sacrificio, el deber o la armonía con el cosmos.
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